“El capitalismo es aún joven, pero no eterno”
Entrevista: Crisis, desigualdades, globalización, retos climáticos… El capitalismo agudiza unas contradicciones que lo debilitan, según el economista Robert Boyer.
¿Qué es lo que caracteriza al capitalismo?
Es un modo de producción muy original, pues ha hecho historia: para acumular, está permanentemente obligado a innovar. No solo en las ciencias, sino también en las normas, las instituciones, los valores. Y está siempre en busca de nuevos espacios. Me fascina Facebook: ¡una empresa que consigue hacer dinero gracias a las relaciones que mantienen los individuos entre sí!
Crisis, recesiones, guerras… nada parece cuestionar su marcha hacia delante.
Es un modelo que dura desde el siglo XVI. En cada gran crisis se anuncia su fin, pero continúa presente porque, cuando está en peligro, lo político interviene para garantizar su supervivencia. Si sus crisis afectan a los bancos, se les ayuda para salvar la confianza en el crédito: ¡se invoca al bien público para salvar los vicios privados! Si el sistema parece imposible de hundirse, se debe también a que nunca ha surgido ninguna alternativa. Hoy se habla de un Green New Deal, un New Deal ecológico, pero carece de las instituciones que creen un sistema con otro modo de organización.
Pero puede tomar diversas formas: tras la Segunda Guerra Mundial era más progresista.
No puede entenderse la dinámica del capitalismo del siglo XX sin los dos conflictos mundiales. La Primera Guerra Mundial instituye el armamento de masa, en una alianza público-privada que da credibilidad a una política industrial aplicada y, a continuación, al consumo de masa; el impuesto sobre la renta se instaura para financiar la guerra y el trabajo de las mujeres sustituye durante un tiempo al de los hombres. La Segunda Guerra Mundial recompensa a los que se han salvado redistribuyéndoles una parte de los dividendos del crecimiento recuperado. Mi tesis es que no conoceríamos el capitalismo actual sin esos dos conflictos. Thomas Piketty lo ha redescubierto al estudiar las desigualdades: las dos guerras desempeñaron un papel crucial en su reducción. Los conflictos vuelven a sincronizar a las sociedades: frente al individualismo y las desigualdades relativas (vivienda, educación, etc.), las sociedades vuelven a soldarse tras un episodio bélico. Espero que, tras los chalecos amarillos que expresan un estallido de la situación social, encontremos soluciones que no sean conflictos para crear una sociedad viable y legítima.
El capitalismo se muestra incapaz de frenar una consecuencia dramática de su funcionamiento: la destrucción del planeta.
Estoy convencido de que vamos hacia catástrofes ecológicas. Porque, por una parte, el clima es un bien común, pero cada Estado gestiona su relación con el clima en función de sus propios intereses y piensa que son, sobre todo, los demás quienes tienen que hacer un esfuerzo. Los estadounidenses creen que, frente al muro, la tecnología nos salvará. Y, por otra parte, existe un conflicto de temporalidad: hemos conferido a los mercados financieros la tarea de determinar un precio del carbono. Pero los mercados fijan el precio de las cuotas para contaminar teniendo en cuenta la situación actual, no la de mañana, cuando ya será demasiado tarde, si tenemos en cuenta el cúmulo de efectos del CO2. Las decisiones siguen estando dominadas por una visión cortoplacista: se innova cuando el precio del petróleo sube y se frenan los esfuerzos cuando baja. Los últimos trabajos científicos muestran que el calentamiento va más deprisa de lo que se pensaba. El fracaso climático polarizará aún más a las sociedades. Las más ricas podrán sin duda adaptarse, las más pobres, mucho menos.
El capitalismo parece enfangado en un estancamiento secular, un largo periodo de innovación sin aumento de eficacia. ¿Qué es lo que se ha roto en el motor?
¡Es una visión muy estadounidense y europeocentrista! China ha superado el estadio de ponerse al nivel de las tecnologías de los grandes países para situarse a la cabeza del 5G, de la exploración espacial o de la inteligencia artificial. Por el contrario, en Estados Unidos y Europa, hemos debilitado varias fuentes de innovación. Cuando se establecen barreras para evitar que los salarios bajen demasiado, el empresario está obligado a innovar para reducir sus costes de producción. Ahora bien, desde 1970, las reglamentaciones del mercado laboral han evolucionado hacia un cuestionamiento de esas protecciones. Y con unos tipos de interés cero, una serie de empresas zombis que deberían desaparecer por no innovar, logran sobrevivir. Sin embargo, anunciar el fin de la dinámica capitalista significa olvidar que los progresos de hoy son los que afectan a la vida humana en el ámbito de la educación, la salud, el ocio. Considerarlos solo como costes es no entender que en ellos residen las fuentes del progreso.
¿Qué futuro ve para el capitalismo?
Cuando se ha leído a Karl Marx, se comprende que el capitalismo crea las condiciones de su propio fracaso, pero siempre ha sabido responder a sus problemas. ¿Qué fuerzas van a ganar en el futuro? Diré que es un sistema aún joven. Solo está aquí desde hace poco más de cuatro siglos, poco si tenemos en cuenta la duración de los grandes imperios… piense en el Imperio romano. Puede, pues, durar aún mucho tiempo. ¡Pero ningún imperio ha sido eterno! El capitalismo agudiza contradicciones y, hoy, las globaliza, lo que le debilita. No hay ningún mecanismo para compatibilizar los capitalismos estadounidenses, chino, etcétera. Hay un riesgo de vuelta al fraccionamiento territorial, incluso en sus dimensiones nacionalistas, autoritarias, xenófobas. Mi único pronóstico es que, de aquí a finales de siglo, la degradación del planeta va a obligarnos a innovar en técnicas de supervivencia en un medio no hospitalario para el ser humano.