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“El proyecto alemán es la transición energética” // Entrevista a Vincent Boulanger, periodista

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Octubre 2017 / 51

La transición energética, en la que está comprometido a fondo el país, moviliza a toda la sociedad e industria alemanas. Sin embargo, las emisiones de CO2 siguen siendo muy elevadas.

El medioambiente, la energía y el clima no han estado presentes en las últimas elecciones francesas. ¿Pasa lo mismo en Alemania?

En Alemania son asuntos más importantes, aunque con notables diferencias entre sí. La transición energética y la reducción de emisiones figuran en un lugar destacado del programa de todos los partidos en liza —evidentemente, con posturas antagónicas— no sólo debido al contexto internacional, sino también, y sobre todo, porque la transición energética constituye el proyecto industrial de este siglo en Alemania. Por el contrario, las amenazas que pesan sobre la biodiversidad están relativamente ausentes en los debates. El programa del partido de Angela Merkel, el CDU-CSU, es totalmente inconsecuente en esta cuestión.

En Francia se critica con frecuencia la transición energética alemana: el abandono de la energía nuclear provocaría un mayor uso de las centrales de carbón, o de la energía nuclear francesa, mientras que el coste de las energías renovables sería exorbitante para los hogares. ¿Son críticas fundadas?

No, las centrales de carbón no están funcionando más que antes de Fukushima, todo lo contrario. Desde 2011, la producción de las centrales de carbón ha descendido un 0,5%, a pesar de que se han parado nueve reactores nucleares y se ha triplicado el saldo exportador de electricidad. Ese supuesto aumento del uso del carbón es una fábula divulgada en Francia por el lobby de la energía nuclear.

Además, los alemanes no necesitan la energía nuclear francesa para llevar a cabo su transición. Su red dispone de una potencia instalada de cerca de 100 GW de energías convencionales a los que se añaden 97 GW de renovables y su demanda interior no supera nunca 80 GW. Son, por el contrario, las centrales de carbón alemanas las que sostienen la red francesa cuando la calefacción eléctrica francesa funciona al máximo en Francia. Este país es un importador nato de corriente alemana. Por último, el coste del apoyo a las renovables está muy lejos de ser exorbitante. De hecho, el porcentaje de la electricidad en el presupuesto de los hogares ha aumentado muy poco desde 1990: el 2,3% en 2016 frente a un 2% de entonces. Los costes de la energía eólica y de la fotovoltaica siguen siendo muy bajos. Las tarifas medias resultantes de las últimas licitaciones eran, respectivamente, de 5,71 y 5,66 €/kWh; es decir, dos veces menos que las de un nuevo reactor nuclear con los estándares de seguridad actuales. En consecuencia, la contribución de los consumidores de electricidad al apoyo a las renovables aumenta poco ahora y debe disminuir a partir de 2022, cuando finalicen los primeros contratos de compra. 

¿Está Alemania en el buen camino para lograr los objetivos climáticos en 2020 y posteriores?
 

No, por el momento. Las emisiones del país no han bajado de modo significativo desde hace tres años. A finales de 2016, Alemania había reducido sus emisiones en un 28% respecto a 1990. Para llegar a -40% en tres años, habría que cerrar más centrales de carbón de lo que está previsto tras las elecciones, pues es la forma más fácil de ahorrar CO2. Técnicamente es posible, el mercado alemán es excedentario en producción, pero políticamente es difícil porque hay que ofrecer alternativas creíbles en lo que a empleo se refiere a las regiones afectadas.

Hasta mediados de 2018, el Gobierno alemán  no hará propuestas concretas al respecto. Asimismo, va a ser necesaria una actuación enérgica en los transportes, cuyas emisiones no han bajado desde los años 1990. Varios estudios han demostrado que, a largo plazo, es posible que Alemania tenga un sistema energético electricidad-calor-movilidad 100% renovable.