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¿Por qué no un salario mínimo europeo?

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Septiembre 2019 / 72

Si llegara a implantarse, la retribución básica no sería igual en toda la Unión. Su cuantía dependería del grado de desarrollo de cada país.

¿Asistiremos, por fin, al establecimiento de un salario mínimo europeo? Comencemos por eliminar la idea, falsamente ingenua, de un salario mínimo uniforme en todos los países de la Unión. Dadas las considerables diferencias salariales, sería demasiado bajo o inalcanzable. Cuando se habla de salario mínimo europeo hay que entender de qué se trata: de un sistema de salarios mínimos. En cada país habría un salario mínimo cuyo nivel se basaría en su grado de desarrollo. Se definiría proporcionalmente al salario mediano (la mitad de los asalariados gana menos y la otra mitad gana más).

Ya a mediados de la década de 1990, el Consejo de Europa definió el salario justo y decente como el equivalente, como mínimo, al 60% del salario neto medio. Otro ejemplo: en septiembre de 2016, el Parlamento Europeo aprobó una resolución sobre el dumping social que recomienda “mínimos salariales” con el fin de llegar progresivamente, al menos, al 60% del salario medio a nivel nacional. ¿Por qué, pues, no avanza este proyecto? Sin duda porque choca con una serie de reticencias, entre las que se halla el temor a que terminara igualándose a la baja, cuando ello permitiría atenuar una excesiva competencia en el tema salarial en la UE.   

Es cierto que ni en Suecia ni en Italia existe el salario mínimo interprofesional, y también lo es que los sindicatos de esos países no lo quieren por temor a una estatalización que reduciría su capacidad de negociación. En Suecia, los mínimos de los convenios son claramente superiores al 60% incluso en los sectores peor pagados. Pero ¿y en Italia, donde el mínimo por hora según convenio era en 2015 de 6,80 euros en el sector de la limpieza?

 

EL CASO ALEMÁN

En Alemania, los poderosos sindicatos de la industria se oponían con los mismos argumentos a la propuesta de un salario mínimo interprofesional y cambiaron de parecer en la primavera de 2006, fundamentalmente debido a la disminución de la cobertura de los convenios. El salario mínimo interprofesional apareció entonces como un suelo que evitaba la caída en picado de los sueldos. 

La paga mínima crece más rápido en los países con sueldos bajos

Por su parte, la Confederación Europea de Sindicatos, aunque dividida, llegó a un acuerdo en 2017 mediante una resolución que afirma que los salarios mínimos en Europa debían corresponder a salarios decentes (living wages), al menos iguales al 60% de las remuneraciones medianas. 

En EE UU, los aumentos del salario mínimo benefician a los que tienen salarios bajos, sin destruir empleos. Y en Europa, el camino hacia un sistema de salario mínimo es tanto más viable cuanto que se observa un movimiento de reajuste a pesar de la crisis. Entre 2008 y 2019, el salario mínimo (en poder adquisitivo) ha aumentado netamente en los países del Este: del 27% en el caso de Croacia al 190% en Rumanía, pasando por el 58% en Hungría y el 62% en Polonia. En los países del sur de Europa, el aumento ha sido significativo: el 23% en Portugal y el 22,3% en España. Solo Grecia no se ha recuperado de las políticas de austeridad y ha sufrido una disminución del 24% del poder adquisitivo del salario mínimo. Pero en conjunto, el salario mínimo aumenta más deprisa en los países con bajos salarios. ¿Por qué, entonces, no delimitar y organizar esta evolución?