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Qué modelo de banca necesitamos

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Julio 2015 / 27

Para salir de la crisis es vital contar con cooperativas de crédito y recuperar la banca pública profesional

Manifestación contra los abusos de la banca. FOTO: ANDREA BOSCH

Históricamente, el sistema bancario español ha estado formado por tres pilares básicos que aseguraban un equilibrio crediticio al sistema económico: una banca privada que daba cobertura a las grandes fortunas y empresas a través de un modelo de banca universal, una banca de proximidad formada por cajas de ahorros y cooperativas de crédito que aseguraba la financiación de familias y pequeños y medianos empresarios, y una banca pública especializada en la financiación de sectores estratégicos clave para la economía española. Este modelo bancario coexistió durante varias décadas, y favoreció la expansión y el crecimiento de la economía en sus diferentes niveles. La banca pública y la banca de proximidad aseguraban la financiación de los grupos de interés más débiles, lo cual posibilitaba el desarrollo económico y social y contrarrestaba la actividad más especulativa y mercantilista de los grandes bancos privados.

Sin embargo, este modelo fue cambiando a partir de los inicios de la década de 1990 con la privatización y desaparición de la banca pública, primero, y la bancarización, después, de las cajas de ahorros, que finalmente han sido transformadas en bancos privados. La crisis financiera ha sido la excusa perfecta para acabar con las cajas de ahorros, que desde hacía ya bastantes años habían superado en cuota de mercado a los bancos privados. Se ha producido así una contrarreforma bancaria que ha consistido en debilitar el componente social y de proximidad de la banca, dando más poder de mercado a los grandes bancos, que han pasado a dominar el 90% del conjunto del sistema financiero español. Esto se ha traducido en una fuerte concentración del sector, lo cual supone un aumento del riesgo sistémico, y en un incremento considerable de la exclusión financiera, que aleja de la financiación a un mayor número de particulares y de pequeñas y medianas empresas al reducirse el volumen de créditos y endurecer las condiciones de concesión de los mismos. Estos hechos dificultan aún más las posibilidades de salir de la crisis económica porque reducen la capacidad de generar actividad empresarial y empleo.

El instrumento utilizado para cambiar el modelo bancario han sido las fusiones, a través de las cuales se pretende consolidar bancos de mayor dimensión con la excusa de que se mejorará su capacidad de gestión y de rentabilidad y eficiencia. No obstante, la existencia de las cooperativas de crédito, entidades bancarias que han resistido la crisis financiera sin necesidad de aportaciones de dinero público, demuestra que el tamaño no es una variable determinante en el éxito de un banco. Las cooperativas de crédito, la única banca de proximidad que queda tras la desaparición de las cajas de ahorros (salvo Caixa Ontinyent y Caixa Pollensa), están demostrando que otro tipo de banca es posible. Una banca capaz de ser rentable y eficiente (tanto o más que los bancos) a través de un modelo de banca local arraigada en el territorio y a la vez dispuesta a revertir parte de sus beneficios económicos en la sociedad a través de su obra social. Es además el modelo por el que han optado los países más desarrollados de la Unión Europea, como Alemania, Francia, Holanda o Italia, donde las cooperativas de crédito representan el 20-30% del mercado y coexisten con una banca pública.

 

CAMBIO DE MODELO PRODUCTIVO

Para cambiar el modelo productivo español hacia un modelo de economía sostenible, es necesario disponer de una banca al servicio de las personas y de las empresas, con criterios éticos de transparencia e inversión socialmente responsable, que sólo será posible si se mantiene la banca de proximidad representada por las cooperativas de crédito. Tenemos también la oportunidad de volver a una banca pública transformando Bankia a través del 67% de su capital. Mantener una banca cooperativa de proximidad gestionada por la sociedad civil y una banca pública gestionada con criterios profesionales y no políticos serían la clave para asegurar un crecimiento sostenible.