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Avances con el viento en contra

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Febrero 2018 / 55

Pese al contexto de recortes, el salario mínimo ha subido en Europa y se ha consolidado como modelo social tras instaurarlo Alemania.

En noviembre de 2013, cuando todo en la UE parecía ir pendiente abajo con los derechos sociales en cuestión ante la agenda de los recortes, el principal policía de la austeridad, Alemania, decidió instaurar por vez primera un salario mínimo de 8,50 euros la hora (1.440 euros al mes) en el país. Fue una exigencia del socialdemócrata SPD que la canciller democristiana, Angela Merkel, tuvo que asumir a regañadientes para seguir en el poder, pero respondía a un anhelo histórico de los sindicatos y de las fuerzas progresistas no sólo de Alemania, sino del conjunto de la Unión, que lo consideraban capital para intentar preservar el modelo social europeo.

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

En Alemania, la instauración del salario mínimo, que se aplicó a partir del 1 de enero de 2015, beneficia a 5,4 millones de trabajadores que antes no alcanzaban el umbral de los 8,50 euros (el 17% de la fuerza laboral), pero su importancia trasciende con mucho a este país: al tratarse del motor económico de Europa y del principal actor en la fijación de políticas comunes, el paso fue celebrado como clave contra el dumping social* y la normalización definitiva del salario mínimo en el paisaje europeo.

Con Alemania, 21 de los 27 países de la UE tienen ya un salario mínimo. Faltan sólo Finlandia, Suecia, Dinamarca, Austria, Italia y Chipre. Pero en estos países, salvo Chipre, la gran mayoría de trabajadores está amparada por convenios colectivos y cuenta, por tanto, con índices equivalentes. En Alemania, en cambio, apenas la mitad de los trabajadores están protegidos por convenio, con lo que este país era la última pieza importante del puzzle por colocar.

Pese a que el acuerdo de 2013 puso fin a la anomalía alemana, fue recibido de uñas por las patronales, sectores del propio partido de Merkel y del establishment económico, ordoliberal**, contrario por definición a interferir en las supuestas reglas del mercado. Estos sectores lanzaron múltiples estudios que auguraban la catástrofe inminente, con previsiones brutales de destrucción de entre 500.000 y un millón de puestos de trabajo.

Sin embargo, el resultado nada ha tenido que ver con el Armagedón anunciado. El debate económico no ha desaparecido por completo —los más ortodoxos aseguran ahora que los efectos perniciosos se notarán cuando cambie el ciclo económico y haya recesión—, pero necesariamente se ha colocado en otro nivel porque la entrada en vigor del salario mínimo no ha alterado la magnífica evolución del mercado laboral, que se encuentra en una situación equivalente al pleno empleo, con un paro de apenas el 3,6%, un dato incluso mejor que el 4,9% con que se cerró 2014.

Un estudio elaborado por el Ministerio de Economía alemán para analizar los efectos de la introducción del salario mínimo, de agosto de 20171, concluye que la medida ha tenido un impacto positivo tanto en los salarios en su conjunto —la instauración de un salario mínimo suele tener un efecto arrastre al alza— como en la reducción de la desigualdad y hasta de la pobreza, en línea con lo que suelen subrayar entidades como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y economistas progresistas, que subrayan además que la medida suele tener impacto también en la reactivación del consumo interno y, por tanto, en el impulso de toda la economía. El estudio recalca asimismo que no ha tenido ningún impacto significativo en la evolución del paro, ni para bien ni para mal. Algunos economistas ortodoxos han fijado su atención en la pérdida de minijobs***, pero el estudio sostiene que en realidad “la mayoría [de minijobs] se han transformado en empleo regular”, con lo que el efecto de estas pérdidas sería mayoritariamente positivo.


MEJORAS GENERALIZADAS

Otra investigación alemana, del Institute of Economic and Social Research (WSI)2, que hizo balance del primer año, llega a estas mismas conclusiones y aporta estimaciones concretas del impacto de la mejora de salarios, muy importantes en algunos sectores económicos y sobre todo en los Estados del Este, más pobres. El sector más beneficiado fue el de hoteles y restauración al afectar nada menos que al 52% de los trabajadores —65% en el Este—, seguido de la agricultura (31%) y el comercio (30%), y la medida arrojó mejoras salariales medias del 2% (3,6% en el Este). En algunos sectores, como la industria alimentaria o la seguridad, las subidas llegaron hasta el 5,6% y el 4,2%, respectivamente (11,1% y 10,4% en el Este). Y si bien se perdieron teóricamente más de 300.000 empleos en el  “sector marginal” —básicamente minijobs—, ello fue precisamente porque muchos de estos trabajos se consolidaron ya en el nuevo escenario de empleo de mejor calidad: en un solo año el número de  “empleos regulares”, con cobertura social, creció en 713.000.

