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“Recuperemos las tierras antes cultivadas y hoy abandonadas” // Monique Barbut

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Mayo 2015 / 25

ENTREVISTA MONIQUE BARBUT

Secretaría ejecutiva de la Convención de Naciones Unidas para la lucha contra la desertificación.

La degradación de los suelos es un combate olvidado pese a su importancia contra el calentamiento global.

Monique Barbut, secretaria ejecutiva de la agencia contra la desertificación, UNCCD. FOTO: OIM

El año 2015 ha sido declarado Año Mundial del Suelo. ¿La humanidad carecerá de tierras para alimentarse?

Se calcula que en el año 2050 seremos 9.500 millones de personas en el planeta. Será necesario aumentar la producción agrícola en un 50%, es decir, aumentar anualmente en cuatro millones de hectáreas las tierras donde producir. Hoy se obtienen esas superficies de los bosques y las zonas húmedas, lo cual nos sitúa en un callejón sin salida ecológico. No hay más solución que recuperar las tierras que antaño se cultivaban y hoy están abandonadas, y, por tanto, están degradadas y son poco productivas. En total, representan 2.000 millones de hectáreas.

¿En qué medida el calentamiento global va a impactar sobre las tierras cultivables?

Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima (Giec), el recalentamiento provocará cada diez años una pérdida del 1% de la productividad de los suelos. Es una media. En las zonas secas, sometidas a un fuerte estrés hídrico, las pérdidas serán mucho mayores, con las repercusiones geopolíticas importantes que pueda conllevar, ya se trate de presiones migratorias o de conflictos locales. En Siria, por ejemplo, los cuatro años de sequía de 2006 a 2010 han hecho huir hacia las ciudades a un millón de campesinos. Este éxodo climático, añadido al millón de refugiados iraquíes, creó en 2010 una situación explosiva que no es ajena al drama actual de ese país.

A la inversa ¿en qué medida preservar los suelos puede frenar el calentamiento?

Si se restauraran 12 millones de hectáreas por año —es decir, el equivalente de las tierras productivas que destruimos cada año en el mundo debido a la urbanización y a malas prácticas agrícolas—, alcanzaríamos los 500 millones de hectáreas a mediados de la próxima década de 2050. Este aumento de tierras no sólo garantizaría nuestra seguridad alimentaria, sino que permitiría secuestrar anualmente en los suelos el equivalente a un tercio de las emisiones actuales de gas de efecto invernadero.

La materia orgánica que fertiliza los suelos está constituida principalmente por el carbono y el nitrógeno capturados por las plantas durante su fase de crecimiento. Recrear el manto vegetal para que las tierras vuelvan a ser fértiles sería la medida más eficaz para moderar el recalentamiento climático, con un coste medio inferior a 100 dólares por hectárea. Esta estrategia de moderación es también una estrategia de adaptación: los suelos recuperados son, por ejemplo, más capaces de absorber las precipitaciones violentas y, por tanto, previenen los efectos devastadores de las inundaciones.

Lo que pasa es que pensamos el problema del recalentamiento únicamente en términos energéticos. Perdemos de vista que durante los 30 a 50 años que nos llevará la transición energética vamos a tener necesidad de secuestrar carbono de manera masiva y rápida para contener el recalentamiento bajo la barrera de los 2ºC. Y la única manera de hacerlo a un coste razonable es la recuperación de las tierras degradadas.

¿Estas recomendaciones están integradas en la actual negociación del clima?

No. La cuestión energética domina totalmente el debate. Es difícil atraer inversores hacia la financiación a largo plazo de la agricultura. Hay que añadir que si el tema del suelo está tan abandonado es porque los países más expuestos a la desertificación son también los que menos influencia tienen en las negociaciones.

 

PARA SABER MÁS

www.unccd.int: página web de la Convención de las Naciones Unidas para la lucha contra la desertificación