Tipos de interés congelados
La debilidad de la actividad económica trastoca los planes del BCE y la Reserva Federal de subir este año el precio del dinero.
La ralentización de la actividad económica, sumada al nivel relativamente bajo la de inflación, ha forzado a los bancos centrales de EE UU y de la Eurozona a aplazar, al menos hasta 2020, sus planes de subir los tipos de interés. En su reunión de abril, el Banco Central Europeo (BCE) decidió mantener el precio del dinero en los niveles históricamente bajos que registran desde marzo de 2016. Los tipos seguirán, por tanto, en el 0% hasta finales de año y “tanto tiempo como sea preciso para garantizar que la inflación se mantiene de manera sostenida en niveles inferiores, pero cercanos, al 2%”, manifestó el presidente del BCE, Mario Draghi, tas anunciar la decisión. La entidad también optó por no modificar el tipo negativo del 0,4% que los bancos pagan por guardar su dinero en el BCE, una medida destinada a animar a las entidades a dar préstamos y reactivar la actividad económica.
La autoridad monetaria lleva meses intentando sin éxito subir los tipos de interés para recuperar la normalidad perdida durante la crisis, que llegó a poner en peligro la existencia del euro. El motivo del nuevo aplazamiento no es otro que los síntomas de debilidad que da desde hace meses la economía de la eurozona, cuyo producto interior bruto creció un magro 1,1% en el cuarto trimestre del año pasado con respecto al mismo periodo del año anterior, comparado con el 1,6% del tercer trimestre, el 2,1% del segundo y el 2,6% del primero. El BCE puso fin en diciembre a su programa de compras masivas de bonos nacionales, pero el rápido deterioro del clima económico puede llevar a la entidad a poner en marcha nuevos estímulos.
El BCE está especialmente preocupado por la ralentización de la actividad industrial debido a la menor demanda exterior de manufacturas made in Europe. Las incertidumbres sobre la evolución de la economía mundial provienen fundamentalmente de las medidas proteccionistas adoptadas por EE UU y de las vulnerabilidades de los mercados emergentes. El BCE vaticina que el impacto de estos factores va a ser duradero, por lo que el crecimiento medio de la zona euro será débil durante el resto del año.
En el lado positivo, la institución avanza que la zona euro va a seguir beneficiándose de condiciones favorables de financiación, del crecimiento del empleo y de la subida de los salarios. Mientras tanto, la inflación sigue estando por debajo del objetivo del 2% fijado por el BCE: en marzo alcanzó el 1,4% en términos interanuales, una décima menos que en febrero.
En EE UU, la Reserva Federal ha decidido hacer una pausa en las subidas de tipos de interés iniciada a finales de 2015 y ha dado a entender que no habrá cambios en lo que resta de año. La Fed, que subió el precio del dinero cuatro veces el año pasado, hasta el 2,5%, tenía previsto hacerlo al menos en otras dos o tres ocasiones en 2019 para dejarlos en el 3% o el 3,25%.
Pero las perspectivas, como en Europa, han cambiado. “Es un buen momento para ser paciente”, declaró el presidente del banco central estadounidense, Jerome Powell, tras la última reunión de la entidad. Aunque crece a un ritmo más vivo que la europea y goza prácticamente de pleno empleo, la economía estadounidense ha perdido fuelle desde el inicio del año. La ralentización de la actividad en China —resultado, en parte, de la guerra comercial declarada por Donald Trump— y las consecuencias del brexit preocupan a los responsables de la política monetaria de EE UU, así como la posibilidad de que se produzca un nuevo cierre del Gobierno federal. La Fed ha rebajado su previsión de crecimiento del PIB del 2,3% al 2,1% para este año y ha elevado la de la tasa de desempleo del 3,5% al 3,7%.
La cuestión ahora es si la próxima vez que haya cambios en los tipos serán a la baja en lugar de al alza. Trump lleva meses presionando a la Reserva Federal para que no los suba más —llegó a calificar de “locura” la política monetaria de la Fed– para revitalizar la economía. La entidad puede encontrarse ante la tesitura de hacerle caso al presidente si considera que ello es bueno para la economía o resistirse para mostrar su independencia. Si la economía estadounidense siguiera perdiendo fuerza durante el año y la inflación continuase en niveles relativamente bajos (1,9% en marzo), la Reserva Federal podría optar por bajar los tipos y evitar así que se le acuse de empeorar la situación.