Recuperación // China tiene una nueva prioridad: luchar contra el paro
Tras décadas de intenso progreso económico, la potencia asiática se enfrenta a unos niveles de desempleo históricos. El daño de la epidemia de coronavirus amenaza con socavar la estabilidad social y el control del poder por parte del Partido Comunista.
La epidemia del coronavirus ha cambiado el horizonte económico de China hasta unas cotas insospechadas. Unos límites que llevaron a su primer ministro, Li Keqiang, a anunciar a finales de mayo ante la Asamblea Nacional (el Parlamento chino) que el Gobierno renunciaba a presentar un objetivo de crecimiento del PIB para este año y a proclamar que las prioridades eran estabilizar el empleo y garantizar las necesidades básicas de la población.
Su afirmación debió de sentar como un jarro de agua fría a la mayoría de los 3.000 delegados que le escuchaban y que seguramente esperaban oír que China había salido victoriosa de la batalla contra la pandemia de covid-19 e iniciaba la recuperación económica. Nada más lejos de la realidad. El primer ministro les trazó un horizonte bastante más sombrío y les advirtió: “nos enfrentamos a unos riesgos sin precedentes en nuestro desarrollo y lo seguiremos estando en los próximos años”.
Fue una manera suave de avisarles de que 2021 será igualmente duro. Un año simbólicamente importante para el Partido Comunista Chino (PCCh), que pretendía celebrar con gran pompa el centenario de su fundación. Estos fastos que ahora corren peligro de pasar a un segundo plano para no irritar a una población inquieta por el cierre de empresas y la pérdida de unos 80 millones de empleos debido a la crisis provocada por la epidemia, según un análisis realizado por UBS.
Panorama desolador
Y es que en el caso de China llueve sobre mojado. A la desaceleración económica que vivía el país se le ha añadido el impacto del deterioro de las relaciones con Estados Unidos, que abarcan desde el comercio hasta la tecnología, pasando por la sanidad y los transportes, y la crisis por la epidemia de covid-19. Es un panorama desolador que presiona a las empresas a acometer despidos, opción alentada, además, por una posible recesión mundial, que reduce las perspectivas de una pronta recuperación ya que los inversores y compradores extranjeros también se están apretando el cinturón. Una situación que ha empujado a la tasa de paro urbano hasta el 6% en abril, la segunda más alta jamás registrada tras el 6,2% de febrero. Esta cifra podría escalar hasta el 10% a final de año, según The Economist Intelligence Unit.
Li Keqiang Foto: Chatham House |
Las perspectivas pueden ir, sin embargo, a peor y justifican que se hayan encendido las alarmas en Pekín. El motivo es que a estos datos de paro se les deben añadir unas cifras difíciles de cuantificar, pero elevadas e inquietantes, correspondientes a los trabajadores migrantes que han perdido su empleo. Se trata de la mano obra formada por decenas de miles de personas que no han podido regresar a trabajar a las fábricas, debido a las restricciones de transporte o porque sus plantas no han reanudado su ritmo productivo, o sus pequeños negocios independientes. Este colectivo algunos economistas lo estiman entre 50 y 100 millones de personas, lo que se traduciría en una tasa de desempleo del orden del 20%.
Con este conjunto de síntomas, el diagnóstico para Li Keqiang era claro y más después de que la economía china registrara una contracción del 6,8% en el primer trimestre del año, la peor en más de cuatro décadas. La tarea prioritaria del Gobierno chino para este año no es otra que la de controlar el desempleo y garantizar las necesidades básicas de la población y Li exhortó a las autoridades locales y territoriales a esmerarse en ello. El fin último de estos objetivos es preservar la estabilidad y la paz social, principios fundamentales que permiten al Partido Comunista gobernar sin sobresaltos el desarrollo de la segunda potencia mundial.
Los números no cuadran
En aras de esta estabilidad los dirigentes chinos están dispuestos a no regatear esfuerzos para estimular la economía y evitar el estallido de una crisis laboral. Pekín prevé para ello movilizar más de 800.000 millones de euros entre gasto gubernamental, emisión de bonos públicos estatales y de los gobiernos territoriales e inversiones en proyectos de infraestructuras. Son iniciativas equivalentes a algo más del 4% de su PIB y que irán, asimismo, acompañadas de facilidades crediticias paras las pequeñas y medianas, que también podrán retrasar el pago los préstamos que hayan solicitado hasta marzo de 2021.
Decenas de miles de trabajadores no han regresado a sus fábricas
El centenario del PCCh en 2021 podría quedar deslucido
Algunos expertos se cuestionan, sin embargo, si esas iniciativas serán suficientes para neutralizar la amenaza de esa crisis laboral. Estos recelos están alimentados, en parte, por el anuncio del propio Li de que el Gobierno se propone crear este año nueve millones de puestos de trabajo, un objetivo que se antoja insuficiente ante la incorporación al mercado laboral de 8,47 millones de graduados universitarios, una cifra que prácticamente abarca la totalidad de los nuevos empleos previstos por Pekín para 2020.
Y es que a muchos economistas no les cuadran las expectativas del Gobierno chino con la realidad. Existe un cierto consenso de que la economía del país podría crecer este año entre el 2% y el 3%, unas metas que el Fondo Monetario Internacional rebaja al 1,2%. Son objetivos de crecimiento del PIB que se revelan insuficientes para crear los puestos de trabajo calculados por Pekín, ya que si se tiene en cuenta que en 2019 fue necesario que la economía creciera un 6,1% para generar 13,52 millones de empleos, con un alza del 2% solo se originarían unos 4,5 millones de puestos de trabajo. Es una cifra muy alejada de los anhelos de los líderes comunistas.
Este panorama justifica la insistencia con que Li Keqiang subrayó ante la Asamblea Nacional por qué el empleo era la prioridad principal para mantener la estabilidad del país. “Sin trabajo significa sin ingresos y sin creación de riqueza”, advirtió el primer ministro, antes de remarcar: “necesitamos hacer todo lo posible para evitar despidos masivos”, una adversidad a la que los dirigentes chinos no están habituados a enfrentarse.