El ‘remain’ ganaría al ‘leave’
BREXIT A riesgo de provocar a todos los que consideran que la vía del referéndum es el summum de la expresión democrática, a veces pienso que optar por una respuesta binaria a problemas complejos no provoca necesariamente un debate a la altura de lo que se está ventilando, ni un resultado que responda a las expectativas de los ganadores de la consulta. Fijémonos en nuestros amigos británicos. Progresivamente están descubriendo que las promesas formuladas por los partidarios del Brexit no se concretan. Hasta el punto que, según los sondeos, si el referéndum se celebrase hoy, el remain ganaría al leave.
A decir verdad, el amateurismo de los negociadores británicos no arregla las cosas. Es un amateurismo que se debe al hecho de que la primera ministra británica, Theresa May, hasta ayer partidaria del remain, no logra definir una estrategia clara, debido a las divisiones que el asunto genera en su partido. En el fondo, a los británicos les gustaría beneficiarse de las ventajas del mercado único en el ámbito comercial y financiero, pero se niegan a asumir las obligaciones que ello conlleva. Es una postura imposible a la hora de negociar que corre el riesgo de terminar llevándoles a hallarse en la misma situación que Noruega, que, tras haber renunciado a adherirse a la Unión Europea, está integrada de hecho en ella con la obligación de contribuir a su presupuesto, pero sin tener ni voz ni voto. En pocas palabras, el sueño soberanista se esfuma ante la dura realidad de la interdependencia. De ahí la fuerza que han adquirido los partidarios de un Brexin.
CATALEXIT La evolución de la opinión pública británica es un síntoma de la crisis democrática que golpea hoy a todos los países europeos. Hay muchos signos que atestiguan una crisis del sentimiento de pertenencia, como son la crisis que enfrenta a los independentistas catalanes y al Gobierno español, la voluntad de autonomía expresada por las antiguas colonias austriacas del norte de Italia (Lombardía y Venecia), la elección de un Trump checo en Praga. Para unos, se trata de liberarse de una tutela nacional considerada onerosa y negadora de una identidad, en parte quimérica, sin renunciar a Europa. Para otros, de afirmar una soberanía nacional frente a una Unión considerada intrusiva. En resumen, situaciones diferentes pero que muestran la idealización de un marco particular que se espera que vuelva a dar sentido a nuestra vida colectiva. Algunos lo ven en el marco nacional, es decir, un marco más estrecho, en el que se espera reencontrar unos márgenes de maniobra perdidos y pensar en un futuro común. Dicha esperanza no es ilegítima y justifica el entusiasmo por los territorios y la democracia de proximidad. Pero encuentra sus límites cuando se trata de regular el comercio, controlar las finanzas o luchar contra el cambio climático…
El sueño soberanista se esfuma ante la dura realidad de la interdependencia
Las políticas sociales se aceptan mucho mejor cuando benefician a toda la sociedad
UNIVERSALIDAD Algunos, en el seno de la mayoría parlamentaria francesa, han sugerido recientemente reducir las prestaciones familiares que reciben los más ricos, alegando que al concentrar las ayudas sociales en los que más las necesitan se sería a la vez de izquierda (al seguir siendo social) y de derecha (al ahorrar). Ello significa olvidar que las políticas sociales se aceptan mucho mejor cuando benefician a todos. Si la inmensa mayoría de los franceses consiente contribuir, en la debida proporción de su salario, a la financiación del seguro de enfermedad es porque todo el mundo tiene derecho a recibir atención médica cuando su salud así lo exige. Ahí está el ejemplo de Estados Unidos para demostrarnos cuánto protestan los ricos a la hora de financiar la atención médica de los pobres cuando ellos tienen que pagar grandes cantidades por asegurarse a sí mismos.