Los retos de Macron
DESORDEN Marine Le Pen anunció su voluntad de poner orden en Francia. Pero, por el contrario, su elección habría precipitado a Francia en el desorden total. Porque la candidata del Frente Nacional, como el partido que ha heredado, lleva en su interior el germen del odio y de la división.
Muchos fueron los que se sintieron decepcionados tras la eliminación de su candidato en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, y comprendo que algunos no hayan sentido entusiasmo ante la idea de votar a Emmanuel Macron para cortar el paso a la extrema derecha. Pero, no obstante, abstenerse el pasado 7 de mayo hubiera sido arriesgarse a que se instalara en el Elíseo una extrema derecha nacionalista y xenófoba. Hubiera significado considerar implícitamente que la llegada al poder de Marine Le Pen no cambiaría su propia situación. Quizá sea cierto para algunos, protegidos por su estatus o por el color de su piel.
Yo, en cambio, pienso en los jóvenes y en los no tan jóvenes procedentes de la inmigración, pienso en todos los hombres y mujeres que hubieran tenido miedo no sólo del nuevo poder, sino de aquellos que habrían considerado que había llegado el momento de expresar en actos, y ya no en palabras, su resentimiento y su odio con toda impunidad cuando su campeona estuviera instalada en la cúpula del Elíseo y sus hombres de confianza en los ministerios más importantes.
Hasta el presente, la extrema derecha se ha mostrado muy respetuosa con las instituciones y no ha atentado contra las libertades públicas. Pero si mañana accediera a puestos de responsabilidad, ¿qué pasaría? La democracia, las libertades, la paz civil son bienes públicos cuyo valor sólo comprendemos cuando han desaparecido. Demasiado tarde.
TRAMPOLÍN Emmanuel Macron es el nuevo presidente de la República. ¿Quién habría pensado, hace un año, que el antiguo consejero y, posteriormente, ministro de François Hollande, un político que jamás ha tenido un cargo electo, iba a encarnar una forma de ruptura cuando es un producto puro de ese famoso “sistema”? El candidato de ¡En marcha! ha logrado la misma proeza que Nicolas Sarkozy en 2007, hacer que se reelija a Hollande, como el otro hizo que se reeligiera a Chirac. Su posicionamiento hace de él el candidato soñado de Marine Le Pen, que ve confirmado su análisis: el combate político fundamental no es ya el que opone la derecha a la izquierda, los ricos y burgueses a las clases populares, sino los partidarios de la apertura a los nacionales, los ganadores de la globalización frente a las víctimas de la misma. Ella defendería, pues, a los franceses —un conjunto súbitamente homogéneo— frente a los secuaces del mundo de las finanzas europeístas y globalizadas…
Emmanuel Macron se ha confirmado como el candidato de los auténticos patriotas, los que quieren vivir en una Francia abierta, fiel a sus valores de alcance universal. Pero no se debe olvidar que esa oposición entre ganadores y víctimas de la globalización es un tema central en la Francia actual. Emmanuel Macron deberá acordarse de ello, si no quiere servir de trampolín para una victoria del Frente Nacional en 2022.
POSCRECIMIENTO Sería un error considerar que el porcentaje de votos logrado por Benoît Hamon en la primera vuelta traduce el peso real de las ideas que él ha defendido. La lógica del voto útil tuvo un peso enorme, llevando a millones de electores a inclinarse, unos por Emmanuel Macron y otros por el izquierdista Jean-Luc Mélenchon. La izquierda va a tener ahora que reconstruirse, pero sólo tendrá futuro si se une en torno a un programa propio para salir positivamente de la cuádruple crisis económica, social, ecológica y democrática, de nuestras sociedades. Ello supone sobre todo dotar de nuevos fines a la actividad económica para lograr que, por fin, sea sostenible, inclusiva y generadora de bienestar para todos, siendo conscientes de que un crecimiento fuerte y estable ya no es posible ni deseable.