La EPA vuelve a defraudar
Doctor en Ciencias Económicas y consejero delegado de Inurrieta Consultoría Integral
Tras la última Encuesta de Población Activa (EPA), no hay motivos para el optimismo.
Las principales conclusiones de la EPA del tercer trimestre de 2013 son que la economía española, al margen de la estacionalidad, sigue destruyendo empleo, a un menor ritmo que en 2011 y 2012, y el paro ajustado por estacionalidad vuelve a crecer, tras el oasis del trimestre anterior. La actividad mantiene su tónica de descenso, mostrando un efecto de desánimo entre los nacionales, y un efecto de expulsión entre los extranjeros. Las tasas de actividad y empleo, 59,65% y 55%, son de países con un mercado laboral muy poco dinámico y empeoran las proyecciones de crecimiento potencial a medio y largo plazo.
En un contexto de fuerte incremento de la llegada de turistas, principal fuente de empleo estacional en el trimestre veraniego, la lógica hubiese mostrado un mejor comportamiento, tanto en términos no desestacionalizados como ajustados por estacionalidad. Este mal comportamiento en términos relativos con lo esperado indica que la intensidad de contratación en la temporada de verano ha sido inferior a lo que podrían indicar las cifras de visitantes, lo cual demuestra que estamos ante una gran falta de confianza empresarial en el devenir económico, a pesar de las aparentes buenas cifras financieras sobre inversión en cartera o la entrada de capital extranjero para la compra de deuda pública o inmuebles.
Se acelera la destrucción de empleo estable
El resto de sectores ha mantenido la destrucción de empleo; destacan la industria y la agricultura con 19.700 y 55.000 ocupados menos en este trimestre. La construcción también sigue perdiendo empleo, lo que no concuerda con el final del túnel en el sector. En la industria, la destrucción de empleo en el año supera los 161.000 trabajadores, un botón de muestra de la pérdida de capacidad de la economía para cambiar el modelo productivo, basado esencialmente en los servicios de bajo valor añadido y la construcción. Además, esta pérdida de empleo industrial también afecta a la productividad y competitividad sana; es decir, la que no se mueve exclusivamente por el factor precio del empleo, sino que incoporpora tecnología e I+D+i.
En cifras brutas, la economía española creó en este trimestre 39.500 puestos de trabajo, aunque en el año la destrucción roza los 500.000 (497.100). En tasa trimestral avanzó el 0,24% y en tasa anual retrocedió el 2,87%. Si la serie la ajustamos por estacionalidad, algo imprescindible en una economía tan estacional, la ocupación ha caído en un 0,42%, un descenso de casi 70.000 empleos, con una tendencia de aceleración respecto al trimestre anterior. El desempleo descendió en cifras brutas en 72.800 personas, lo que ha permitido que la tasa de paro no ajustada por estacionalidad se sitúe en el 25,98%, ligeramente más baja que en el trimestre anterior. En la serie ajustada por estacionalidad, el desempleo volvió a repuntar un 0,21%, lo que da idea de que la destrucción de empleo no ha finalizado y se podría reactivar si se confirman los numerosos ERE anunciados.
En el caso de la caída del desempleo, hay que hacer notar que la mayor parte se explica por la salida de activos, 33.300 en el trimestre, lo cual en ningún caso es una señal de reactivación de la economía, sino todo lo contrario. Esta tendencia se inicia en el año 2008, lo que muestra una economía cada vez más parada y sin capacidad para reactivar el mercado laboral.
Solo cuando la actividad y la tasa de empleo se recuperen, podremos hablar de que el mercado laboral, y por ende la economía, está saliendo del estancamiento y podríamos hablar de alcanzar las cifras previas a la crisis, verdadero significado de la palabra recuperación. Si no ocurre esto, la economía apenas podrá crecer y tampoco podrá generar empleo a un ritmo suficiente para eliminar la enorme bolsa de paro existente.
Al margen de la insuficiente capacidad para generar empleo, otro aspecto preocupante es qué tipo de éste se crea. En el último año se han destruido 406.000 empleos asalariados con contrato indefinido y 79.300 con contrato temporal; es decir, la reforma laboral sigue acelerando la destrucción de puestos estables. La transformación de una economía con empleo estable en otra con trabajo inestable es la antesala de la entrada en una dinámica de pobreza relativa, incertidumbre y escasa capacidad de formación de hogares. Esto ya se deja notar en la desestructuración de muchos hogares con todos sus miembros inactivos (4,5 millones), algo inaudito en España.