Contemporáneos / Un mundo infame; los juegos de poder
Dominique Manotti retrata, a través de una intrigante historia de ladrones, corruptos y policías, clases sociales, luchas y dinámicas de la empresa.
ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR
Todo es un asunto de poder. La ley de la selva que reina en el mundo queda clara en las descripciones y personajes de Dominique Manotti, en su libro Conexión en Lorena.
Esta profesora de Historia Económica de la Universidad de París —y una de las grandes de la literatura negra francesa— retrata lo que ha visto en su profesión como historiadora: un mundo infame, donde la justicia solo es posible bajo estricta presión.
Realismo mágico negro
Como Gabriel García Márquez, que contaba una realidad mágica que se parecía bastante a la ficción, la autora no tuvo más que mirar la realidad histórica para narrar su cuento policial (aunque, por supuesto, tuvo la gracia de contarlo muy bien). La historia está basada en la privatización de la empresa francesa Thomson MMT, entonces con muchas subvenciones europeas y muy apetecible. La coreana Daewoo se acercó en su momento a la empresa de armamento Matra para pelear juntos por Thomson. Al final no se unieron, pero cinco años más tarde, Corea compró Thomson por 2.000 millones de euros y desapareció un directivo.
Esta historia fue la musa que inspiró la trama de Conexión en Lorena con nombres y apellidos reales: Daewoo, Matra, Alcatel, Kim, Park...
Pero la novela de Manotti no solo habla de esa historia. También trata de inmigrantes, de droga, de obreros, de huelgas y de luchas. Eso sí, nadie está del todo libre de culpas.
Los de abajo, los que menos tienen, no actúan tampoco necesariamente con criterios solidarios. La selva es lo que tiene, como en el mar: los peces más débiles no se comen más peces no porque no quieran, sino porque no pueden. Y los de arriba se pelean por el poder, y gana el más inteligente, el menos inocente; el que tuvo más suerte, con educación, buena cantidad de información reservada y guante blanco.
Los malos de armas tomar nunca llegarán a más que eso: al fin y al cabo son lumpen, escoria. Obreros con la rabia mal convertida, que jamás, por más que lo intenten, lograrán ser como sus jefes. Con mucho dinero y mucho lujo siempre serán clase baja.
El poder se gana con elegancia, jugando al tenis y sin sudar, desde la política hacia la economía, y viceversa. La democracia es una farsa.
Los grandes empresarios lo saben, y saben también que al que juega sucio se le juega sucio, por supuesto. Sucio pero discreto. Y con matones a sueldo, si hace falta.