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Si el Reino Unido se marchara...

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Abril 2016 / 35

La salida de la Unión significaría una caída del PIB nacional del 3%. Tras duras negociaciones, vendrían las deslocalizaciones

ILUSTRACIÓN: Pedro Strukelj y Heinrich Geldschläger

IMPACTO ECONÓMICO: CHOQUE E INCERTIDUMBRE  PROLONGADA

Propuesto por el primer ministro David Cameron en 2013 por razones de política interior británica, el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, cuya celebración está prevista para el próximo 23 de junio, corre el riesgo de volverse contra su impulsor, al convertir al Reino Unido en el primer país que puede abandonar la UE. Según la mayor parte de simulaciones efectuadas, las consecuencias económicas podrían ser  muy duras: un descenso de hasta el  3% del producto interior bruto (PIB) en el período 2016-2019. Sobre todo, si el Brexit lleva al país a la categoría de simple país tercero respecto de la Unión, como lo es Estados Unidos o China, pero también si condujera a un acuerdo de libre cambio e incluso de unión aduanera con sus socios comunitarios. 

Una adhesión al Espacio Económico Europeo (al que pertenecen también Noruega, Islandia y Liechtenstein) mantendría su acceso al gran mercado europeo y a sus cuatro libertades (libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas). Ello obligaría al Reino Unido a poner en práctica las directivas y normas europeas sin poder participar en su elaboración, mientras continuaría pagando una contribución, ciertamente más modesta, al presupuesto europeo. Una forma de salir sin salir, pero perdiendo influencia en las decisiones europeas. 

En todo caso, la incertidumbre prolongada (salida formal en 2019, seguida de largas negociaciones sobre la redefinición de las relaciones con la Unión) y la divergencia acumulativa de reglamentaciones podrían suscitar efectos importantes de deslocalización hacia la UE de las actividades de empresas multinacionales, pero también de bancos extranjeros instalados en Londres. Tal evolución, que prevé un tercio de las empresas  alemanas instaladas que operan al otro lado del canal de la Mancha según un sondeo reciente, pesaría sobre la productividad y el crecimiento a largo plazo del Reino Unido. Podría así desestabilizar a corto plazo su balanza de pagos. Ésta registra ya un déficit corriente importante del 4% del PIB en 2015,  financiado hasta ahora  sin  problemas gracias a los flujos masivos de inversiones directas de 56.000 millones de dólares por año de media en  2010, equivalente a Francia y Alemania juntas. La libra esterlina podría perder, según Goldman Sachs, hasta el 20% de su valor de media, penalizando a  los exportadores de la Unión en un mercado que supone el 10% de sus exportaciones al interior de la UE. Los países que mantienen las relaciones comerciales y financieras más estrechas con el Reino Unido serían lógicamente los más afectados, empezando por Irlanda y los Países Bajos, pero también Luxemburgo, Bélgica, Suecia, así como Malta y Chipre.

 

GOBERNANZA EUROPEA

De la moneda única al espacio Schengen, pasando por la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión y el pacto presupuestario europeo, el Reino Unido ha multiplicado desde hace veinticinco años los opt-outs u opciones de exclusión sobre áreas enteras de la construcción europea, hasta el punto de que, para muchos, su salida de la Unión quitaría un obstáculo permanente en la larga marcha hacia la intervención.  Eso es particularmente cierto en el mapa de los derechos sociales, pues Gran Bretaña se opone desde hace mucho tiempo a las normas en materia de duración de los contratos laborales. Ha pedido en las más recientes negociaciones congelar cuatro años los derechos sociales y las prestaciones familiares para los dos millones de ciudadanos de la Unión que trabajan en su territorio. Igual sucede  en lo que respecta a la regulación financiera y bancaria, dos campos en los que se ha empleado a fondo en bloquear progresos importantes, como el impuesto sobre las transacciones financieras que impulsan Francia y Alemania. Londres rechaza también participar en la unión bancaria, lo cual daría al Banco Central Europeo (BCE) un derecho de supervisión sobre su sector bancario.

La libra esterlina podría perder hasta el 20% de su valor

El ‘Brexit’ supondría para la UE perder un 12% de su presupuesto

Sin embargo, un Brexit revolucionaría los equilibrios frágiles que caracterizan las instituciones europeas. Es temido en Alemania, que perdería un aliado en la liberalización del mercado europeo a la que es favorable, y Berlín se inquieta ya ante un  movimiento de equilibrios geopolíticos hacia el sur de Europa. Y lo teme tembién Suecia, la República Checa, Polonia y otros países de Europa central que rechazan la moneda única y temen que la dinámica de integración europea se focalizce demasiado sobre la gestión de la zona euro.

Una retirada británica exigiría una redistribución delicada de los votos en el seno del Consejo Europeo, lo que replantearía la cuestión explosiva de la paridad entre Alemania y Francia, así como una redefinición del umbral de mayoría cualificada. Habría también implicaciones presupuestarias significativas puesto que el Reino Unido se mantiene, pese a la rebaja que se le consiente desde 1984, como el segundo contribuyente después de Alemania, con el 12% de los recursos comunitarios. Para el resto de países, significaría aumentar sus contribuciones anuales.

 

RIESGO DE DESINTEGRACIÓN

Después de medio siglo, el poder de atracción de la construcción europea, hecho que han subrayado las sucesivas ampliaciones de la Unión, ha sido la marca más llamativa del éxito. Una retirada británica, la primera de su clase, significaría la inversión de esta dinámica. Ya hoy muy debilitada por la crisis de la zona euro, la crisis de Ucrania y la crisis migratoria, la UE vería su influencia disminuida por la pérdida de una económía dinámica (16% del PIB) de la Unión y de un actor de peso tanto en la escena financiera internacional (la City londinense ocupa el primer lugar de las finanzas del mundo, a la par con Nueva York) como en  el escenario diplomático (el Reino Unido tiene una sede permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, junto con Estados Unidos, Rusia, China y Francia) y militar (está en  el quinto puesto  mundial por lo que respecta a  gasto militar, por delante de Francia).

Además, un Brexit llevaría con toda probabilidad a la convocatoria de un  segundo referéndum sobre la independencia de Escocia, región que se beneficiaría ampliamente de las ayudas estructurales de la Unión Europea y donde la mayoría de la opinión pública es proeuropea. Eso daría oportunidades de éxito mucho más favorables para los independentistas del Partido Nacional Escocés, lo que podría impulsar procesos similares en España y,tal vez, en Italia. Expuesta a fuerzas centrífugas poderosas, la Unión Europea tendería a recentrarse en la zona euro y su núcleo duro francoalemán, una perspectiva angustiosa tanto para París, que teme verse enfrentado a una hegemonía alemana reforzada, como para Berlín, que se encontraría sola frente a una Europa latina contestataria con sus políticas y tentada a aliarse para imponer sus puntos de vista sobre la gestión de la moneda única. 

 

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