Discapacidad: jubilarse no siempre es la mejor opción
Tener una discapacidad, en algunos casos grave, haber trabajado toda la vida en un Centro Especial de Empleo y jubilarse a los 65 años representa una pérdida en la capacidad económica. Los tutores, que son quienes cobran indirectamente una pensión para poder dedicarse a cuidar de ellos, se quedan sin la ayuda económica.
“Lo que está comenzando a suceder es que la gente tiene menos dinero para pagar a alguien que le acompañe en el momento de su vida en que está más debil y necesita más de la ayuda de otro para vivir”, resume Mònica Castells, que asiste a personas con discapacidad intelectual en la Fundació TEB.
Discapacitados intelectuales en TEB. FOTO: MARIANA VILNITZKY |
Existen tres tipos de pensiones para la discapacidad: la no contributiva, la de orfandad y la pensión por hijo a cargo. La pensión no contributiva se cobra cuando se tiene una disminución mínima del 65% de las capacidades, y no es compatible con la de hijo a cargo u orfandad.
Pero la pensión de orfandad; es decir, cuando el discapacitado se queda sin los padres, algo común cuando una persona pasa de los 65 años, sí es compatible con la pensión por hijo a cargo (o sea, la que cobran padres o tutores por cuidar de una persona que tiene más del 65% de incapacidad o está discapacitada judicialmente), pero se pierde con la jubilación, que es en todos los casos menor, si no se demuestra que la invalidez proviene de antes de cumplir los 18 años.
La pensión por hijo a cargo también se pierde con la jubilación del discapacitado. “Es una situación relativamente nueva, porque la gente con discapacidades vive más, y se puede jubilar —agrega Castells—. Por lo pronto, la Fundació está asumiendo igualmente el cargo de tutor, y los gastos que pueda representar si no llega otra ayuda”, concluye.