Tras las elecciones, ¿recortes?
Elecciones: La repetición de los comicios da vida al PP y pone fin a la ‘tregua’ electoral que dejó en segundo plano la lucha contra el déficit.
Mariano Rajoy, en la noche electoral, junto a su esposa (izquierda) y la secretaria general del PP. FOTO: Tarek/PP
La repetición de las elecciones generales, el pasado 26 de junio, no ha desbloqueado por completo el panorama político en España, pero el avance de Mariano Rajoy y del Partido Popular —el único que crece significativamente: 14 escaños y 600.000 votos— y la decepción de Unidos Podemos —que mantiene los escaños conseguidos en diciembre por separado entre Podemos, sus confluencias e IU, pero se deja 1,2 millones de votos por el camino— han reforzado la opción de continuismo, también en política económica.
Con una aclaración: pasado el paréntesis de la doble cita electoral —y con independencia de la hipótesis de una tercera ronda, que nadie en los círculos de poder de Madrid considera una posibilidad real— llegará la hora de afrontar la realidad sin la dosis extra de azúcar servida durante la inacabable campaña electoral, que en la práctica arrancó en la primavera de 2015 con las elecciones municipales y autonómicas: el próximo julio debería activarse el procedimiento en Bruselas para abordar ya sin eufemismos la situación económica de España, muy alejada del triunfalismo exhibido por el PP y Rajoy. Visto el gran aumento del déficit en 2015 y la caída de la recaudación en el primer cuatrimestre de 2016, todo el mundo sabe qué va a sugerir la ortodoxia (en Bruselas y en Madrid): la inevitabilidad de nuevos recortes.
Las reformas de Mariano Rajoy en España han sido vendidas en toda Europa como exitosas por las autoridades que las han impulsado, pese a que muchos economistas vienen alertando de que la supuesta recuperación es mucho menos vigorosa de lo que aparenta y que en realidad ha profundizado la pobreza y la exclusión social sin poner las bases para un crecimiento significativo y sostenible. Pero incluso con independencia de este debate de fondo, la inminencia del ciclo electoral de 2015 —municipales y autonómicas, luego catalanas y finalmente generales en dos fases— supuso un paréntesis en la intensidad de las recetas ortodoxas del Gobierno, que buscaba mejorar las expectativas electorales del partido con el mensaje de que lo peor de la crisis ya ha pasado gracias al supuesto buen hacer gubernamental y que no serán necesarios nuevos recortes.
LUCES ROJAS
Pese a las reticencias del comisario económico de la UE, Pierre Moscovici, que ya durante 2015 activó las luces rojas advirtiendo de que España incumpliría sus compromisos de déficit, Rajoy logró el respaldo del presidente de la Comisión Europea, su correligionario Jean-Claude Jüncker, para dejar pasar los comicios antes de afrontar de verdad la situación en España y tener con ello mejores garantías de continuidad frente a la amenaza de Podemos. El auge de esta formación era vista con gran preocupación en Bruselas, alarmada ante la posibilidad de tener que lidiar con una nueva versión del primer Alexis Tsipras, pero en España, de mayor peso económico que Grecia.
El resultado macroeconómico de este paréntesis electoral —más prolongado de lo previsto ante el bloqueo del 20-D y aún sin fecha clara de superación— está a la vista de todos: como había alertado Moscovici, las cuentas de 2015 en España difícilmente pueden ser ya ejemplo alguno para Bruselas, que considera prioritaria la reducción del déficit, en la medida que España cerró el ejercicio con un déficit del 5,1%, el segundo mayor de toda la UE, y nada menos que 10.000 millones de euros por encima del objetivo. El problema se ha agravado en lo que llevamos de año: la recaudación cayó el 10% en el primer cuatrimestre —el impuesto que pagan las empresas se despeñó el 50%—, lo cual augura que el déficit seguirá escalando y engordará aún más la deuda pública, que el primer trimestre rebasó el 100% del PIB, una magnitud que los economistas suelen considerar inasumible.
Pese a que el incumplimiento del déficit de 2015 era ya una evidencia antes de la repetición electoral, Jüncker logró aplazar el debate sobre el castigo —España se enfrenta a sanciones que pueden llegar a 2.100 millones— hasta después del 26-J, un auténtico balón de oxígeno para apuntalar las expectativas electorales de Rajoy. Éste pudo presentarse a los comicios con el supuesto balance exitoso de su gestión económica y asegurar que los recortes son cosa del pasado.
Sin embargo, para lograr el aplazamiento del expediente España, Rajoy tuvo que remitir una misiva a Jüncker el pasado 5 de mayo dándole garantías de retomar sin ambages la reducción del déficit —léase “recortes”— una vez superado el “contexto político complejo” relacionado con las elecciones y la dificultad para formar gobierno.
Esta estrategia de patear el balón hacia adelante para poder exhibir en campaña el supuesto nuevo milagro económico español, acabó dando réditos el 26-J, propulsado además por los temores ante la inestabilidad y la caída de los mercados generada por el Brexit: el PP recuperó terreno en votos y escaños sobre todo a costa de su principal competidor en el electorado de centro-derecha, Ciudadanos. El partido de Albert Rivera se presentó con un programa económico coordinado por el catedrático Luis Garicano, que a diferencia del PP no ocultaba la necesidad de nuevos esfuerzos para aplacar el déficit, en línea con la misiva privada de Rajoy.
Jüncker avaló retrasar para después del 26-J la reprimenda a España
La coalición antiausteridad ha sido la más castigada
Por su parte, el PSOE perdió 100.000 votos, aunque subió medio punto en porcentaje de voto —debido al aumento de la abstención— y evitó el temido sorpasso —ser adelantado por Unidos Podemos— que auguraban todas las encuestas. Los socialistas comparten el marco de la necesidad de reducir el déficit, pero con una diferencia importante con respecto al bloque de centro-derecha: la petición de flexibilizar los plazos para poder impulsar también medidas expansivas que faciliten la vuelta al crecimiento y atenuar los efectos de la austeridad.
La formación con un programa más crítico con los criterios de Bruselas era el de Unidos Podemos, que sin embargo se presentó con una propuesta alejada de radicalismos, básicamente socialdemócrata. Pero se quedó clavada en escaños y nadie perdió tantos votos como esta confluencia que enarbolaba la bandera antiausteridad.
El PP no tiene garantizado formar gobierno, aunque está mucho más cerca que en diciembre. Pero sea cual sea la fórmula final, incluirá tijera.