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Los economistas, cogidos en flagrante delito de ideología

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Junio 2019 / 70

Valiéndose de la astucia, dos universitarios acaban de demostrar que las ideas preconcebidas y los prejuicios influyen en la labor de los economistas.

ILUSTRACIÓN: GUILLEM ROIG SERRA

¿Son los economistas representantes de una ciencia técnica y objetiva o bien tienen sesgos ideológicos que les incitan a buscar las respuestas que se adecuan a sus prejuicios? Mohsen Javnadi, de la Universidad de Columbia Británica, y Ha-Joon Chang, de la de Cambridge, ambas en el Reino Unido, se propusieron responder a esta cuestión, especialmente para ver cómo son tratados los puntos de vista de los heterodoxos. Y, dado que a nadie le gusta confesar su parcialidad, tuvieron que recurrir a la astucia. Su conclusión es inapelable: la ideología desempeña un papel importante en la labor de los economistas. 

 

RECURRIR A LA ESTRATEGIA DE LA MENTIRA

¿Cómo lograr que alguien confiese sus ideas preconcebidas? Para conseguirlo, nuestros dos especialistas recurrieron a… la mentira. El método no solo es inusual, sino que también es un tanto delicado. Ha sido objeto de discusiones y, en sus anexos al trabajo, los dos autores se han preocupado de ofrecer una síntesis de la literatura existente sobre el tema para demostrar que respetan los cánones de su utilización (véase recuadro Condiciones).

¿Cómo procedieron? Dirigieron un cuestionario a economistas de 19 países, profesores universitarios, altos funcionarios, miembros de think tank, etcétera, y obtuvieron algo más de 2.400 respuestas. A la pregunta de cómo se debía evaluar un argumento económico, el 82% respondió: evidentemente, solo por su contenido.

Para comprobar la credibilidad de esta respuesta, Javdani y Chang les presentaron 15 afirmaciones sobre cuestiones económicas preguntándoles si las compartían o no. Una parte de los economistas tenía el nombre de los autores verdaderos de las afirmaciones, pero, y aquí viene el ardid, para la otra parte se cambió dichos nombres por los de otros considerados más heterodoxos en el campo de la disciplina. 

Por ejemplo, una cita sobre que los ricos tienen tendencia a la secesión era atribuida unas veces a su verdadero autor, Angus Deaton, premio del Banco de Suecia en Economía en memoria de Alfred Nobel y otras veces a Thomas Piketty. Otra sobre la injusticia del capitalismo, pronunciada por el exministro de Economía y expresidente de Harvard, Lawrence Summers, fue también atribuida al agitador  izquierdista y exministro griego de Economía, Yanis Varoufakis.

La técnica es sencilla: si la proposición es cierta cuando la pronuncia Summers y falsa si procede de Varoufakis, la ideología tiene un papel importante.

 

RESULTADOS SORPRENDENTES 

Y estos fueron los resultados. En general, la probabilidad de que una afirmación de un economista ortodoxo sea aceptada disminuye en un 7% cuando se atribuye a un economista heterodoxo, lo que constituye una diferencia estadísticamente importante. Nos limitaremos, aquí, a algunos casos emblemáticos. 

Para su trabajo, los autores recurrieron a atribuciones falsas

Una afirmación pierde apoyo si se atribuye a un supuesto izquierdista

El acuerdo sobre la injusticia del capitalismo disminuye un 9,5% cuando los participantes creen que procede de Varoufakis y no de Summers. Si la afirmación del aspecto alienante de la división del trabajo procede de Karl Marx y no de su verdadero autor, Adam Smith, el índice de apoyo baja en ¡un 12%! Si el cuestionamiento del derecho de propiedad se atribuye al compadre de Marx, Friedrich Engels, la aprobación disminuye en un 14,4% respecto a su verdadero autor, el economista clásico considerado liberal John Stuart Mill. Aunque el estudio de las desigualdades ha adquirido carta de naturaleza en los últimos años, afirmar que los ricos se secesionan del resto de la sociedad recibe un 6,4% menos de apoyos si se atribuye a Thomas Piketty y no a su laureado y verdadero autor, Angus Deaton.

Paradójicamente, una propuesta según la cual los economistas son víctimas de los sesgos de la comunidad para la que trabajan —los economistas de banca tendrían tendencia natural a defender a lass entidades financieras— es considerada tan creíble si procede del economista de la década de 1930 Irving Fisher o de John Kenneth Galbraith. ¡Como si la visión sesgada de los economistas no generara controversia!

 

LOS HOMBRES, MUCHO MÁS CONDICIONADOS QUE LAS MUJERES

Al preguntar a los economistas cómo se situaban políticamente, Javdani y Chang demuestran en su trabajo de investigación que el efecto ideológico es seis veces mayor en los que se inclinan muy a la derecha que en los que lo hacen muy a la izquierda. Otra enseñanza: los hombres economistas tienen un sesgo superior en un 42% al de sus  colegas mujeres, en general, y sobre el papel de las mujeres en el mundo de los economistas, en particular. Cuando una declaración sobre el escaso lugar que ocupan en la profesión se atribuye a Diane Elson, una economista británica, en lugar de a su auténtica autora, la influyente economista estadounidense Carmen Reinhart, su índice de aprobación entre los hombres se desploma.

Los economistas disponen de útiles técnicos, de herramientas y de reflexiones potentes que ayudan a comprender el mundo.  Es, pues, muy importante controlar el modo en que las utilizan, sobre todo asegurándose de que entre ellos hay un debate abierto y respetuoso con los argumentos de los que ofrecen explicaciones diferentes de las de la corriente dominante. Y ese no es el caso hoy. 

 

CONDICIONES

El arte de la mentira

¿Se puede utilizar la mentira en un estudio económico? Esta cuestión ha provocado dudas entre la profesión. Se corre el riesgo de que todas las futuras cobayas de experimentos o de cuestionarios piensen en la posibilidad de estar siendo engañados, lo que puede desacreditar todos los experimentos. Por tanto, se han fijado varias reglas. El engaño no debe atentar contra las personas afectadas, cosa que se ha cumplido en el caso que nos ocupa: no sabemos los nombres de los economistas cogidos en flagrante delito de sesgo ideológico. El estudio no debe poder realizarse sin recurrir a la mentira: si los autores hubieran indicado que estaban comprobando el sesgo ideológico de las personas sometidas al cuestionario, su experimento carecería de sentido. Hay que informar inmediatamente después a las personas de que han sido engañadas. Y, sobre todo, el estudio debe de ser lo suficientemente importante como para justificar el empleo de la mentira. Desde este punto de vista, no hay problema: merecía la pena recurrir a la mentira para demostrar de un modo concreto el sesgo ideológico de los economistas.