Innovadores: sin nucleares
Recuperación: La economía europea, y con ella la francesa, va mejor. Tras cinco años de casi estancamiento, el crecimiento podría alcanzar en Francia el 1,6% en 2017, según el Instituto Nacional de Estadística, Insee. La situación del mercado laboral debería, pues, seguir mejorando gracias a la recuperación del empleo en el sector comercial, con lo que el paro francés estaría por debajo del 9,5% a finales de año. Las causas de esa mejora son numerosas: el mantenimiento de un precio bajo de la energía libera un poder adquisitivo que sostiene el consumo; lo mismo pasa con los tipos de interés que, todavía en un nivel históricamente bajo, sostienen el sector inmobiliario y, por tanto, la actividad en la construcción. Por su parte, las empresas, que ven cómo mejoran sus perspectivas, empiezan a invertir. Y, finalmente, la mejor salud de nuestros vecinos repercute en la demanda a Francia. En resumen, está desarrollándose un círculo virtuoso, conforme a las viejas leyes de la economía keynesiana. Todas esas buenas noticias provocan, sin embargo, un vago interrogante a los maliciosos: ¿cómo es posible que se esté produciendo semejante mejora cuando las reformas destinadas a “liberar el trabajo” [sic] [anunciadas por el nuevo presidente, Emmanuel Macron] están aún en el limbo? ¡No conviene que la situación mejore demasiado deprisa pues, en ese caso, podríamos cuestionarnos si dichas reformas son tan necesarias!
Ley: Antoine Lyon-Caen, el eminente jurista que, junto a Robert Badinter, presentó el año pasado un proyecto de simplificación del código laboral, mostraba recientemente su inquietud por la influencia que algunos economistas próximos a Emmanuel Macron ejercen sobre los proyectos de reforma actuales1. No se puede por menos que darle la razón. En efecto, a la teoría económica estándar le cuesta comprender qué es una empresa. En primer lugar, debido a que considera la vida económica como una serie de contratos entre individuos, se interesa más en la inmediatez del intercambio que en el tiempo de la producción. ¡Como si la economía real funcionara como un mercado bursátil! En realidad, una empresa es, sobre todo, un conjunto de personas que dominan el saber hacer a nivel técnico, organizativo y comercial. Unos conocimientos acumulados con el tiempo y en los que se basa su capacidad de producir juntos unos bienes y servicios que encontrarán consumidores en el mercado. Por tanto, si bien es cierto que la empresa necesita flexibilidad para adaptarse a unas circunstancias cambiantes, también lo es que necesita persistir para construirse y desarrollarse. Esto significa que todas las partes implicadas salen ganando, empezando por los asalariados. Como ha observado el think tank La Fabrique de l’Industrie en un reciente informe2, uno de los males que sufre la economía francesa no es tanto la falta de flexibilidad como un modo de gestión que lleva a demasiados asalariados a perder toda motivación. La empresa que tiene éxito no es un objeto que haya que reestructurar continuamente, sino algo que se va haciendo.
Nuclear: Tras Austria, Suecia, Italia, Bélgica, Alemania, Suiza y Quebec, Corea del Sur decidió el pasado junio renunciar progresivamente a la energía nuclear. Es una decisión dictada en primer lugar por razones de seguridad, pero que se ve alentada por la bajada del coste de las energías renovables, ahora menos caras que la nuclear. Hasta la eólica offshore empieza a ser competitiva, a juzgar por los precios de venta ofrecidos por los productores en las últimas licitaciones de Alemania. Cuando se observa la lista de los países que han renunciado a la energía nuclear, salta a la vista una evidencia: no se trata de países soñadores, sino de países especialmente innovadores, muy exportadores y cuyos dirigentes toman decisiones racionales porque no están sometidos a la influencia de un poderoso lobby nuclear, como es el caso de Francia. Emmanuel Macron, que se considera que está, en todos los terrenos, en el lado de los progresistas frente a los conservadores tiene aquí un ámbito de acción a su medida.
1. Tribuna publicada en Le Monde el pasado 10 de junio.
2. Véase “ La qualité de vie au travail : un levier de compétitivité”, La Fabrique de l’Industrie, Anact y Terra Nova, octubre 2016. Disponible en https://lc.cx/qwMg