Monopolios e intermediarios
Editorialista de Alternatives Économiques y ex presidente de la Cooperativa
EXTERNALIDAD. El 46% de los franceses que no ha tenido la suerte de salir de vacaciones tendrá al menos un consuelo: los veraneantes habituales en las costas del Canal de la Mancha y del Atlántico han comprobado este verano cómo se han extendido las zonas infestadas de algas verdes. Costas que hasta ahora se habían librado, desde Calvados a la Isla de Ré, están ahora afectadas por ese fenómeno ligado a la contaminación de las aguas provocada por la agricultura intensiva. No hay mal que por bien no venga: los profesores de ciencias económicas y sociales tienen a mano un excelente ejemplo a la hora de explicar a sus alumnos el concepto de “externalidad negativa”. Unas cuantas decenas de miles de agricultores que hacen un uso inmoderado de los abonos químicos, amenazan el puesto de trabajo y los ingresos de centenares de miles de personas que viven de la actividad turística, que representa nada menos que el 7% del PIB de Francia. Y, además, no asumen las consecuencias.
El ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, que cuando se formó el Gobierno luchó tanto por que el turismo formara parte de su ministerio, haría bien en hablar de ello con su colega, Stéphane Le Foll, responsable de la cartera de Agricultura. A no ser que considere que el único reto en materia de turismo es abrir los grandes almacenes el domingo para vender más bolsos de Vuitton a los chinos.
MONOPOLIOS. Arnaud Montebourg [cesado como ministro de Economía a finales de agosto tras mostrar su desacuerdo con la política económica del Gobierno francés] tiene algo de Robin Hood. Su último combate fue enfrentarse a las profesiones reguladas (agentes judiciales, notarios, farmacéuticos) a las que acusó de abusar de su monopolio legal para devolver poder adquisitivo a los franceses, una promesa muy agradable al oído en estos tiempos de estancamiento. Los agentes judiciales, famosos por llevar a cabo los embargos a petición de los acreedores, obtienen gran parte de sus ingresos por la tarea de notificar las decisiones de los jueces, una misión que podría garantizar igualmente Correos, y más barato. Y el mismo castigo para los farmacéuticos. Las 22.000 farmacias -un número limitado legalmente- son las únicas autorizadas a despachar los medicamentos que exigen receta, pero también los de venta libre, cuyo coste, por tanto, no reembolsa el Estado y cuyo precio opaco fijan como les da la gana. Una situación difícilmente defendible si se tiene en cuenta que la misión de aconsejar que alegan los farmacéuticos para justificar su monopolio es a menudo deficiente. Y que puede perfectamente satisfacer un farmacéutico asalariado en el departamento ad hoc de las grandes superficies.
En cuanto a los notarios, son el intermediario obligado para cualquier cesión de activos inmobiliarios, donación o sucesión. Como su retribución es proporcional al valor de los bienes cedidos o transmitidos, se han beneficiado de la inmensa subida de precios del sector inmobiliario, sobre todo en París. De ahí la idea de poner un límite o establecer una cantidad fija para sus retribuciones, sabiendo que, no olvidemos, los “gastos de notario” están ante todo constituidos por impuestos y tasas, que cobran las administraciones locales. De todos modos, “devolver poder adquisitivo a los franceses” implicaría retirar a los agentes judiciales, los farmacéuticos y los notarios, algunas tareas y acabar por suprimir algunos empleos.
REQUIEM Finalmente, el nuevo Gobierno indio se ha negado a ratificar el acuerdo, laboriosamente redactado en la última conferencia ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que tuvo lugar en Bali. Ello significa enterrar las negociaciones comerciales establecidas en Doha en... 2001. ¿Hay que alegrarse por ello? El declive de la OMC es resultado, sobre todo, de la voluntad de los EE UU y la Unión Europea de anteponer los acuerdos comerciales bilaterales a los multilaterales, para valerse al máximo de su poder de negociación. El marco multilateral fue su preferido mientras había pocos elefantes en la sabana y podían imponer su ley al resto de los animales. El aumento de los países emergentes, que con desean ceder sin contrapartidas, ha cambiado la situación. El proteccionismo no es una opción para un país insertado en la globalización como Francia. Pero la búsqueda del libre comercio generalizado deja de ser deseable cuando reduce la capacidad de decidir sobre nuestro futuro. De ahí las críticas justificadas al tratado transatlántico en fase de negociación.