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Portugal, en la cima de Europa

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Septiembre 2017 / 50

Crisis: La actividad se recupera, pero el endeudamiento de las empresas, la vulnerabilidad de los bancos y el declive de la mano de obra aún preocupan.

 Mercado en Loulé (Algarve). FOTO:  123RF

Portugal tiene el viento a su favor. Tras las victorias en la Eurocopa y en Eurovisión, su economía se halla también en el pelotón de cabeza del crecimiento en Europa occidental, con un aumento del producto interior bruto (PIB) del 2,8% anual; es decir, el mismo que el de Holanda y un poco menor que el de España (3%), sin contar con Irlanda, cuyo índice se aproxima al 7%. Y quien dice crecimiento, dice también empleo e ingresos fiscales. La recuperación del empleo, unida a una demografía decreciente y a unos flujos migratorios netos aún negativos, ha hecho que, el pasado mes de abril, el índice de paro estuviera por debajo de la barrera del 10%, lo que significa un descenso de cerca de ocho puntos en cuatro años. Las finanzas públicas han pasado a estar en verde en 2016 con un déficit presupuestario del 2% del PIB, el índice más bajo desde hace cuarenta años. Por ello, la Comisión Europea recomendó en mayo que se cerrara el procedimiento de déficit excesivo abierto en 2009, sólo un año después de amenazar a Portugal con una multa por no tomar las medidas pertinentes para reducir su déficit. 

 

EL CONSUMO TOMA EL RELEVO

Liberado de la tutela de la troika —Comisión Europea, Banco Central Europeo (BCE) y Fondo Monetario Internacional (FMI)— desde mayo de 2014, Portugal no dio la espalda a las políticas de austeridad impuestas por Bruselas en el marco del pacto de estabilidad hasta las elecciones de octubre de 2015. Bajo la dirección del socialista António Costa, la coalición antiausteridad restableció los salarios y las pensiones de los funcionarios, así como la jornada laboral, a los niveles anteriores al plan de rescate de 2011, a la vez que subía los impuestos indirectos (gasolina, automóviles y tabaco). Esta política, denominada de “restablecimiento de las rentas”, ha dotado de una base sólida a la recuperación del consumo de los hogares, que descansaba sobre todo desde 2014 en la disminución del índice de ahorro, una tendencia animada por la reactivación del sector inmobiliario y el efecto riqueza* que éste ha provocado.

La mejora del consumo ha tomado el relevo a las exportaciones, que bien o mal amortizaron la caída de la actividad durante los años de austeridad. Esas exportaciones, estimuladas sobre todo por la reducción de los costes salariales, se beneficiaron desde 2014 de la bajada del euro y, más recientemente, de la recuperación del crecimiento europeo. Cada vez más diversificadas, tanto en el plano geográfico (penetración en las economías emergentes) como en el sectorial (metalurgia, automóvil, equipamiento industrial…), el volumen de las exportaciones de bienes y servicios ha aumentado el 50% desde 2010 (frente al 33% en Italia y al 18% en Grecia). Hoy representan el 40% del PIB, frente al 27% en 2005). Por ello, la balanza comercial, cuyo déficit culminó en el 12% del PIB en 2008, ha pasado a ser excedentaria (+0,8% en 2016).

 

BUENAS NOTICIAS EN EL FRENTE PRESUPUESTARIO

Como la orientación de la política presupuestaria ha dejado de ser restrictiva, la recuperación de la actividad ha provocado inmediatamente una contracción del déficit público. Ésta se ha visto acentuada por los efectos de las intervenciones del BCE en los mercados de renta fija*, que han permitido comprimir el margen de riesgo sobre la deuda pública portuguesa. La rentabilidad de los bonos del Estado a diez años ha pasado del 11% en 2012 al 2,5% en vísperas de las elecciones de octubre de 2015.

Aunque la desconfianza de los mercados frente a la coalición en el poder originó un aumento de los tipos hasta el 4,3% en marzo de 2017, las buenas noticias procedentes del frente presupuestario y la desaparición del riesgo político tras las elecciones holandesas y francesas hicieron que bajaran al 3% a mediados de junio. Esta disminución de los tipos de interés explica que la carga de los intereses de la deuda pública —que sigue siendo de un considerable 4% del PIB— haya bajado en torno al medio punto desde 2013, mientras que la deuda pública sigue en el techo del 130% del PIB.