La experiencia tan positiva de Alemania refuerza el salario mínimo como uno de los pilares del modelo social europeo. En realidad, se trata de uno de los pocos derechos que no sólo han resistido al tsunami de la crisis, sino que ha ganado posiciones en la UE y no sólo por la incorporación al club de Alemania: en todos los países, salvo Grecia, ha habido en los últimos años incrementos sustanciales de la cuantía (véase el gráfico). Sobre todo en los países del Este —con aumentos por encima del 50% desde 2009—, pero también importantes en Europa occidental.

En este cuadro general de la Unión, las mejoras en España adquieren una tonalidad mucho más moderada. El aumento (13%) se cuenta entre los menores, hasta el punto de que algunos países del Este, que se incorporaron a la UE dos décadas después, tienen ya indicadores mejores que España si el salario mínimo se mide en porcentaje respecto a la mediana****, que es la mejor forma de analizarlo porque se relaciona con el coste de la vida de cada país. En la última comparación posible con datos homogéneos de Eurostat, la agencia estadística de la UE, en 2014, España ocupa el puesto 16 sobre un total de 21 en cuantía del salario mínimo en relación con el salario mediano (45%), superado ya por la mayoría de países del Este: Eslovenia, Hungría, Polonia, Bulgaria, Letonia, Lituania, Rumania…


PRESIÓN EN EEUU

La nota disonante en la UE es Francia, uno de los primeros países en contar con un salario mínimo (1950), de los mejor dotados (1.480 euros mensuales, equivalentes al 62% del salario mediano) y el que más ha empujado para establecer un salario mínimo para el conjunto de la UE, una de las prioridades frustradas del mandato del socialista François Hollande3. La llegada del liberal Emmanuel Macron ha supuesto un giro en el debate público, centrado ahora en eliminar la fórmula de revalorización automática que se estableció para que no perdiera poder adquisitivo (vinculada a la inflación y a la evolución general de los salarios). Las nuevas autoridades consideran que es demasiado generoso.

La patronal alemana erró al augurar una catástrofe en el empleo

En EE UU, las grandes ciudades empujan al alza el salario mínimo

En cambio, el debate público en EE UU sí conecta con la tendencia mundial al alza, aunque no exactamente por las acciones del Gobierno federal, sino como consecuencia de la presión de las grandes ciudades y algunos Estados, que han fijado por su cuenta un horizonte de salario mínimo en sus territorios de 15 dólares la hora. Esta cantidad es más del doble que el salario mínimo federal (7,25 dólares), que se revalorizó por última vez en 2009, tras la primera victoria de Barack Obama. Los demócratas han asumido como propio el objetivo de la campaña, que según un reciente estudio del Economic Policy Institute4 supondría una mejora para 41 millones de trabajadores.

La evolución del salario mínimo en Estados Unidos es un buen ejemplo de cómo cambió el capitalismo a finales del siglo XX. Hasta la década de 1970, el salario mínimo corría en paralelo a la productividad, pero el nexo quedó roto con el auge neoliberal, que conllevó su congelación (y, por tanto, la progresiva pérdida de poder adquisitivo como consecuencia de la inflación). El estudio del EPI muestra que los 7,25 dólares actuales estarían un 25% por debajo del pico del año 1968, medido en dólares constantes (sin tener en cuenta la inflación). Si hubiera seguido vinculado a la productividad, el salario mínimo en Estados Unidos debería rozar hoy los 20 dólares la hora, según el EPI.

 

* DICCIONARIO

*Dumping social: Práctica de competencia desleal basada en reducir los salarios, los impuestos o las cotizaciones sociales para que el producto sea más competitivo en los mercados, lo que acaba arrastrando a la baja los derechos sociales del conjunto de países.

**Ordoliberalismo o liberalismo de orden: escuela de pensamiento económico fundada en Alemania en la década de 1930 que comparte las premisas neoclásicas de mínima interferencia del Estado en la economía, pero con gran énfasis en la exigencia del equilibrio presupuestario y la disciplina.

***Minijobs: empleos a tiempo parcial, de baja retribución y en general con escasa o nula cobertura social.

****Mediana: la posición central en una lista ordenada. La mitad de los trabajadores ganarían más que la cifra de la mediana y la otra mitad, menos. 

 

PARA SABER MÁS

1. Side effects of the introduction of the German minimum wage on employment and unemployment: evidence from regional data. Alfred Garloff. Ministerio de Asuntos Económicos y Energía. Julio de 2017

2. The german minimum wage: experiences and perspectives after one year. Mar Amlinger, Reinhard Bispink, Thorsen Schulten. Institute of Economic and Social Research (WSI). 1 / 2016

3. Mapping out the options for a European minimum wage standard. Ministerio de Economía. Julio de 2014.

4. Rising the minimum wage to $15 by 2024 would lift wages for 41 mllion American workers. David Cooper. Economic Policy Institute. Abril de 2017