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¿Dónde está el botón del 'reset'?

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Febrero 2021 / 88

Ilustración
Pedro Strukelj

Dudas: Hay que analizar con cautela las reformas propuestas por el World Economic Forum para un mundo pospandemia, insuficientes para impulsar la necesaria reconstrucción social y económica.

Parece que el eje temático del discurso del World Economic Forum (WEF) durante 2021 será postular la necesidad de un gran reset (1). Empieza reconociendo que la crisis de la covid-19 ha puesto al descubierto y ha agravado serios desgarros en el tejido social: desigualdades, polarización, degradación del medio ambiente, falta de liderazgo y fracasos de gobernanza.  Considera, pues, que se abre una ventana de oportunidad para reflexionar, reimaginar y reiniciar nuestras sociedades, para construir nuevos cimientos de los sistemas económico y social y crear un futuro más saludable, próspero y equitativo.

Se repite mucho estos días la recomendación, atribuida a Winston Churchill, de que nunca hay que desperdiciar una buena crisis. La propuesta del WEF se alinea en este sentido con las demandas de que la eficacia de las vacunas contra la covid-19 no sirva solo para regresar, con un suspiro de alivio, a la situación de 2019.

Pero como expresa el saber popular, el diablo está en los detalles, y el camino al infierno, empedrado también de buenas intenciones. El WEF representa al mismo statu quo que por acción u omisión lideraba el mundo mientras se producían los desgarros sociales que ahora se pretende enmendar. Conviene, pues, tomar su propuesta con cautela, no sea que se acabara dejando al zorro al cuidado de las gallinas. Retengamos como hipótesis que la propuesta de reinicio pudiera ser el resultado de que —como apunta el personaje de El gatopardo— se haya asumido la necesidad de que todo cambie para que se mantenga la influencia y el poder de los más influyentes y poderosos. En este sentido, las consultoras que asesoran a las grandes empresas reeditan las propuestas de reforma del capitalismo (2) que publicaron ya  antes de la covid-19 (3). Al tanto, pues, de que no se aproveche el ansia de remedios urgentes al estado de confusión, la incertidumbre y la angustia resultante de la crisis para obviar la reflexión a fondo de las propuestas que ahora se plantean.

El WEF representa al 'statu quo' vigente cuando se produjeron los desgarros que ahora se pretende enmendar

Repasemos con estas cautelas en mente los objetivos básicos que articulan el planteamiento del WEF. El primero es guiar una evolución del mercado que genere resultados más justos. Se propone para ello que los gobiernos implementen reformas (de la fiscalidad, la competencia, la propiedad intelectual.., etc.) que creen las condiciones favorables para que se cree una economía de stakeholders, en la línea de las propuestas del manifiesto de 2019 de la Business Roundtable ya comentada en su momento en esta revista (4). Se pueden plantear algunas objeciones a este planteamiento, porque la palabra mercado es solo un eufemismo que desvía la atención de la realidad a la que alude: la de personas y empresas que toman sus propias decisiones. El mercado evoluciona en la medida que lo hagan la mentalidad y los criterios éticos de quienes intervienen en la actividad económica. No se me ocurre que haya nada, aparte de la prioridad de maximizar beneficios, que impida a las empresas actuar tomando en cuenta los intereses de sus stakeholders, dándoles si es preciso entrada en sus órganos de administración. Pretender que sean los gobiernos los que lo impongan como obligación suena como un modo de traspasarles una responsabilidad difícil de asumir, más aún cuando hay motivos para que la confianza en muchos de los poderes públicos se haya deteriorando.

Socializar pérdidas, privatizar ganancias

Un segundo componente del reset es la propuesta de grandes inversiones públicas que incentiven una evolución de la actividad económica según criterios ambientales, sociales y de buena gobernanza. La necesidad de “estimular” a las empresas para que se orienten en este sentido podría discutirse, a la vez que incorporar la propuesta de “Estado emprendedor” que abandera la economista Mariana Mazzucato. Pero resulta en cualquier caso obligado clarificar los criterios, que no se mencionan en el planteamiento del WEF, conforme a los cuales se decide quiénes reciben esas inversiones y cómo se distribuyen los réditos que generen, evitando que una vez más sirvan para socializar pérdidas y privatizar ganancias.

La tercera propuesta, la de aprovechar al máximo y cuanto antes el potencial de las tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial, es quizá la más peligrosa. Porque, si bien se presenta como “un cambio fundamental en el modo en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos”, no se ha sometido a deliberación democrática alguna. También porque no hay por qué aceptar que, como ha sucedido en anteriores revoluciones tecnológicas, el avance exponencial de la tecnología genere “de modo inevitable” ganadores y perdedores. En La Gran Transformación, un libro cuya relectura resulta hoy más que recomendable, Karl Polanyi sostenía que una de las funciones de los gobiernos en la regulación de la actividad económica es ralentizar la velocidad de los cambios cuando se considera que es demasiado rápida para salvaguardar el bienestar colectivo. Es justamente lo opuesto de la postura tecnocrática que defiende que sean los gobiernos los que se adapten al ritmo inexorable de los avances tecnológicos. No perdamos de vista que las tecnologías avanzan solo en la medida en que hay quienes las empujan.

Metáfora equívoca

Queda por comentar la elección de la metáfora del great reset para encabezar este programa de reformas. Las metáforas son útiles en cuanto ayudan a pensar sobre algo nuevo por analogía con algo que resulte más familiar. Como último recurso para que un aparato electrónico se recupere de un error, el botón de reset devuelve de modo inmediato el sistema a un estado seguro y preestablecido. Los directivos de la WEF son demasiado inteligentes para ignorar que su metáfora no es aplicable para afrontar una reconstrucción social. Saben que no hay soluciones simples para retos complejos, como tampoco existe una única estrategia idónea para todas las sociedades. Pero para eso sirven también las metáforas: para desviar la atención sobre aquello que se prefiere ocultar. Como la necesidad de crear y facilitar espacios en los que, a imagen de las ágoras de los griegos, los ciudadanos puedan ejercer como ciudadanos y no solo como votantes para imaginar, debatir y cocrear propuestas de futuro adecuadas para la reconstrucción social y económica de los desgarros generados por la covid y de los preexistentes, tema para otra ocasión.

 

(1) https://es.weforum.org/agenda/2020/09/covid-19-el-gran-reinicio/
(2)  https://www.mckinsey.com/featured-insights/long-term-capitalism/rethinking-the-future-of-american-capitalism
(3)  https://www.mckinsey.com/featured-insights/long-term-capitalism/reimagining-capitalism-to-better-serve-society
(4) https://alternativaseconomicas.coop/articulo/empresas-para-que