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Petróleo: volatilidad, muerte y geopolítica

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Noviembre 2018 / 63

El precio del petróleo marcó en octubre su nivel más alto en cuatro años. La subida ya se nota en el bolsillo de los automovilistas y en la factura energética de las empresas, mala noticia para la economía española.

El barril de crudo de Brent, utilizado como referencia en los mercados de Europa y Oriente Próximo, llegó a pagarse por encima de los 86 dólares a principios de octubre, lo que supone una subida del 25% en lo que va de 2018. En un ambiente de fuerte volatilidad, los expertos no descartan que antes de que concluya el año se rompa la barrera de los 100 dólares. 

Como suele suceder en los mercados de crudo, una combinación de factores ha disparado los precios al alza. Los expertos citan en primer lugar la reanudación del embargo decretado por EE UU sobre las exportaciones de crudo de Irán, quinto productor mundial, prevista para el 4 de noviembre. Presionada por Donald Trump para propiciar una bajada de precios en vísperas de unas elecciones cruciales en EE UU, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), liderada por Arabia Saudí, decidió en junio aumentar la producción para compensar la ausencia de crudo iraní en los mercados, pero el cumplimiento del pacto, al que se sumó Rusia, ha sido cuando menos irregular. 

La drástica caída de la producción en Venezuela por problemas de gestión también ha influido en la revalorización del oro negro. A finales de octubre EE UU aumentó por sorpresa su producción en un intento de frenar la escalada de precios.

Los mercados internacionales se vieron también sacudidos por los crecientes indicios de que los servicios secretos de Arabia Saudí estaban detrás de la muerte en Estambul de Jamal Khashoggi, un periodista crítico con el príncipe heredero, Mohamed Bin Salman. Khashoggi residía en EE UU y colaboraba habitualmente con el diario The Washington Post. A la posibilidad de que EE UU y otros países occidentales decidieran imponer sanciones si el crimen quedara impune, el Gobierno Saudí respondió subrayando su “papel esencial en la economía mundial”, frase que fue interpretada como una velada amenaza de provocar un ascenso del precio del crudo. El grupo de medios oficial Al Arabiya fue aún más allá, al vaticinar en una pieza editorial un “desastre económico” si Occidente insistía en culpar a Riad de la muerte de Khashoggi y amenazar con subir el precio del barril por encima de los 200 dólares.

Un deterioro grave de las relaciones entre Occidente y Arabia Saudí retrotraería al mundo a principios de los años setenta del siglo XX, cuando los saudíes y otros productores árabes decretaron un embargo a las exportaciones de petróleo a EE UU y otros países occidentales en protesta por su apoyo a Israel en la Guerra del Yom Kippur. El embargo hizo que los precios del petróleo se cuadruplicaran en menos de un año, al pasar de 3 a 12 dólares por barril, y provocó una crisis energética global. La mayoría de los expertos cree que en esta ocasión los saudíes no llegarán tan lejos porque son conscientes de que una escalada de la tensión con sus principales clientes podría volverse en su contra.

El alza del crudo en los mercados internacionales se ha trasladado rápidamente a las  estaciones de servicio y está haciendo mella en el bolsillo de los conductores españoles. El litro de gasolina costaba a finales de octubre una media de 1,35 euros, un precio no visto en los surtidores desde el mismo mes de 2014 y un 12,5% superior al de hace un año. El del diésel subió hasta los 1,28 euros, un 16% más.

No son buenas noticias en un momento de ralentización económica como el que viven España y el resto del planeta. El dinero extra que los conductores destinan a llenar el depósito deja de ir otros fines, con la consiguiente disminución del consumo en sectores clave de la actividad. La situación, además, coincide con el nivel mínimo en 11 años de la tasa de ahorro de los españoles, lo que supone una merma en su capacidad de hacer frente a nuevos reveses económicos.

La subida del crudo tiene también un impacto directo en la factura energética de las empresas y en el empleo. La economía española importa aproximadamente 450 millones de barriles anuales. El Gobierno calculó en mayo, con el precio del barril a 70 dólares, que el gasto en ese capítulo aumentaría en torno a 5.500 millones de euros este año. El repunte reciente augura que la cantidad será aún mayor.