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Portugal pone freno a la austeridad

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Febrero 2017 / 44

Alivio: Contra todo pronóstico, el Gobierno en minoría del socialista António Costa se afianza en el poder y aleja al país de los años oscuros de la recesión.

António Costa, durante un acto del Partido Socialista en septiembre de 2016. FOTO: PARTIDO SOCIALISTA DE PORTUGAL

Geringonça (traducido libremente como ‘chapuza’) es el apelativo con el que la oposición bautizó despectivamente al Gobierno de António Costa cuando éste tomó posesión como primer ministro de Portugal, en noviembre de 2015. Pero el líder socialista ha defraudado a quienes pronosticaban que el país se encaminaba hacia el desastre al conseguir estabilizar la economía, cumplir con las exigencias presupuestarias de la Comisión Europea y conservar el apoyo parlamentario de los partidos de izquierdas y ecologistas que le auparon al poder. 

Costa, de cincuenta y cinco años, ha demostrado que es posible una alternativa a la austeridad, y su ejemplo está siendo elogiado por partidos de izquierda en toda Europa, desde el laborismo británico hasta Podemos. Pero no todo es éxito suyo. A diferencia de su antecesor, el conservador Pedro Passos Coelho, el jefe de Gobierno se ha beneficiado de una actitud más tolerante desde Bruselas en el terreno fiscal y de las políticas monetarias expansivas puestas en marcha por el Banco Central Europeo (BCE). 

 

DISCIPLINA FISCAL

Sea como fuere, Costa puede presumir de los resultados obtenidos en su primer año al frente del Ejecutivo. La tasa de desempleo ha bajado del 12,6% al 10,5% de la población activa y se han creado más de 90.000 puestos de trabajo. Según las previsiones del Gobierno, el déficit público cerró 2016 en el 2,5% del PIB, su nivel más bajo desde la Revolución de los Claveles, en 1974.

En el terreno político, el primer ministro ha logrado mantener el apoyo parlamentario de formaciones ideológicamente lejanas como el Partido Comunista Português (PCP), el Bloco de Esquerda (BdE) y Os Verdes, un pacto al que la oposición daba por muerto desde su nacimiento. Costa, cuyo Gobierno está formado por socialistas e independientes a partes prácticamente iguales, ha mostrado gran habilidad a la hora de equilibrar las exigencias de Bruselas y las de sus socios de izquierda. 

 

SONDEOS A FAVOR

En alguna ocasión, cuando ha sido necesario, el líder socialista ha optado incluso por buscar el apoyo del Partido Social Demócrata (PSD) de Passos Coelho, con el que pactó una subida del salario mínimo de 530 a 557 euros mensuales para este año. El BdE y el PCP votaron en contra por no estar de acuerdo con la rebaja de cotizaciones sociales a las empresas que acompañaba a la medida. El programa de Gobierno socialista prevé una subida gradual de dicha cantidad hasta los 600 euros al final de la legislatura. Se calcula que uno de cada cinco trabajadores portugueses, unos 650.000, cobra actualmente el salario mínimo.

Costa disfruta de un alto nivel de popularidad en los sondeos de opinión tras haber dado marcha atrás en algunas de las durísimas medidas de austeridad impuestas tras el rescate de la economía portuguesa a cargo de la Troika en 2011. Los salarios de los funcionarios y las pensiones han recuperado sus niveles anteriores a la crisis y se han derogado las reformas más dolorosas del mercado laboral llevadas a cabo por el Ejecutivo anterior. 

Una encuesta efectuada en noviembre de 2016 por la Universidad Católica para varios medios de comunicación otorgaba al Partido Socialista el 43% de los votos, nueve puntos porcentuales más que en diciembre de 2015, y lo situaba al borde de la mayoría absoluta en el Parlamento. En sentido inverso, el sondeo reflejaba una caída en la intención de voto de los partidos que formaban del anterior Gobierno de centro derecha.

Pese a los avances conseguidos tras la salida de la recesión, la economía portuguesa tiene aún algunos nubarrones en el horizonte. La debilidad del crecimiento, la crisis bancaria y el alto nivel de deuda son las tres grandes amenazas que se ciernen sobre la estabilidad económica. A pesar de los progresos en la consolidación fiscal, la deuda pública sigue en el 130% del producto interior bruto (PIB), la tercera más alta de la Unión Europea tras Grecia e Italia, lo que impide poner en marcha políticas expansivas de gasto que ayuden a impulsar la actividad y crear empleo.

El crecimiento portugués es especialmente lento si se compara con el español. El PIB creció el 1,2% en 2016, según las previsiones del Banco de Portugal, comparado con el 3,3% de España. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) vaticina que la economía portuguesa seguirá avanzando despacio, a un ritmo del 1,5%, tanto en 2017 como en 2018 (2,3% y 2,2% en el caso de España). Según la OCDE, el alto nivel de la deuda y la fragilidad del sector bancario desincentivan la inversión y el elevado índice de desempleo impide un avance sólido del consumo privado.

Como ocurre en España, el turismo está siendo uno de los principales motores de la recuperación portuguesa. El año pasado se cerró con un récord de pernoctaciones y el sector creó 45.000 puestos de trabajo, según cifras oficiales. Las perspectivas para el año que ahora comienza son muy halagüeñas, especialmente en lo que se refiere a la llegada de turistas españoles.

 

QUEBRADEROS DE CABEZA

Uno de los principales quebraderos de cabeza para el Gobierno de Costa es el mal estado del sector bancario. La primera entidad de Portugal, la Caixa Geral de Depósitos (CGD), se encuentra en pleno proceso de recapitalización. La entidad, de titularidad pública, necesita una inyección de capital de 5.000 millones de euros, mientras que se dispone a cerrar decenas de sucursales y a despedir a miles de empleados.

El índice de desempleo ha bajado del 12,6% al 10,5% en un año

El débil crecimiento, la deuda y los bancos son los principales retos

Por otro lado, el Gobierno lleva meses intentando vender Novo Banco (NB), tercera entidad del país, nacido en 2014 con los activos supuestamente sanos del quebrado Banco Espirito Santo, que tuvo que ser rescatado con un crédito de 4.900 millones de euros, casi todo procedente de las arcas públicas. El Banco de Portugal ha seleccionado como mejor candidato al fondo norteamericano Lone Star, que ha ofrecido 750 millones de euros por quedarse con la entidad, una cantidad muy inferior a la del rescate de la entidad.

Costa está siendo presionado por sus socios del Bloco de Esquerda y del PCP, e incluso por sectores del propio PS, para nacionalizar Novo Banco, lo cual dejaría prácticamente a la mitad del sector bancario en manos públicas. Pero el ministro de Finanzas, Mário Centeno, ha dejado claro que no quiere que un nuevo rescate aumente la deuda o el déficit público portugués y ponga en peligro la imagen cumplidora ante Bruselas que tanto esfuerzo le ha costado ganarse al país. La Comisión Europea ha dado de plazo hasta agosto para vender NB o proceder a su liquidación. El tiempo apremia.