La década perdida para los salarios
Si se le resta el aumento de los precios, que reduce la capacidad adquisitiva de la gente, los españoles ganan hoy un 0,3% menos que hace una década.
El informe anual sobre salarios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) es un mazazo a la narrativa oficial de la supuesta recuperación económica tras la crisis. Una década después del estallido, en varios países occidentales el salario real —descontada la inflación— de los trabajadores aún no ha alcanzado los niveles de entonces. Y España tiene uno de los peores registros del mundo.
Ahora que empieza a hablarse tanto de que vuelve a aproximarse una nueva crisis, convendría detenerse un momento antes de debatir cómo hacerle frente: si puede llegar una nueva crisis sería porque hace años que hubo una recuperación y, por tanto, estaríamos inmersos en una fase expansiva. Sin embargo, esta narrativa oficial no acaba de casar con la realidad. El Informe mundial sobre salarios 2018/2019, presentado recientemente por la OIT, analiza la evolución de los salarios en la última década y en varios países el saldo real —restándole la inflación— resulta que es negativo, con España entre los peores registros de todo el mundo, con un descenso del 0,3%: ¿Realmente puede haber habido recuperación si la gente aún gana menos que hace una década?
La situación en España es especialmente sangrante, pero el fenómeno es común a la gran mayoría de países occidentales, incluido EEUU, cuya economía se supone que marcha viento en popa pero donde, en la última década, el salario real apenas ha crecido el 0,6%. Lo mismo sucede en la UE: cada día se habla y se escribe sobre el milagro de la economía alemana, a la que se pone de ejemplo máximo de robustez y de modelo a seguir, pero resulta que el salario real de sus trabajadores apenas ha aumentado el 1% en la última década. En 17 países de la Unión los salarios reales han aumentado el 1%, o menos, en 10 años. E incluso hay cuatro países con registros negativos: España (-0,3%), Reino Unido (-0,5%), Italia (- 0,6%) y Grecia (-3,1%).
Esta raquítica evolución de los salarios ha sido asumida por el establishment económico como una cuestión menor, cuando no inevitable. En algunas ocasiones, incluso ha sido alabada como la receta que explica la supuesta recuperación, y en otras se ha puesto el grito en el cielo ante propuestas de aumento sustantivo del salario mínimo como el decidido por el nuevo Gobierno de España. Sin ninguna preocupación, además, por los efectos que puede provocar el cóctel de reducción de ingresos en las familias combinado con una narrativa oficial de recuperación económica y hasta de milagro económico, lo que puede generar entre la gente corriente la impresión de que estamos en realidad ante una gran tomadura de pelo.
El auge de los populismos y de las opciones de extrema derecha no puede explicarse por un único factor, pero el informe salarial de la OIT puede aportar alguna pista al menos sobre su cartografía: en EEUU ha llegado a la presidencia Donald Trump; en Alemania la extrema derecha está rompiendo el tablero político; en España y Grecia la rabia antiestablishment se canalizó inicialmente a través de la izquierda —Podemos y Syriza—, pero la nueva derecha extrema ha ido ganando posiciones —en España, ahora con la irrupción de Vox—; en Reino Unido triunfó el brexit, e Italia cuenta con un Gobierno euroescéptico de coalición entre el ultra La Liga y el antipolítico Movimiento 5 Estrellas. En todos estos países los salarios reales llevan una década estancados o a la baja y, en cambio, se ha vendido la idea no sólo de que ya superamos la crisis hace tiempo, sino que estamos a las puertas de otra, lo que en buena lógica exigirá nuevos sacrificios.
El informe de la OIT pone el énfasis este año en la brecha salarial de género. Las mujeres comparten este marco general de retrocesos salariales, pero con el añadido de que sus salarios ya son, de partida, mucho más bajos en todo el mundo.
Las causas son muy distintas en función de las enormes diferencias entre las economías y sus mercados de trabajo, pero al final en todas se llega a una brecha salarial de género muy importante. Este es el patrón común: “Las mujeres tienen un nivel de educación superior al de los hombres que ostentan las mismas categorías ocupacionales, aunque cobran salarios inferiores”, subraya el informe.
El estudio estima la brecha salarial de género con varias metodologías y avanza una cifra mundial que llega hasta el 22% si se utiliza como referencia la mediana de los salarios.