UGT: nuevo líder, grandes desafíos
Renovación: El sindicato cierra su 42º congreso con la voluntad de modernizarse y recuperar la relevancia perdida durante la crisis. Lograrlo no va a ser fácil.
El secretario general de UGT, Josep Maria Álvarez, se dirige a los asistentes al congreso del sindicato. FOTO: MCA-UGT
Sólo 17 votos de diferencia dieron la victoria a Josep Maria Álvarez en la pugna por el liderazgo de la Unión General de Trabajadores (UGT) en el congreso que la centenaria organización celebró a mediados de marzo en Madrid. El hasta entonces líder del sindicato en Catalunya logró el triunfo a pesar del apoyo dado a su rival, Miguel Ángel Cilleros, por el secretario general saliente, Cándido Méndez, y otros dirigentes ugetistas. Al final fue decisivo el respaldo de dos de las mayores federaciones de UGT: la del metal, de la que procede el propio Álvarez , y la de servicios públicos.
La votación, cuyo resultado se conoció bien entrada la madrugada de la última jornada del congreso, estuvo marcada por una profunda desconfianza entre los candidatos y sus respectivos seguidores. Prueba de ello es que el sufragio fue secreto y que cada uno de los 600 delegados tuvo que depositar su voto en la urna tras pasar por las cabinas habilitadas para garantizar la confidencialidad.
“CATALANOFOBIA”
Un asunto no relacionado directamente con la actividad sindical, como es el referéndum sobre la independencia de Catalunya, estuvo a punto de costarle la elección a Álvarez, partidario del llamado derecho a decidir. El uso del asunto que hizo el aparato ugetista para socavar su candidatura —incluida una entrevista de Cándido Méndez con el diario El País en vísperas del congreso— irritó sobremanera a Álvarez, quien llegó a hablar de “catalanofobia”. Aunque nadie quiso manifestar públicamente su descontento para no proyectar una imagen de división, numerosos delegados criticaron a Méndez y su círculo más estrecho en los pasillos del congreso.
La cuestión catalana eclipsó problemas como el paro o los estragos de la reforma laboral en la cobertura que la mayoría de los medios de comunicación hicieron del cónclave ugetista. Fue sólo un anticipo de lo que espera al nuevo líder en Madrid, donde amplios sectores consideran un estigma ser favorable a una consulta sobre la independencia de Catalunya. Los defensores de Álvarez sostienen que sus opiniones al respecto no son un lastre, sino un activo, y subrayan que ha contribuido decisivamente a frenar en Catalunya el surgimiento de sindicatos nacionalistas como los vascos ELA y LAB o la Intersindical Gallega. Los detractores del flamante secretario general ugetista, por el contrario, recuerdan que aunque personalmente no sea partidario de la secesión, sí ha dado alas al independentismo al haberse rodeado de colaboradores que ven esa opción con simpatía.
Sea como fuere, el hecho es que Álvarez ocupa ya su despacho en el antiguo convento de las Arrecogidas, la sede confederal de UGT ubicada en la calle de Hortaleza, de Madrid, donde le esperaban cuestiones urgentes. Algunas tienen que ver con la reorganización interna que ya ha emprendido el sindicato; otras son de más largo alcance, como definir el papel de la organización en una sociedad que a duras penas sale de la crisis y hacer frente a la creciente precariedad del mercado laboral. Son retos compartidos por CC OO, la otra gran central sindical española, que tiene previsto emprender su propio proceso de renovación en 2017.
Con sesenta años recién cumplidos, Álvarez no lo va a tener fácil. Para empezar, sus críticos ponen en duda que sea capaz de liderar una renovación profunda del sindicato un histórico que lleva desde 1990 al frente de la federación territorial de Catalunya, y recuerdan que en estos últimos veinticinco años ha convivido nada menos que con cinco presidentes de la Generalitat: Jordi Pujol, Pasqual Maragall, José Montilla, Artur Mas y Oriol Puigdemont.
Nacido en Belmonte de Miranda (Asturias), Álvarez emigró a Barcelona en 1975, cuando tenía diecinueve años. Allí trabajó en la empresa La Maquinista (hoy Alstom) y se afilió a la UGT. Como muestra de sus identidades compartidas, el nuevo líder ugetista responde por igual a los nombres de Josep Maria, José María, Pepe o Pepín. Habla castellano con acento catalán, aunque a veces le delata su origen asturiano. Durante toda su trayectoria ha apoyado la incorporación a la actividad sindical de la lengua catalana, que maneja con soltura.
