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A vueltas con la despoblación rural

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Febrero 2018 / 55

Desde que en 1988 Julio Llamazares publicara la ya icónica Lluvia amarilla, la cuestión de la despoblación rural en nuestro país ha ido lenta pero inexorablemente ganando actualidad, casi al mismo ritmo que lo hacía la propia despoblación. Durante los últimos años, se han creado distintas comisiones tanto en el ámbito estatal como en el autonómico para su análisis y búsqueda de soluciones. La publicación el pasado año del ensayo de Sergio del Molino La España vacía supuso un aldabonazo social en una cuestión que también es objeto de atención creciente —aunque todavía de forma discreta— en los medios de comunicación. Alternativas Económicas lo trató oportunamente en un reciente número. Y ahí va mi apostilla.

El artículo expone una serie de datos alarmantes de pérdida de población rural (tanto en países de nuestro entorno como a escala mundial), y varias experiencias interesantes de asociaciones o ayuntamientos que con base en ciertas estrategias locales están peleando y, en algunos casos, consiguiendo buenos resultados. Pero me parece sorprendente que en un artículo sobre ese problema no se haga referencia alguna a la agricultura, que no merezca ni un ápice de atención la actividad agraria, que es la que ocupa y sostiene mayoritariamente a los habitantes del mundo rural. 

En efecto, la distribución por sectores de la población activa española registra algo más de un millón de empleos en el sector primario. En su casi totalidad se trata de población rural. ¿No es fundamental referirse a su estabilidad?, ¿a que puedan seguir viviendo de su actividad y en el entorno donde la vienen desempeñando? 

Por supuesto que hay zonas o localizaciones con otras actividades (turismo, servicios…) que pueden ser predominantes o económicamente más fuertes que la agraria, o que la complementan. La diversificación económica, cuando es posible, siempre tiene interés (la iniciativa europea LEADER es lo que viene promoviendo), pero su alcance en el conjunto del medio rural es limitado.

Por su parte, la Política Agrícola Común reconoció el papel multifunción de la agricultura y, por ende, del agricultor, pues además de su actividad estrictamente económica, desempeña funciones medioambientales y sociales, ya que contribuye al mantenimiento del territorio, del paisaje y de la población rural. 

En España hay del orden de 260.000 afiliados a la Seguridad Social por cuenta propia, que ejercen su actividad económica en el sector primario (sin la pesca); de ellos, unos 190.000 pertenecen al Régimen Especial Agrario, que son los titulares de ese tipo de pequeñas y medianas  explotaciones que llamamos “familiares”. Todos esos autónomos constituyen la base de nuestra producción agraria y conforman, junto con los servicios y empleo que requieren y las actividades agroalimentarias que generan, la columna vertebral de la economía rural y de su población. Así pues, puede afirmarse que el devenir de ésta se presenta muy imbricado con el de los trabajadores por cuenta propia del sector primario.   

El problema de la despoblación rural es de una gran complejidad; las medidas para intentar combatirla, también. Véase si no, la directriz aprobada al respecto hace poco tiempo por el Gobierno de Aragón con sus ejes, medidas, estrategias y… ¡184 medidas que se deben tomar!  

En todo caso creo que la mejora de las condiciones de vida en los pueblos y el mantenimiento y desarrollo de actividades agrarias rentables y sostenibles, son dos pilares imprescindibles. A partir de ahí, la diversificación económica y todo lo demás… 

Mariano Sanagustín
Ingeniero agrónomo. Huesca