Pulso institucional para pilotar el euro
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Enero 2018 / 54
La UE, en tiempo muerto mientras Angela Merkel intenta formar gobierno, echa agua a la reforma del euro propuesta por el Ejecutivo de Bruselas, deseosa de ganar influencia en la política económica de una eurozona fracturada entre Norte y Sur.
Desde que llevamos euros en el bolsillo, nunca antes había existido un respaldo ciudadano tan elevado a la moneda única.Sin embargo, la arquitectura de una Unión Económica y Monetaria (UEM) sigue siendo una casa con la mitad de los cimientos.
Existen distintos documentos que reflexionan sobre cómo culminar la casa, y ahora que el crecimiento económico responde, el paro baja y la inversión se recupera, el momento parece propicio para terminarla, antes de que asome otra catástrofe. Es el argumento que esgrime la Comisión Europea para acelerar la reforma pendiente. Una parte de los cimientos se puso ya, con parches, en plena crisis, como las bases de una Unión Bancaria falta aún de un fondo de garantía de depósitos europeo.
“La ventana de oportunidad es estrecha”, señalaba al respecto el comisario europeo responsable de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, en un encuentro con periodistas desplazados a Bruselas, poco después de que el Ejecutivo comunitario desvelara su propuesta, el 6 de diciembre. Entre estas medidas destaca la designación de una especie de jefe del euro, un ministro europeo de Economía y Finanzas que centralice funciones que ahora se reparten entre un montón de gente. Por ejemplo, por el euro hablan la Comisión, el Banco Central Europeo, el presidente del Consejo de la UE y el presidente del Eurogrupo (ahora, Mario Centeno).
Coordinarse exige importantes esfuerzos. Tendría sentido, insiste Bruselas, que alguien tuviera en la cabeza “las prioridades compartidas” de la eurozona considerando que las políticas presupuestaria y fiscal están descentralizadas, pues corren a cargo de cada país. “El euro puede ser un instrumento de crecimiento inclusivo, que ayude a cerrar diferencias”, añade Moscovici en alusión a las diferencias entre acreedores (Alemania) y deudores (España).
Para el gobierno de la UE, la nueva figura debería pilotar instrumentos presupuestarios fundamentales del club. Uno que ayude a los países deseosos de entrar en el euro a que sus economías converjan. Otro para asegurar la estabilidad macroeconómica de la zona euro. Y, en tercer lugar, para apoyar reformas estructurales en los países (la oferta es, en este caso, de 300 millones de euros). Las reformas se han centrado en recuperar la competitividad. En una segunda fase se insiste en la inversión productiva (educación, infraestructuras digitales y la diversificación económica). Aun así, Massivo Suardi, desde el gabinete del vicepresidente Valdis Dombrovskis, apunta: “El tipo de reformas depende de la situación de los países, pero si piensas en un paro juvenil muy elevado y una dualización entre contratos temporales e infinitos [es la foto del mercado laboral español] puede pensarse en algún cambio de reglas legales”.
El futuro ministro europeo de Economía y Finanzas debería ser un híbrido de la Comisión y los gobiernos nacionales de los países del euro, que son los que ponen el dinero, según la propuesta de Bruselas. Así, el señor euro sería a la vez comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, vicepresidente de la Comisión y presidente del Europrupo. Al comunitarizar la figura, deberá rendir cuentas ante el Parlamento Europeo. La Comisión invoca así el control democrático. “La transparencia es baja. Debemos explicar qué hacemos”, añade Moscovici. Los rescates de países se explicaron ante los parlamentos nacionales.
Del mismo modo, el Actual Mecanismo Europeo de Estabilidad —inventado para rescatar países con problemas para financiarse— tambén pasaría a enmarcarse en las instituciones comunes, convertido en un nuevo Fondo Monetario Europeo, con una capacidad de préstamo de 500.000 millones de euros.
“Las diferencias son sorteables”, señala el vicepresidente Dombrovskis. Bruselas se ha cuidado de no encender la alarma. Su documento explicita que “no habrá transferencias permanentes” de ricos a pobres cuando explica cómo funcionaría un mecanismo de estabilización que movilizara recursos “en caso de shocks asimétricos de calado” (sin concretar). Quiso ser un guiño a Berlín. Pero la cumbre europea de diciembre puenteó las propuestas de la Comisión y dejó claro que los acreedores, los que nutren los fondos de dinero, seguirán marcando la ambición y el calendario.