La locomotora alemana se para
La súbita desaceleración de la primera economía europea es una mala noticia para sus socios de la moneda única.
La locomotora alemana se queda sin combustible. El pasado 30 de enero, el ministro de Economía, Peter Altmaier, anunció una rebaja drástica (del 1,8% al 1%) de las previsiones de crecimiento para este año, achacando los malos augurios a las incertidumbres sobre el brexit y a la beligerancia de EE UU contra la UE y China. “Arrecian los vientos de cara, procedentes sobre todo del exterior”, dijo Altmaier.
El producto interior bruto (PIB) de la primera economía de Europa registró un crecimiento cero en el último trimestre de 2018, lo que significa que Alemania ha eludido por muy poco la recesión (dos trimestres seguidos de crecimiento negativo). Dos factores coyunturales contribuyeron a ralentizar de la actividad: el retraso en el cumplimiento de los nuevos estándares europeos de emisiones de CO2 por parte de los fabricantes de automóviles alemanes y los problemas en el transporte de materias primas por el Rin a causa de la sequía estival. El dato del cierre del año indica, sin embargo, que la contracción sufrida durante el trimestre veraniego (-0,2%) no fue anecdótica, sino un indicio de que Alemania ha entrado en una nueva fase del ciclo y de que quizás haya problemas estructurales que resolver. El año se cerró con un crecimiento del PIB del 1,5%, el menor en un lustro.
Como gran potencia exportadora, Alemania es uno de los países más perjudicados por el rápido deterioro del entorno económico internacional. Las empresas alemanas han comenzado a notar una disminución de los pedidos como consecuencia de las disputas comerciales desatadas por el presidente de EE UU, Donald Trump, bajo el lema America First. La posibilidad de que Reino Unido abandone la Unión Europea el próximo 29 de marzo sin un acuerdo de transición también tiene intranquilos a los agentes económicos germanos.
¿Cuánto brío han perdido las exportaciones alemanas? El año pasado aumentaron a un ritmo medio del 2,4%, comparado con el 4,6% de 2017. Las importaciones crecieron más que las exportaciones, por lo que el sector exterior cerró 2018 con una aportación negativa al crecimiento. El superávit comercial se redujo hasta los 214.200 millones de euros entre enero y noviembre del año pasado, frente a los 229.500 millones del mismo periodo del ejercicio anterior.
Ante el debilitamiento de las ventas al exterior, la demanda interna se ha convertido en el principal motor de la economía germana. El bajísimo índice de desempleo (3,3% de la población activa) y el aumento de los salarios contribuirán previsiblemente al que el consumo siga alto durante el año y a evitar males mayores. La buena salud del sector de la construcción y el equilibrio de las cuentas públicas también tendrán un efecto positivo en la actividad económica. El país cerró 2018 con un superávit presupuestario de 60.000 millones de euros, equivalente al 1,7% del PIB. El Gobierno central, los Estados federados, los Ayuntamientos y la Seguridad Social cerraron sus cuentas en positivo por quinto año consecutivo.
Los malos datos de la economía alemana (casi una tercera parte del PIB de la eurozona) se suman a los de Italia, que entró oficialmente en recesión en el último trimestre del año pasado. El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, ha reconocido el deterioro de la situación y ha dado a entender que los tipos de interés continuarán en niveles históricamente bajos al menos hasta después del verano. El PIB de la eurozona lleva dos trimestres seguidos creciendo a un ritmo del 0,2%, el más lento en más de cuatro años.
La crisis alemana puede tener un impacto negativo en la economía española. Alemania es el segundo destino de las exportaciones españolas, solo superada por Francia, y el segundo emisor de turistas a España, después de Reino Unido, por lo que una caída en el ritmo de gasto de los alemanes se notaría enseguida en las costas españolas.
La debilidad de la primera economía europea supone un nuevo contratiempo para el proceso de integración continental, muy tocado por el brexit, el fuerte auge de los populismos euroescépticos y la pérdida de influencia en la esfera mundial. La canciller Angela Merkel, gran defensora del fortalecimiento de las instituciones comunes, está a punto de agotar su último mandato, y aún se desconoce si la persona que la sustituya estará dispuesta a ejercer el liderazgo necesario para avanzar en la unión fiscal y bancaria y garantizar así la supervivencia de la moneda única.