Necesitamos ciudades verdes
Los urbanitas son fuente de la mayoría de daños medioambientales, pero también tienen en sus manos parte de la solución. La conferencia Habitat III de Quito ha constatado la urgencia de un crecimiento sostenible de las ciudades
ILUSTRACIÓN: ELISA BIETE JOSA
Las ciudades sólo ocupan el 3% de la superficie de la tierra, pero ya concentran el 54% de la población mundial. En ellas se produce, además, el 70% de las emisiones de gas con efecto invernadero. Es, pues, prioritario actuar a este nivel si se quiere proteger el planeta y sus ecosistemas.
Los ciudadanos urbanitas no son sólo fuente del grueso de los daños ambientales, también tienen en sus manos una parte de la solución. Cuentan, en efecto, con los medios financieros, pues aportan el 80% del producto interior bruto (PIB) mundial. También reúnen a intelectuales, pues la capacidad de innovación se concentra usualmente en la ciudad. Además, la densidad de población permite lograr economías de escala y, de este modo, la producción de bienes y servicios ecológicos sale a un mejor coste.
Las ciudades son cada vez más responsables. Y va a ir a más. En los próximos tres lustros, el número de habitantes del planeta se estima que aumentará en 1.000 millones de personas, así que la población urbana mundial se elevará a 5.000 millones de habitantes, el 60% de la población mundial.
Este crecimiento se da sobre todo en regiones pobres o en zonas emergentes: el 58% de los ciudadanos de los 1.000 millones que se esperan de cara a 2030 serán asiáticos, mientras que el 27% de ellos nacerá en África. Crecerán menos las megalópolis, que concentran todas las riquezas, que las metrópolis regionales y que las ciudades de tamaño mediano, generalmente peor dotadas.
La proporción de ciudadanos que viven en barrios de chabolas retrocede, pero la cantidad en términos absolutos no deja de aumentar: 800 millones en el cambio de siglo, podrían sumar más de 1.000 milones en 2030. Dicho de otro modo, más que nunca la lucha para reducir la huella ecológica de las ciudades debe ir pareja contra la exclusión social.
¿Cómo articular ambos imperativos? Esta cuestión ha estado en el corazón de las discusiones de Habitat III, la tercera conferencia mundial de Naciones Unidas dedicadas a las ciudades, que se celebró el pasado octubre en Quito.
ALTERNATIVAS AL COCHE
Una buena noticia: una ciudad más verde no significa necesariamente una ciudad menos prós2pera. Al contrario. Barcelona, con su área metropolitana, y Atlanta tienen poblaciones comparables, alrededor de [2,7 millones de personas, pero se expanden de modo distinto: una por 162 km2 y la otra por 280]. En Barcelona, las emisiones de CO2 se elevan a 0,7 toneladas por habitante, 10 veces menos que en Atlanta. No es difícil imaginar en cuál de ambas metrópolis la factura energética es menos elevada para los ciudadanos.
Según el New Climate Economy Report (1), los costes de la exposición o concentración urbana suben en EE UU a 400.000 millones de dólares por año, el 2,5% del PIB, mientras que el país tiene dificultades para mantener sus infraestructuras públicas. Cuando se piensa en una aglomeración urbana hay que pensar en congestión de tráfico. Los impactos económicos de ambas cosas afectan a la mortalidad y los gastos sanitarios debidos a la contaminación del aire, al tiempo perdido y al carburante malgastado, y se evalúan cada año en el 1% de la riqueza producida en Nueva York y Londres, el 4% en el caso de El Cairo, el 8% en São Paulo y el 15% en Pekín, según el mismo informe.
Si se tiene un interés real en descarbonizar la ciudad, los resortes que deberíamos accionar son conocidos. El primero consiste en reducir la demanda de transporte. Se trata primero de orientar mediante la planificación urbana las necesidades de alojamiento y avanzar hacia una ciudad compacta y multifuncional, a la vez que densa, donde las distancias entre el hogar, el trabajo y los servicios no sean muy grandes.
Lo que está en juego es enorme: la localización de decenas de miles de kilómetros cuadrados de nuevas superficies habitables que se crearán antes del año 2050 determinará la forma que en el futuro tendrán las urbes más allá del siglo XXI.
