Empleo y costes flexibles
Constancia: Debemos conceder a nuestros gobernantes una cualidad: la constancia. Como no logró una reactivación a nivel europeo en 2012, François Hollande decidió apostarlo todo a la flexibilidad de los costes para dar la vuelta a la curva del paro. De ahí el Cice (Crédito de impuesto para la competitividad y el empleo) y, luego, el pacto de responsabilidad. Se redujeron los costes salariales, las empresas mejoraron sus márgenes, pero no ha tenido repercusión en el frente del empleo, pues la persistente debilidad de la demanda disuade a las empresas de invertir o contratar.
Era lícito pensar que, cuatro años más tarde, el Gobierno terminaría por sacar consecuencias y llevar a cabo una política más equilibrada uniendo el apoyo a la oferta al apoyo a la demanda. ¡Pues no! Tras la flexibilidad de los costes pasamos hoy a la flexibilidad de las cantidades, al permitir a las empresas ajustar con más facilidad su mano de obra al alza o a la baja. ¿Quién puede creer que hacer trabajar cada vez más a los asalariados va a crear más empleos? ¿O que despedir sin correr ningún riesgo va a multiplicar las contrataciones? Más bien debería disminuirlas mientras la actividad siga siendo poco dinámica. A no ser que se piense que las empresas serán tan competitivas que no tendrán más remedio que contratar para responder a una demanda exterior en fuerte crecimiento.
No es serio. La gran mayoría de las empresas francesas trabajan para el mercado interno. Y, dejando a un lado la cuestión de los precios, ganar cuota de mercado exterior es ante todo un asunto de calidad y de diversidad de oferta, no de contenido de la ley laboral. La patronal aumenta sus ventajas aprovechándose del alto nivel de paro, y el Gobierno de Manuel Valls y de François Hollande se imagina dar muestras de valor político jugando contra su propio bando.
Referéndum: Ese mismo Gobierno, al prometer un referéndum sobre el aeropuerto de Notre-Dame-des-Landes, ha creído que evitaba tomar una decisión sobre un asunto que divide a la opinión pública. Lo único que ha hecho es desplazar el problema, pues, ¿a quién preguntar? ¿Y qué pregunta hacer? Imaginemos que se pregunta a los habitantes que residen en el área metropolitana de Nantes: “¿Quiere usted que cambiemos de lugar el aeropuerto de Nantes-Atlantique para que los aviones dejen de pasar por encima de sus casas?”. No hay duda de que la respuesta sería positiva. Por el contrario, la respuesta podría ser muy diferente si se pregunta a todos los habitantes de la región Grand Ouest: “¿Quiere usted que se construya un nuevo aeropuerto en Notre-Dame-des-Landes, además de los que existen en Rennes y Nantes, teniendo en cuenta que no están ni mucho menos saturados y que, dejando a un lado los daños ecológicos irreversibles que supondría la construcción del nuevo aeropuerto, su rentabilidad no está nada clara dado su coste?”.
Seguro de paro: El mantenimiento, desde hace ahora siete años, de un alto nivel de paro ha desestabilizado las cuentas del seguro de desempleo, cuya deuda supera ahora los 25.000 millones de euros. Mientras se renegocia la normativa de la indemnización, la patronal desea ahorrar introduciendo una reducción progresiva de las prestaciones. Esta medida no haría más que empobrecer a los parados que no tienen fácil encontrar un nuevo empleo. Otra idea: suprimir los derechos específicos garantizados a los parados a partir de los cincuenta años, puesto que ahora hay que trabajar hasta los sesenta y dos. Una proposición indecente cuando se sabe que los que contratan siguen discriminando a los demandantes de empleo mayores, aunque no lleguen ni a cincuenta años. De hecho, mientras el paro siga siendo tan alto, lo que importa, en buena lógica anticíclica, es garantizar un alto nivel de indemnización aunque la Unedic, el organismo encargado de gestionar el seguro de desempleo en Francia, se endeude.
Por el contrario, imaginemos que mañana la situación del empleo experimenta una gran mejora; entonces podría tener sentido reducir el margen de los derechos de los parados para que el Unedic pueda saldar sus deudas al tener menos cargas y más ingresos. ¡Siempre y cuando la patronal no reclame en seguida una disminución de las cotizaciones!