Energía nuclear: cara y peligrosa
Editorialista de Alternatives Économiques y ex Presidente de la cooperativa
HOLLANDE François Hollande no ha parado de repetir estos últimos meses que lo más duro estaba ya a nuestras espaldas. Que la crisis del euro había sido superada. Que se habían adoptado iniciativas a escala europea para impulsar el crecimiento. Un optimismo forzado para restablecer la confianza. Salvo que a fuerza de exagerar, el presidente terminará por tomar el puesto del encantado del belén. La frontera se ha cruzado con el infeliz compromiso alcanzado el pasado mes en el presupuesto de la UE, presentado por el jefe de Estado como un éxito. Difícilmente se puede ir más lejos en la negación de la realidad: no sólo se reduce el presupuesto, sino que el espectáculo dado por los líderes europeos ha sido muy triste. David Cameron ha luchado por su descuento, Angela Merkel por sus länder del Este, François Hollande por sus agricultores… y el interés europeo ha caído en el olvido. Claro que hay que confiar y defender la reputación de Francia. Pero ¿y si la recesión gana? ¿Y si la crisis social se degrada en España o en Italia? Llegará el momento en el que haya que atreverse a decir que algo no funciona. Que las devaluaciones internas impuestas a los países en dificultad nos conducen a todos contra un muro, y exigir al Gobierno alemán que asuma sus responsabilidades y tenga el papel de demandante en última instancia de la zona euro. Queda claro que antes de las elecciones alemanas seguramente no se conseguirá nada. Cita, pues, para el próximo otoño.
RIGOR Sabemos desde antes de la presentación de los presupuestos que el objetivo del 3% de déficit público no se mantendrá. No se ha tenido que esperar mucho para que la verdad de las cuentas se impusiese. ¿Tendremos, por tanto, que volver a recortar los gastos? No necesariamente. Olli Rehn, el comisario europeo responsable de este asunto ha dejado ya ver que Francia será juzgada primero por las medidas tomadas para restablecer el equilibrio durable de sus cuentas públicas, sin que sea necesario por ello pisar el freno en 2013, para no agravar la situación de la economía del país. El Gobierno tendría entonces que volver a abrir el debate sobre las pensiones, redistribuir las ayudas a las empresas, reducir las transferencias a las regiones y hacer la política familiar más redistributiva.
Sobre esta última cuestión, se han considerado diferentes caminos: someter las ayudas familiares al impuesto sobre la renta, una forma de quitar a los más modestos una parte de lo que se les ha dado y de reducir más el techo familiar cotidiano. Se podría incluso, jugando con este último hecho, pensar en financiar una ayuda para la autonomía de los jóvenes estudiantes. ¡Vamos!
NUCLEAR Los economistas del superoficial Instituto de Radioprotección y Seguridad nuclear (ISRN) acaban de dedicarse a un ejercicio que les honra: calcular el coste económico de un accidente nuclear de tipo 7 (del estilo de Fukushima o Chernóbil) si, por desgracia, se produjese en Francia. El resultado: 430.000 millones de euros; es decir, un poco más del 20% del producto interior bruto. Se entiende así porque, en estas circunstancias, son los Estados los que aseguran en última instancia las centrales nucleares, ya que ningún asegurador privado está tan loco como para cubrir un tal desastre. La probabilidad de que suceda un tal incidente es casi nula, nos explican los defensores del nuclear, teniendo en cuenta las grandes medidas de seguridad de las centrales francesas —a diferencia de Chernóbil— y de la inferior exposición a peligros naturales —al contrario de Fukushima. Un discurso sostenido desde siempre por los defensores del nuclear hasta tal punto que uno se pregunta por qué se ha considerado entonces necesario invertir 10.000 millones de euros en trabajos de mejora de la seguridad, considerada tan irreprochable, de las centrales francesas tras Fukushima… No hay duda de que se descubrirán nuevos fallos tras el próximo accidente, esperando que no suceda en Francia. El estudio del ISRN despierta más dudas sobre el coste real de la energía nuclear. Se sabía ya que el coste de la gestión de los desechos y del desmantelamiento de las centrales estaba insuficientemente considerado, así como el de las inversiones necesarias para asegurar el mantenimiento de las instalaciones y mejorar la seguridad. Estos 430.000 millones de euros no pueden más que reforzar en sus convicciones a todos los que ven la solución de la energía nuclear como algo peligroso a la vez que costoso.