Tiempos de incertidumbre
FONDO COMÚN: -0,02% es el tipo de interés que aceptaron, a mediados de junio, las entidades acreedoras a cambio de los títulos de deuda a 10 años del Estado francés. Debido a ello, mientras la deuda pública francesa va a rozar el 100% del PIB este año, su carga, es decir, el dinero que el Estado debe pagar cada año, va a seguir disminuyendo. Este movimiento debería continuar los próximos años a no ser que tenga lugar una vuelta brutal de la política monetaria del Banco Central Europeo, lo que es poco probable dada la atonía de la actividad.
Esta inédita situación constituye tanto una buena como una mala noticia. La mala es que, más allá de los efectos de la política de tipos muy bajos que llevan a cabo los bancos centrales, la avalancha de los inversores sobre la deuda pública muestra una aversión al riesgo que refleja el clima de incertidumbre económica y geoestratégica actual. La buena noticia es que unos tipos tan bajos deberían justificar emprender unas inversiones cuya rentabilidad no es inmediata, pero que tendrían unos efectos muy beneficiosos a largo plazo. Es el caso, especialmente, de todos los gastos ligados a la transición ecológica, a la lucha contra las desigualdades escolares o a la investigación en técnicas de producción sostenibles. La idea se va abriendo lentamente –demasiado lentamente– camino. Señalemos de paso que no tiene sentido oponer los gastos de funcionamiento del Estado, que no tendrían ningún retorno, a los gastos de inversión, que serían los únicos que generarían ingresos futuros. No es echando alquitrán como el Estado invierte en nuestro porvenir, sino pagando auxiliares de puericultura, enseñantes e investigadores.
UNA SOLA PIERNA: Es la tara congénita del euro: anda solo con una pierna porque carece de uno de los dos instrumentos en que se basa toda política económica. Los Estados fundadores de la moneda única crearon, con el Banco Central Europeo (BCE), una institución federal encargada de la política monetaria. Pero se negaron a instaurar, paralelamente, un presupuesto común. El debate no enfrenta solo a los ortodoxos, preocupados sobre todo por luchar contra la inflación, y a los keynesianos, que se supone están dispuestos a dejar que esta aumente con tal de pagar las deudas sin un esfuerzo excesivo. La ausencia de presupuesto traduce también la negativa de las hormigas de la Europa del Norte a crear cualquier organismo que las llevara a financiar indefinidamente a las supuestas cigarras de la Europa del Sur. Emmanuel Macron, el presidente francés, propuso el año pasado la creación, no ya de un presupuesto real, sino de un instrumento de estabilización presupuestaria europeo que al menos permita actuar cuando algún país de la zona sea víctima de una crisis importante.
Incluso esto era demasiado para algunos. El instrumento que finalmente parece que verá la luz se limitará a desempeñar un papel de apoyo a las “reformas” y a la inversión, sin capacidad de estabilización coyuntural. Se trata de una pésima señal que se envía a los mercados financieros en un momento en que las tensiones políticas vuelven a alimentar la incertidumbre acerca de la supervivencia del euro. Sobre todo, cuando la Unión bancaria sigue sin completarse –por el rechazo alemán a una garantía común de los depósitos– y cuando el proyecto de seguro de paro europeo, que podría también desempeñar un papel estabilizador, está aún en el limbo.
ESTRANGULAMIENTO: Dado el anunciado regreso al equilibrio de cuentas sociales, la última ley francesa de financiación de la Seguridad Social ha abandonado el principio fijado en el año 1994, según el cual toda exoneración de cotizaciones sociales que decida el Estado debe de ser compensada por este. Ese cuestionamiento había suscitado la protesta de las organizaciones sindicales, sobre todo porque la vuelta al equilibrio se había logrado al precio de una continua disminución del poder adquisitivo de los jubilados. Y resulta que las medidas adoptadas por el Gobierno en respuesta al movimiento de los chalecos amarillos (exoneraciones sociales sobre las horas extras, disminución de la Contribución Social Generalizada sobre las jubilaciones pequeñas) no se van a compensar, lo que significa que las cuentas de la Seguridad Social francesa volverán a estar en números rojos y, mañana, justificarán otras vueltas de tuerca.