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Trump agita el látigo contra la UE y China

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Noviembre 2018 / 63

Proteccionismo:Tras el nuevo acuerdo con México y Canadá, el presidente de EE UU amenaza con más aranceles. La economía mundial comienza a resentirse.

El primero ministro canadiense, Justin Trudeau, con el presidente de EE UU, Donald Trump, en la Casa Blanca. FOTO: LA CASA BLANCA

Espoleado por su éxito en la renegociación del tratado de libre comercio con Canadá y México, un eufórico Donald Trump dirige ahora su mirada hacia Europa y China. El presidente estadounidense amenaza con unos aranceles del 25% a la importación de coches europeos si las actuales conversaciones con Bruselas no llegan a buen puerto y avisa de que impondrá nuevas sanciones al Gobierno de Pekín si este se niega a abrir el gigantesco mercado chino a los productos Made in USA.

Con las elecciones legislativas del 6 de noviembre a la vuelta de la esquina, Trump asegura que su política proteccionista está dando alas a la economía estadounidense y obligando a sus socios comerciales a sentarse a negociar. Washington impuso en mayo pasado nuevas tarifas a las importaciones de acero (25%) y aluminio (10%) procedente de la UE, medida a la que Bruselas respondió subiendo aranceles a productos estadounidenses por valor de 3.000 millones de euros.

Un recrudecimiento de la guerra comercial entre EE UU y la Unión Europea tendría serias consecuencias a ambos lados del Atlántico. Un estudio elaborado por cinco centros de estudios alemanes por encargo del Gobierno de Berlín advierte del riesgo de que ambas economías caigan en recesión si así sucede, poniendo en riesgo cientos de miles de puestos de trabajo.

En la misma línea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) vaticina que las hostilidades declaradas por Trump contra Europa y China van a frenar el avance de la economía mundial durante este año y el siguiente. La política proteccionista del mandatario norteamericano ha llevado a los principales organismos internacionales a rebajar las previsiones de crecimiento para las grandes economías del planeta, entre ellas las del propio EE UU, China, Alemania, Francia, Reino Unido y España.

Los negociadores europeos y estadounidenses acordaron en julio dejar de lado la aplicación de nuevos aranceles mientras duren las negociaciones, pero Trump ha endurecido su lenguaje desde la firma del nuevo tratado con Canadá y México. En el punto de mira del inquilino de la Casa Blanca están los coches europeos de alta gama, principalmente los de fabricación alemana. Trump considera que los actuales aranceles son demasiado bajos y que son la causa principal del difícil momento que atraviesa el sector del automóvil en EE UU. El Departamento de Comercio estadounidense ha puesto en marcha una investigación para determinar si las importaciones de coches suponen “una amenaza para la seguridad nacional”. 

 

MERCEDES EN LA QUINTA AVENIDA

Trump se ha quejado en varias ocasiones de que se ven muchos Mercedes aparcados en la Quinta Avenida neoyorquina, mientras que apenas circulan Chevrolet fabricados en EE UU en las calles alemanas. En una reciente entrevista con la CBS, repitió la idea de que la Unión Europea nació con el propósito de aprovecharse del comercio con su país. “Nadie nos trata peor que la Unión Europea”, dijo. 

Subir las tarifas a los fabricantes alemanes podría tener, sin embargo, un efecto contraproducente para los intereses estadounidenses. Muchos de los BMW que se venden en Estados Unidos se ensamblan en la planta que la marca alemana tiene en el Estado de Carolina del Norte desde 1994. Si subieran los aranceles a los automóviles y las piezas de recambio procedentes de Alemania, también aumentarían los costes de la fábrica, cuya actividad depende de los suministros del otro lado del Atlántico. Quienes saldrían perdiendo serían los trabajadores de Carolina del Sur. Además, los expertos consideran que una rebaja en los aranceles europeos no traería consigo necesariamente un aumento de las ventas de coches estadounidenses, pues estos consumen más combustible y no son del gusto del conductor europeo. 

Mientras tanto, Trump sigue elevando la tensión política y comercial con China, convertido en objetivo número uno tras la firma del acuerdo con Canadá y México. A mediados de octubre lanzó la idea de imponer nuevos aranceles al gigante asiático, al tiempo que reiteró las acusaciones contra el Gobierno de Pekín de haber intervenido en la campaña de las elecciones presidenciales de 2016, sin aportar prueba alguna. Washington ha impuesto hasta el momento tres rondas de aranceles a las importaciones chinas, entre ellas las de aluminio, coches y acero, con un valor total de 250.000 millones de dólares. Pekín ha respondido con la misma moneda. 

 

EL NUEVO NAFTA

Cuando restaban apenas unas horas para que se cumpliera el plazo fijado, EE UU, Canadá y México alcanzaron un nuevo acuerdo comercial el 30 de septiembre. El tratado entrará en vigor el 1 de enero de 2020 y aún debe ser ratificado por el Congreso estadounidense, un proceso que durará varios meses. Lo más probable es que los legisladores den su visto bueno al texto, que parece satisfacer a un número más que suficiente de republicanos y demócratas. 

Trump no ha perdido la ocasión para sacar pecho y vender el acuerdo como otra promesa electoral cumplida. Sus negociadores lograron finalmente cambiar el título del documento, conocido hasta hora como Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA en sus siglas en inglés) por el de Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA). El nuevo pacto está lejos de ser la “revolución” que el presidente prometía, pero contiene sustanciales mejoras para agricultores, ganaderos y trabajadores del sector automovilístico de EE UU. 

Trump saca pecho en vísperas de unas elecciones clave

El FMI vaticina un menor crecimiento de las grandes economías

En el punto de mira están los coches europeos de alta gama

También canta victoria el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, que opta a la reelección en menos de un año. Trudeau puede presumir de no haber cedido en muchas de las exigencias de Trump, con quien no mantiene precisamente una relación cordial. México parece ser el país que más ha cedido en las negociaciones, capitaneadas por un presidente saliente como Enrique Peña Nieto. El USMCA establece que al menos el 30% de los automóviles (el 40% a partir de 2023) deberán fabricarse por trabajadores que ganen al menos 16 dólares la hora, prácticamente el triple de lo que gana un empleado medio del sector en México, y obliga a este país a eliminar trabas a la creación de sindicatos. EE UU y Canadá creen que estas medidas ayudarán a que los puestos de trabajo de sus respectivas fábricas de coches no se vayan al vecino del sur.

Trump pretende convertir el USMCA en un “manual” para renegociar nuevos acuerdos comerciales. Una vez firmada la paz con sus vecinos, toda su artillería (al menos la dialéctica) apunta ahora a la Unión Europea y, sobre todo, a China.