Pero el discurso en favor de la ciudad densa es una cosa y la realidad es otra.
En China, recuerda el investigador Rémi Curien, las nuevas ciudades que crecen a toda velocidad alrededor de las metrópolis continúan, como en los años ochenta, yuxtaponiendo grandes bloques monofuncionales: zonas residenciales, industriales, comerciales, administrativas… Una planificación que convierte el uso del coche prácticamente en indispensable para desplazarse de un punto a otro (2).
BUS RÁPIDO
Si las necesidades de desplazamiento son reducidas, será más fácil desarrollar las alternativas al coche individual, sistematizando las experiencias que ahora están dispersas por todas partes. Por ejemplo, lanzado en 1974 en Curitiba (Brasil), el bus rápido funciona sobre pasillos separados que se le dedican de forma exclusiva. Desde entonces, 190 municipios de países pobres y emergentes han adoptado este sistema, que cuesta dos veces menos que el tranvía y diez veces menos que el metro.
El compartir vehículo, nacido en 1987 en Zurich, es una práctica que funciona hoy en más de 1.000 municipios, mientras que el transporte en bicicleta existe en más de 500 ciudades.
En algunos municipios se hace pagar por el acceso. Lo inventó Singapur en 1975, la tasa por congestión la han adoptado Londres, Estocolmo y Milán. Otras metrópolis, Nueva York, Cantón, Pekín y São Paulo le seguirán.
Otras acciones estratégicas pasan por construir alojamientos nuevos de bajo consumo energético.
En realidad, los sobrecostes son pocos en comparación con la calidad estándar (3).También hay que comprometer programas masivos de renovación térmica de viviendas existentes. Eso impone en particular la puesta en marcha de mecanismos de financiación de los hogares por el largo tiempo de retorno sobre la inversión.
No debe subestimarse tampoco, finalmente, la mejora de los niveles de reciclaje de residuos del hogar, que a la vez pueden ser fuente de energía y de materias primas.
REFORZAR EL PODER DE LA URBE
Estas acciones que entran en el campo de competencia de las ciudades no son sólo buenas para el clima, la salud ciudadana y su productividad. También son rentables para la comunidad desde un punto de vista financiero: las inversiones se compensarán por economías de energía, según el informe New Climate Economy. Para poner en marcha estas operaciones, de las cuales el tiempo de retorno sobre la inversión puede, sin embargo, ser relativamente largo (unos veinte años por la renovación térmica de los edificios, por ejemplo), uno de los principales desafíos será el refuerzo de medios de las comunidades, lo cual pone en cuestión las transferencias de poderes administrativos y fiscales entre la escala nacional y la territorial. Una cuestión difícil en todas partes, pero particularmente espinosa en los países en desarrollo.
Las ciudades ocupan el 3% de superficie mundial y el 54% de la población
Una ciudad más verde no significa una urbe menos próspera
Los beneficios de una transición baja en carbono son cada vez mejor percibidos por los elegidos locales. Desde la COP21, asistimos a una multiplicación de anuncios de ciudades comprometidas en el seno de comunidades internacionales: el C40, o red de megalópolis, la convención de alcaldes por la energía y el clima, con 6.900 firmantes, la asociación de gobiernos locales para el desarrollo durable…
El riesgo, de todos modos, es focalizar toda la atención sobre las únicas operaciones que pueden lograr un retorno sobre la inversión gracias a los ahorros de energía, dejando de lado otros temas que siempre son urgentes, empezando por la rehabilitación de los barrios de chabolas. Se caracterizan por la falta de equipamientos más básicos como el saneamiento de aguas usadas, por una inseguridad de las posesiones inmobiliarias que disuade a los habitantes de mejorar las viviendas y a los emprendedores de desarrollar su actividad. Se trata de zonas cuyos ocupantes son, en consecuencia, las primeras víctimas de las inundaciones y otros choques que se multiplican con el cambio climático.
(1). New Climate Economy Report. http:// newclimateeconomy.report
(2). “Urbanismo y desregulación climática”, Cahiers des Ifre (instituto francés de investigación en el extranjero), febrero de 2015.
(3). “Maison de bois, maison de paille”, Alternatives Économiques , n.º 360, septiembre de 2016.