Cuatro plumas de oro para la Fed
Hace cien años, tras sufrir una grave crisis financiera, Estados Unidos se dotó de un banco central. La institución tenía la potestad de salvar a los bancos... pero no la de regularlos.
Fotografía del Consejo de la Reserva Federal de EE UU en 1917. FOTO: GOOGLE BOOKS
En octubre de 1907, una importante crisis financiera golpea Estados Unidos. El país no tiene en ese momento un banco central: nadie puede prestar dinero a las entidades bancarias, que, debido a sus dificultades, podrían acabar hundiendo el conjunto de la economía. Se cuenta con los propios banqueros privados para que se organicen con el fin de responder a la crisis. A la cabeza, el poderoso John Pierpont Morgan logra, tras no pocas peripecias, los préstamos necesarios para salvar el sector financiero y calmar el pánico.
Sin embargo, para numerosos políticos, la situación ya no es sostenible. Un gran sistema financiero como el de Estados Unidos debe disponer de instituciones capaces de manejar las crisis, e incluso de prevenirlas. A partir de 1908, surgen las primeras propuestas en este sentido, como la de crear un impuesto del 5% sobre los depósitos...