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Un nuevo capítulo en la historia

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Mayo 2020 / 80

Lecciones: De la crisis saldremos más pobres y endeudados, pero con la convicción de que necesitamos un modelo social distinto.

Más allá de los problemas sanitarios, el SARS-CoV-2 ha sido el catalizador de una crisis económica largamente anunciada que nos pilla desarmados debido al elevado endeudamiento de gobiernos, empresas y familias y que evidencia lo frágil de una sociedad que se creía poderosa e imbatible gracias a la globalización y a la tecnología.

Si ante una crisis tan repentina y sensible como la actual los países miembros de la Unión Europea son incapaces de mostrarse solidarios con los más afectados, el proyecto europeo hará aguas. En la UE, las consecuencias del coronavirus serán profundas: en materia de salud y economía, pero también por lo que respecta al modelo social y cultural, a los hábitos de consumo y al sistema político. El modelo actual es insostenible.

 

Gobiernos sensibles y capaces de reaccionar

Necesitamos un mundo transformado, y el reto es redefinirlo. Redescubrimos la necesidad de gobiernos socialmente sensibles, con capacidad de reacción ante los nuevos retos, y también la importancia de disponer de un potente sistema de servicios públicos. Gobernar los nuevos tiempos no será fácil. Con penuria de recursos, los gobiernos deberán encontrar el equilibrio entre una vida digna y una economía sostenible. También deberán gestionar un déficit y una deuda pública mayor. Y evitar que se intensifique el conflicto intergeneracional, al haberse hipotecado el futuro de los jóvenes por el aumento exagerado de la deuda pública.

Si los miembros de la UE no son solidarios, el proyecto europeo hará aguas

Debemos definir un nuevo modelo económico de progreso, democrático y que esté realmente al servicio de la sociedad. Mucha gente se deslumbra ante la agilidad de China para tomar decisiones. Olvidan que este país no respeta la libertad ni los derechos civiles. 

También habrá que poner límites a la globalización. La globalización financiera sin control ha facilitado la concentración de riqueza, el fraude fiscal y los paraísos fiscales, así como un importante aumento de la desigualdad. La globalización industrial ha creado dumping social y fiscal que provoca sueldos bajos, paro y, en ocasiones, la interrupción de la cadena de suministros.

La pandemia ha demostrado que en un mundo complejo el concepto de nación y soberanía derivados del Tratado de Westfalia de 1648 han entrado en crisis. La independencia no existe. Todos somos interdependientes y deberemos avanzar hacia la gobernanza mundial para hacer frente a retos globales como proteger el medio ambiente y detener la explotación depredadora.

La crisis sanitaria nos ayudará a encontrarnos a nosotros mismos, a redescubrir el sentido de comunidad, solidaridad, cohesión social y necesidad de colaboración. Reconoceremos que un Estado de bienestar potente y de calidad obliga a un sistema progresivo de impuestos y una mayor presión fiscal sobre quienes más tienen. Necesitaremos impulsar la innovación, la ciencia y la tecnología, y orientarlas a resolver las necesidades ciudadanas y los nuevos retos.

De la pandemia saldremos más pobres y endeudados, pero humanamente más ricos y fortalecidos. Tendremos que reconocer humildemente nuestros límites, y la necesidad de un nuevo modelo de sociedad local y global, democrático, justo y solidario, en el que los pueblos colaboran entre sí y aman al planeta.