Tsipras gana tiempo
De las elecciones parlamentarias de septiembre sale un Parlamento casi idéntico al de enero.
Desde que el pasado enero la coalición griega de la izquierda alternativa, Syriza, llegó al poder ha pasado de todo, pero la foto política resultante es prácticamente la misma.
Tras ser elegido primer ministro, Alexis Tsipras pactó con la derecha antiausteridad, desafió a la troika, rechazó las condiciones del rescate, ganó un referéndum contra el Diktat de la UE con más del 60% de los votos. Luego cambió al ministro de Economía, aceptó prácticamente el mismo Diktat y logró el aval del Parlamento, pero por el camino se rompió Syiriza, lo que le dejó sin mayoría y abocó el país a nuevas elecciones. Todo esto en tan sólo nueve meses, cargados de emociones y de adjetivos —vértigo, entusiasmo, traición—, casi siempre en el filo de la navaja del Grexit y del impago de la deuda.
Al final, vuelta al mismo punto de partida: rotunda victoria electoral de Tsipras y Syriza, que volverá a formar gobierno con Griegos Independientes, la derecha soberanista.
Los resultados de ahora son prácticamente calcados a los de enero, con mínimas diferencias de matiz: aumenta siete puntos la abstención (43,4%, pese a ser el voto formalmente obligatorio), se recupera muy levemente el Pasok, que reagrupa los restos del naufragio socialdemócrata tras el retorno fracasado de Yorgos Papandreu, y entra en la nueva Cámara un pequeño partido centrista. Pero las coordenadas básicas se mantienen: victoria global de la izquierda y de las opciones que apuestan por seguir en la Unión Europea y en el euro, pese a los estragos de la austeridad.
Nadie ha capitalizado el abrumador no del referéndum de julio: ni en la derecha —el neonazi Aurora Dorada repite resultados y sube únicamente un escaño— ni tampoco en la izquierda. El Partido Comunista sigue clavado en el 5,5%; la nueva plataforma escindida de Syriza por la traición de Tsipras, que aboga por salir del euro, se quedó en el 2,9% y fuera del nuevo Parlamento; Antarsya, coalición de matriz trotskista, cosechó el 0,85%, y la plataforma de indignados, Frente Popular Unidos, otro 0,77%.
Aunque a Bruselas le pese, Tsipras aguanta, y gana tiempo a la espera de que en algún otro país de la UE gane alguna formación amiga.
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