Turismo: cura de humildad
La llegada de turistas comienza a descender tras ocho años seguidos de récords. No hay más salida para el sector que mejorar la oferta.
Las playas de Benidorm han estado este verano un poco menos concurridas que de costumbre. La localidad alicantina,emblema del modelo turístico de sol y playa, registró en el mes de julio una ocupación hotelera del 83,3%. Es el peor dato en ocho años y un indicio claro de la ralentización de la primera industria nacional, que parece recobrar cierta normalidad tras batir récords un año tras otro durante casi una década.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), España recibió en julio 9,8 millones de turistas internacionales, lo que significa un descenso del 4,9% con respecto al mismo mes de 2017. Se trata de la mayor caída en ocho años en el mes favorito de los extranjeros para pasar sus vacaciones en España. Llegaron menos turistas de los tres principales mercados emisores: Reino Unido, Francia y Alemania.
El descenso en el número de visitantes vino acompañado de una disminución de los ingresos del sector: el gasto total de los turistas internacionales alcanzó los 11.747 millones de euros, un 0,9% menos que en julio de 2017. La caída no fue más pronunciada gracias al aumento del gasto medio por turista, que fue de 1.177 euros (un 4,2% más), y del gasto medio diario, que subió hasta los 152 euros (un 9,5% más).
Los datos de los siete primeros meses del año apuntan a un aterrizaje suave de un sector, que da trabajo a 2,5 millones de españoles. Entre enero y julio la llegada de visitantes fue casi plana, con un ascenso de solo el 0,3%, mientras que el gasto total aumentó el 3%, hasta los 50.691 millones de euros. Habrá que esperar a los datos de visitantes de agosto, el otro mes fuerte del verano, para hacerse una idea más clara de la situación, pero cabe la posibilidad de que el año se cierre con un descenso en el número de turistas por primera vez desde 2009.
La primera conclusión que puede sacarse de estos datos es que las empresas del sector, principalmente los hoteles, están compensando la menor llegada de turistas con una subida de los precios. En julio, los hoteles españoles cobraron una tarifa media récord de 101,04 euros por noche, el 3% más que hace un año. La subida está ligeramente por encima de la tasa de inflación, que en julio se situó en el entorno del 2,2% tanto en España como en el resto de la Eurozona.
El ascenso de los precios está ayudando también a paliar la menor duración de las estancias (7,7 días de media en julio, el 4,8% menos que en 2017). Los hoteleros se congratulan de que por fin España esté atrayendo un turismo de mayor poder adquisitivo, pero también son conscientes de que una subida excesiva de los precios beneficiaría a los países competidores.
Y es que algo ha cambiado en 2018. La mejora de la seguridad en Túnez, Turquía y Egipto ha empujado a muchos europeos a regresar este verano a destinos de sol y playa con precios más bajos. Como es tradicional, los turistas que pierde un país mediterráneo lo ganan otros, y esta vez le ha tocado a España ceder ante sus competidores. A menos que se produzca un nuevo deterioro de las condiciones de seguridad, todo indica que la tendencia a la recuperación de esos países se va a acentuar.
La subida de las temperaturas a causa del calentamiento global hará que en el futuro España tenga probablemente que competir no solo con los demás destinos mediterráneos, sino con regiones donde el calor no será tan asfixiante. Varios países del norte de Europa, como Alemania, Reino Unido y Suecia, han registrado este verano temperaturas récord que parecen haber disuadido a muchos ciudadanos de viajar al sur para pasar sus vacaciones.
El Gobierno habla de una “normalización de los flujos” y repite el viejo mantra: es preciso primar la calidad de la oferta turística sobre la cantidad. “Vamos a apostar por una estrategia basada en la calidad, siendo conscientes de que, efectivamente, vamos a tener una ralentización de los flujos”, afirmó la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, tras conocerse los datos de julio.
Mejorar y diversificar la oferta es, sin duda, la gran asignatura pendiente de la industria turística española. Habrá que ver si los progresos de sus competidores la obligan esta vez a aprobarla.