Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

Americanos / Orgía de sangre anticorrupción

Por Rosa Mora
Comparte
Pertenece a la revista
Julio 2014 / 16

Los escritores estadounidenses Dashiell Hammett, Raymond Chandler y Ross MacDonald fueron los pioneros de la novela negra. Introdujeron la crítica social y política, retrataron su país  y su época, escribieron novelas de gran calidad literaria y abrieron un camino que ya no tuvo vuelta atrás.  

El realismo puro y duro, sin juicios de valor de por medio, brilla en la prosa vibrante de Dashiell Hammet en ‘Cosecha roja’ y ‘El halcón maltés’

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

Dashiell Hammett es uno de los grandes de la literatura norteamericana. Se puede decir que el género negro nació con él. Dejó atrás la tradicional novela policíaca y abrió un nuevo camino que siguió, entre otros, un autor tan relevante como Raymond Chandler. Hammett optó por el realismo puro y duro, cuestionó la sociedad, la política, la justicia y la economía de su época. Hizo una apuesta por la calidad literaria, con una prosa vibrante, de una enorme plasticidad, que describe lo que sucede a través de diálogos y de la observación del comportamiento de la gente. Perseguido y encarcelado en la caza de brujas que siguió en Estados Unidos a la II Guerra Mundial, Hammett mantuvo una actitud ética tanto en su vida como en su literatura.

 

Más y más cárceles

Su novela más conocida es quizá El halcón maltés (1930), en la que aparece por primera vez su detective Sam Spade. Siempre le veremos con la cara de Humphrey Bogart gracias a la película de John Huston. Pero en 1929 la bestial Cosecha roja se editó como libro (antes había sido publicada por capítulos en la revista Black Mask). Una orgía de sangre y violencia en la lucha contra la corrupción.

Siempre veremos al detective Sam Spade con la cara de Bogart en la película de John Huston

Continental Op nos explica su país y su tiempo de modo formidable

Cosecha roja es la primera novela larga de Continental Op, un investigador sin nombre ni apellido que cuenta las cosas en primera persona, todo lo vemos a través de su sarcástica mirada. Cuarentón y regordete, es duro, violento, despiadado y cínico. Para él, el fin justifica los medios. Se mueve en los límites de la ley e incluso la transgrede. No tiene ni gota del romanticismo de Sam Spade o de Philip Marlowe.

El cacique Elihu Willson es el propietario de Personville, conocida y no gratuitamente como Poisonville (ciudad veneno). Es presidente y accionista mayoritario de la Corporación Minera de Personville, de un banco y de periódicos. Y más. “Contaba entre sus propiedades con un senador de Estados Unidos, un par de representantes del Congreso, el gobernador, el alcalde y la mayoría de diputados del Estado”, cuenta Op.

Sus negocios iban viento en popa hasta que los obreros le montaron una huelga de ocho meses después de que les rebajara el sueldo. Para romperla, contrató a pistoleros y esquiroles. Ganó la huelga, pero perdió el control de la ciudad, que quedó en manos de contrabandistas de alcohol, prestamistas, policías corruptos y profesionales del juego.

Willson ficha a Op para limpiarla. Y este lo hace a fondo. Actúa por libre, escapa a las órdenes del cacique y de su propio jefe. El agente, un agudo observador que conoce bien los bajos fondos, enfrenta a todos con todos y logra que se maten entre ellos. No queda títere con cabeza.

Lo mejor: en Cosecha roja no hay juicios de valor, el escritor se limita a contarnos esta historia a través de Continental Op, una manera formidable de explicarnos su tiempo y su país.