Respaldado por el apoyo de la población y por la confianza de los mercados, el Gobierno puede aprovechar los márgenes de maniobra presupuestaria para dedicarse a solucionar los problemas de fondo del país, empezando por los desequilibrios financieros heredados del período de crisis. Si la deuda pública es gestionable mientras los tipos de interés a largo plazo sean bajos, el excesivo endeudamiento de las empresas bloquea la recuperación de la inversión, y también grava considerablemente los balances bancarios, lo cual obstaculiza la recuperación del crédito. 

Restablecer salarios y pensiones ha ayudado a recuperar el consumo

El sistema bancario es muy vulnerable y reticente al crédito

El nivel de cualificación es 30 puntos inferior a la media de la OCDE 

La deuda de las empresas, del 145% del PIB, es una de las mayores de Europa. Aunque está bajando desde el pico alcanzado en 2013 (168% del PIB), se debe más a la quiebra de las empresas más endeudadas que a un movimiento general de desendeudamiento. Según el FMI, los créditos de cobro dudoso representaban el 12% del conjunto de los créditos bancarios y el 20% de los créditos a las empresas a finales de 2015, uno de los porcentajes mayores de Europa. Se trata de unas cifras oficiales, sensiblemente infravaloradas según las agencias de calificación, que siguen considerando la deuda portuguesa como especulativa.

A diferencia de España, el programa de asistencia a Portugal establecido por la Unión Europea y el FMI no tenía un capítulo de saneamiento del sistema bancario mediante la recompra de sus activos tóxicos. En efecto, los préstamos del mecanismo europeo de estabilidad —cuyo fin es ayudar a los países expuestos a una crisis bancaria— no se otorgan directamente a los bancos en dificultades, sino a los Estados, los cuales proceden a continuación a salvar a las entidades afectadas. El desbloqueo de esos préstamos está, pues, condicionado, entre otras cosas, al nivel de la deuda pública de los Estados que los reciben, lo que, en el caso de Portugal, constituía un obstáculo insalvable.

Por ello, hasta el momento, la reestructuración de los bancos portugueses y su recapitalización sólo se ha llevado a cabo caso por caso e in extremis, cada vez que un banco estaba amenazado de quiebra, como ocurrió con el banco Espirito Santo en 2014, que entonces era el segundo grupo bancario portugués, cuyo rescate costó al Estado el equivalente al 2,8% del PIB . Aún muy vulnerable, el sistema bancario no está capacitado para beneficiarse de las ultrafavorables condiciones de refinanciación del BCE para aumentar sus créditos pendientes de reembolso al sector privado.

 

UN CRECIMIENTO POTENCIAL NEGATIVO

Frenado por las exigencias financieras, el crecimiento corre también el riesgo de chocar rápidamente contra unos obstáculos de carácter mucho más físico, como la insuficiencia de la capacidad de producción y el declive de la fuerza laboral. Excesivamente endeudadas y privadas de crédito, las empresas portuguesas no invierten: en 2016, el volumen de la inversión privada era aún un tercio inferior al de 2008.

En cuanto a la población activa, tras haberse estancado en los años 2000, ha caído un 6% desde 2010 debido a la implosión demográfica y al éxodo de la juventud. A ello hay que añadir un nivel de cualificación anormalmente bajo: sólo el 43% de adultos (25-64 años) han terminado la enseñanza secundaria, frente al 76% de media de la OCDE.

Resultado: el crecimiento potencial de la economía, que mide la diferencia entre el tipo de crecimiento observado y el que habría si la economía utilizara de manera normal los recursos humanos y en capital de que dispone, es negativo desde 2012. Es una característica compartida únicamente con Grecia e Italia, entre los países de la OCDE. Esto demuestra la amplitud de la tarea que le espera aún a António Costa.

 

* LÉXICO

Efecto riqueza: efecto positivo sobre el consumo que tiene el aumento del patrimonio (inmobiliario o bursátil) de los hogares. A ingresos iguales, los hogares se sienten menos obligados a ahorrar para garantizarse su seguridad económica.

Intervenciones del BCE sobre los mercados de renta fija: en el marco de su programa de expansión cuantitativa, el BCE compra títulos de deuda pública de los países miembros, lo cual hace aumentar su precio y, por tanto, disminuir su rentabilidad.