El empresario que pierde
El cortometraje ‘El corredor’ ha culminado con un Goya su espectacular cosecha de premios.
El corredor
En el complicadísimo mundo del cine, la vida de los cortometrajes suele ser especialmente difícil. Por esto llama aún más la atención el carrerón de El corredor, que, tras haber logrado más de 20 premios en el centenar de certámenes internacionales en los que ha participado, ha conseguido con creces salir de la clásica espiral semiclandestina. Y ahora, además, acaba de ser distinguido también con un Goya.
La cinta, dirigida por José Luis Montesinos (Tarragona, 1978) y protagonizada por Miguel Ángel Jenner y Lluís Altés, puede verse en plataformas digitales como vimeo.com. Se trata de una fábula sobre el mundo laboral que en apenas doce minutos —eso sí, muy intensos— aborda varios debates peliagudos desde una perspectiva original, libre de prejuicios y con excelente tensión argumental: entre otras, las batallas entre jefes y trabajadores durante el proceso del cierre de una empresa, las relaciones entre el que manda y el que no tiene otra alternativa que obedecer, y las dificultades por abrirse camino a partir de determinada edad si algo se tuerce, no importa cuán importante se haya sido antes.
Todo esto, y más, en apenas doce minutos, que empiezan con un hombre que debe de rondar los sesenta años haciendo jogging hasta que se para en seco porque oye que alguien le llama. Él no le reconoce, pero el otro, más joven, sí: le llama “jefe” y no precisamente de forma cariñosa: se trata de uno de los despedidos de una empresa que cerró cinco años atrás.
El “jefe” ya no es jefe, sino un hombre agobiado y hundido que no pudo sobreponerse al cierre y que no sabe cómo lidiar con la dureza de un mercado de trabajo implacable y que ahora le excluye. Es ficción, pero en este país hay decenas de miles de personas que pueden haber pasado por una experiencia parecida: un empresario al que le han ido mal las cosas. Y España no sólo no es país para viejos —pese al fantástico papel que interpretó Javier Bardem en la película de los hermanos Coen—, sino que tampoco es país para empresarios que lo intentaron y no les fue bien.
Bajo la nebulosa etiqueta de empresario se agrupan desde los ejecutivos de las grandes multinacionales hasta los pequeños y medianos empresarios y los autónomos. Ciertamente es la misma etiqueta, pero no el mismo mundo. Los pequeños empresarios y autónomos vivien a menudo agobiados por la dificultad de acceso al crédito, los apuros para cobrar lo ya entregado muchos meses después, que contrastan con los plazos inflexibles para el pago de las obligaciones fiscales —conseguir un aplazamiento puede ser a veces una odisea— y, en el caso de beneficios, afrontar tipos efectivos cercanos al 30%. El contraste con las grandes corporaciones, que imponen al proveedor su calendario de pago y pagan un tipo impositivo real casi siempre muy por debajo del 10%, es espectacular.
En España, además, los empresarios que se arriesgan y no logran sacar adelante su empresa pueden acabar atrapados de por vida. Aquí no existe el concepto anglosajón de segunda oportunidad, probablemente una de las claves que explican el éxito económico de EE UU, donde todo está montado para que el que tropieza una vez pueda lanzarse de nuevo a otro proyecto empresarial que le permita recuperarse y generar nueva actividad económica. Aquí todo parece conjurarse para que no puedas desprenderte más de la pesada mochila del fracaso, ya sea en una empresa o en la compra de una vivienda cuya hipoteca no puedes afrontar.
No es raro, pues, ver entre los impulsores de El corredor a José María Torres, empresario vinculado a la Fundación PIMEC (pequeña y mediana empresa) muy implicado en el objetivo de lograr mejoras legales que favorezcan la segunda oportunidad.