Parados con contrapartida
GRAN DEBATE: El gran debate nacional francés va a generar frustración, pues, incluso dejando a un lado marco en el que se inscribe, aunque unos y otros sean escuchados, no puede satisfacer a todos dada la diversidad de ideas y lo divergentes que suelen ser los intereses. Si Emmanuel Macron ha emprendido esta vasta consulta, que ha provocado un interés real, es porque necesitaba poner en escena un dispositivo para crear cohesión social, por no decir unidad nacional, para refundar su mandato sobre nuevas bases. Frente a un movimiento que expresaba un auténtico descontento, pero que no contaba con unos representantes legítimos ni con un programa articulado, Emmanuel Macron ha intentado volver a tomar el control anunciando, en diciembre, una serie de importantes medidas de efecto inmediato y emprendiendo, a comienzos de este año este gran proceso de concertación, con la esperanza de que los chalecos amarillos volvieran poco a poco a su vida cotidiana anterior y de que la opinión pública, a pesar de la simpatía que muestra por el movimiento, terminara por considerar que ya bastaba. Mientras tanto, y a juzgar por los arbitrajes semanales, el Gobierno sigue aplicando el programa presidencial, tanto en el ámbito económico como en el social y medioambiental. Es posible que este último resulte ligeramente mejorado como conclusión del gran debate, es decir, endurecido en ciertos puntos. También se puede esperar que el presidente se escude en la voluntad del pueblo para iniciar su reforma de las instituciones y, sobre todo, para bajar determinados impuestos y tasas, mientras reduce paralelamente el gasto social.
CONTRAPARTIDAS: Es una idea que la derecha pone regularmente sobre la mesa: los parados que se benefician de ayudas sociales deberían estar obligados a ciertas “contrapartidas”. La fórmula puede significar dos cosas. La primera, acorde con el discurso social-liberal de Emmanuel Macron, significa que el desarrollo de la flexiseguridad debe ir en paralelo a la obligación de los parados de ocupar los empleos disponibles. Es el espíritu de la política anunciada en 2017 y que se ha puesto en marcha progresivamente: decretos ley liberalizando el mercado laboral (hecho), reforma de la formación profesional y plan masivo de formación de los parados (en curso y por venir), aumento progresivo de la prima de actividad para mejorar el poder adquisitivo de los que cobran el salario mínimo (aprobada más rápidamente de lo previsto gracias a los chalecos amarillos), aumento de las sanciones a los parados que rechacen más de dos ofertas de empleo consideradas “razonables” (hecho). Entendido, pues. Pero el concepto de contrapartida puede también designar la obligación que podría imponerse a los titulares de ayudas sociales de garantizar tareas de interés general. Como si prefirieran la ociosidad al trabajo y, por tanto, fuera necesario, en nombre de la moral, obligarles a efectuar algunos trabajos fuera del marco social normal. Es una lógica represiva que recuerda a las leyes sobre los pobres aprobadas en Inglaterra a comienzos de la revolución industrial cuando el movimiento de las enclosures multiplicaba el número de jornaleros sin tierra y sin trabajo. Semejante idea por parte de un Gobierno que ha suprimido los empleos subvencionados afirmando que iba a ofrecer “auténticos” empleos a todos, podría hacernos reír si no fuera inquietante. ¿Quién ha hablado de “nuevo mundo”?
8 DE MARZO: La creciente afirmación de las mujeres en el mundo profesional y político es una realidad, aunque aún se esté lejos de alcanzar la igualdad real. Sobre todo, porque el viejo mundo machista opone resistencia, como demuestra la reciente actualidad. Así, en el seno del movimiento de los chalecos amarillos, hemos visto como emergían muchas mujeres. En un movimiento que ha ido invalidando, uno tras otro, a todos sus portavoces, no tiene nada de sorprendente las reacciones hostiles cuando Ingrid Lavavasseur ha anunciado su voluntad de encabezar una lista a las elecciones europeas. Pero el hecho de que esas reacciones se hayan expresado en forma de un torrente de injurias sexistas revela cuánto camino queda por recorrer. ¿Se trata de una actitud propia de las clases populares un tanto ajenas a lo políticamente correcto? No, porque casi simultáneamente nos hemos enterado de que un grupo de periodistas hombres, muy parisinos ellos (autoproclamado “La Liga del LOL”) se divertía hace unos años humillando y rebajando a sus colegas mujeres en las redes sociales. En resumen, la lucha continúa.