Una de las cuestiones más urgentes para el nuevo secretario general será frenar la sangría de afiliaciones. En los últimos cinco años, UGT ha perdido casi una cuarta parte de sus miembros, al pasar de 1,2 millones a 928.000. Es una caída muy similar a la experimentada por CC OO, que tiene algunos afiliados menos, pero más delegados en las empresas.
REFORMA LABORAL
Otra clave será ver si UGT y CC OO consiguen recuperar la iniciativa tras una reforma laboral que les ha dejado noqueados. Los sindicatos creen que la pasada legislatura ha sido la más dura con los derechos de los trabajadores desde el fin de la dictadura y que han sido víctimas de una campaña feroz del Gobierno de Mariano Rajoy para restarles influencia en los lugares de trabajo y en la sociedad en general.
A nadie sorprendió, por tanto, que en su primer discurso como líder ugetista Josep Maria Álvarez pidiese a los partidos de izquierda que se dejaran “de tonterías” y se pusieran a trabajar para llegar a un acuerdo de gobierno. Si así sucediera finalmente, no cabe duda de que las centrales sindicales tendrían un interlocutor mucho más receptivo a sus demandas, o al menos no tan agresivo como ha sido el PP.
Para UGT y CC OO, es fundamental recuperar la negociación colectiva como herramienta de acción sindical y eje de la relación entre las empresas y los trabajadores. La resolución final del congreso ugetista llamó por ello a la derogación de las últimas reformas laborales: la llevada a cabo por el Gobierno de Mariano Rajoy en 2012 y la aprobada dos años antes por el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero.
De la línea ideológica del futuro Gobierno dependerá también la aprobación de un nuevo modelo de financiación de los sindicatos, que han visto caer significativamente sus ingresos en los últimos años. Álvarez es partidario de adoptar el sistema vigente en los países escandinavos, donde los acuerdos pactados por los sindicatos sólo benefician a sus miembros, lo cual incentiva la afiliación y proporciona a las organizaciones los recursos necesarios para su funcionamiento.
La cuestión catalana casi le cuesta el puesto a Josep Maria Álvarez
Una de las cuestiones más urgentes es frenar la sangría de afiliaciones
Otra clave será restaurar la imagen dañada por los casos de corrupción
La “gran reforma estructural” de UGT prometida por el nuevo líder tiene, entre otros objetivos, el ahorro. El sindicato pasará de tener seis federaciones a sólo tres: una de servicios públicos, otra de servicios privados y una tercera que agruparía a todas las secciones industriales. La fusión irá acompañada de una descentralización para dar más autonomía y protagonismo a los distintos sectores de actividad con el propósito de atender mejor a los trabajadores de la pequeña y mediana empresa, donde muchos prefieren no involucrarse en la acción sindical por miedo a perder el puesto de trabajo.
Los principales órganos de dirección salidos del congreso son prácticamente paritarios. En este terreno, el sindicato ha avanzado mucho en las últimas dos décadas. En 1994, cuando Méndez fue elegido secretario general, sólo había una mujer entre los once miembros de la Comisión Ejecutiva Confederal. La Ejecutiva de Álvarez está integrada por siete hombres (incluido el secretario general) y seis mujeres.
Otro frente en el que tendrá que batallar Álvarez es el de la imagen. Casos de corrupción como el de los ERE y los cursos de formación en Andalucía, las tarjetas black de Caja Madrid o el llevado a cabo por el histórico líder minero José Ángel Villa en Asturias han dañado gravemente el prestigio de la UGT. Aunque sus dirigentes insisten en que se ha actuado rápidamente y con contundencia, la autocrítica ha sido escasa, como lo demuestra el hecho de que las intervenciones públicas durante el congreso apenas mencionaron la cuestión .
UGT ha hecho también tímidos avances en la democratización interna. En su próximo congreso, sólo se necesitará el 15% de los avales de los delegados para presentar un candidato a secretario general, en lugar del 25% vigente hasta ahora. La participación directa de los afiliados en la elección del líder se dejó para más adelante.