Una persona, un voto: principio cooperativo
Trabajo para una cooperativa de telecomunicaciones en Inglaterra y, al margen de aportar mi granito de arena en el departamento de Comunicación —puedo considerarme periodista en el lado oscuro por pura supervivencia—, soy socia de la cooperativa porque soy cliente: es una cooperativa de consumidores en la que quienes contratamos sus servicios de telefonía fija o móvil, o Internet podemos convertirnos también en copropietarios del negocio.
Recientemente asistí por primera vez a la asamblea anual que celebra mi cooperativa —y, sí, digo mi cooperativa, porque es tan mía como de los restantes 10.000 socios. Imagínense que alguien les pregunta por su opinión y que además la tiene en cuenta. Pues así es como me sentí cuando escuché “ha llegado el momento de votar” y comprobé que mi mano alzada contaba en el recuento.
Es la primera vez que me siento dueña de algo más que de un par de zapatos, una bicicleta o una decena de libros. Hoy más que nunca me siento parte directa de algo grande, de un negocio que ayuda a miles de personas a mantenerse en contacto con amigos y familiares. Soy parte de ello cuando pago mi factura al final de cada mes, pero también cuando tengo la oportunidad de influir en su funcionamiento y gestión.
Yo, con mi mano alzada, he podido decidir a dónde irá ese dinero que estoy pagando todos los meses por usar mi móvil. De las más de 500.000 libras de beneficios que tuvo mi cooperativa en 2013 —amén de reservar fondos para su supervivencia—, 90.000 irán destinadas a financiar empresas sociales y otras cooperativas, y una parte análoga será repartida entre los socios.
Nunca había sentido eso que llaman democracia de una manera tan directa y palpable. Después de haber experimentado algo así, la pantomima política y económica se me antoja incluso más vergonzosa. Y es que ahora puedo decir que he probado cómo se siente una persona al tener voz y voto de verdad. Un socio, un voto, dice el principio cooperativo número 2.
Entre tanta desazón, esta experiencia ayuda a mirar al futuro con optimismo. Hay alternativas. Existe en un modelo económico y empresarial que pone a las personas y su bienestar por encima de la acumulación de capital en manos de unos pocos; existe una manera de tomar las riendas y volver a ser actores y no meros espectadores. No me lo han contado, lo he tocado con mis propias manos. Es real, y sienta muy bien.
Isabel Benítez (Oxford, Inglaterra)