El tiempo de trabajo, a debate
La experiencia francesa podría ser un ejemplo para el mundo, pero la tendencia es, hoy por hoy, la contraria
FÁBRICA Trabajadores en Múnich. FOTO: PARLAMENTO EUROPEO
En algunas cosas, tanto la derecha como la izquierda están de acuerdo. Y esta es una: en el futuro no habrá necesidad de trabajar tanto para conseguir el nivel de vida que hoy se tiene en Occidente. Como en la Revolución Industrial, las máquinas podrán hacer los trabajos que hoy llevan a cabo los humanos (véase De la escalvitud a las 35 horas de Francia). Si es así, ¿Se podrá reducir la jornada laboral? ¿Podría repartirse el trabajo para que todos tengan acceso a él? ¿Podría incluso repartirse el trabajo hoy, para bajar las altas cifras de desempleo de la crisis?
Francia ha impulsado el experimento más grande de reparto del trabajo que se ha efectuado en la historia. “Trabajar menos para trabajar más personas, y vivir mejor”; esa era la idea central de la implantación, por ley, de la reducción de la jornada a 35 horas, impulsada por el Gobierno socialista de Lionel Jospin, con Martine Aubry como ministra de Trabajo, en el período entre 1998 y 2002 (véase la cronología al final de este artículo) . Se ha llevado a cabo paulatinamente, y con diferentes medidas que afectaban a diversos sectores, pero a partir de 2003 la tendencia de las políticas fue echar atrás las medidas.
Las críticas han sido muchas, sobre todo de los sectores empresariales, que consideran que la imposición de las 35 horas, sin una bajada salarial, les implica una dificultad a la hora de competir con empresas en el exterior. En 2008, de hecho, el entonces presidente, Nicolas Sarkozy, quiso barrer las 35 horas bajo un nuevo lema: “Trabajar más para ganar más”, y un acuerdo que permite aumentar las horas suplementarias, y negociar por sectores.
Sin embargo, el informe de diciembre pasado de la Comisión de Investigación del Parlamento francés llega a conclusiones muy distintas. Trabajar menos horas significó que entre 1999 y 2000, los años en los que se aplicó la medida a empresas grandes y al sector público, hubiera en Francia 350.000 parados menos (véase la entrevista a Barbara Romagnan); que el PIB aumentara más que en otros períodos de crecimiento sin reducción de jornada, y que los franceses fueran de los más productivos de Europa.
EMPRESARIOS CRÍTICOS
Los críticos consideran que el descenso del paro está relacionado con los subsidios que el Estado francés daba a las empresas, a través de reducciones de las cotizaciones sociales, para que puedan asumir a más empleados y cubrir las horas que falten.
El tema está en discusión y las medidas de reducción de jornada no han resultado buenas, o sí, según para qué sector de los trabajadores. Las empresas muy pequeñas no cumplen los requerimientos estatales de 35 horas. Los trabajadores de alto nivel hacen tantas horas extras que superan las 40, según la Encuesta Europea de Población Laboral (EU-LFS, por sus siglas en inglés).
Un estudio citado por Steffen Lehndorff, economista e investigador sénior del Institute for Work, Skills and Qualification (IAQ) de la Universidad de Duisburg-Essen, especializado en temas laborales en Europa, expone: “Apenas tres de cada cinco trabajadores en el año 2000 dijeron que su vida diaria había mejorado con la implantación de las 35 horas, mientras que el 13% dijo que había empeorado”. La mayoría de las que vieron mejoría eran mujeres, con niños menores de12 años. Y los que vieron empeorar su vida aducían que se les había reducido la jornada pero no la cantidad de trabajo, con lo cual el estrés era mayor.
De todas maneras, para una mayoría la reducción de jornada fue algo positivo. Esto ha supuesto que políticamente sea difícil eliminar, por ley, la jornada de 35 horas, y que la flexibilización de la medida se haya realizado paulatinamente, a través de las horas extras permitidas y acuerdos concretos.
“Podemos aprender mucho de la experiencia francesa. De las cosas positivas y las negativas y de cómo se podría desarrollar una reducción de jornada en otros países”, opina Lehndorff, que ha estudiado las diferencias entre Francia y Alemania.
Alemania, en realidad, ha sido pionera en la reducción de jornada, pero no con una imposición estatal, sino a través de acuerdos entre el sindicato de trabajadores del metal y la patronal, en 1995. “Aquí la expansión de la medida de las 35 horas llegó sólo a los trabajadores del metal y a los de la industria gráfica”, agrega Lehndorff. “Esto tiene que ver directamente con la mayor o menor fuerza de los sindicatos sectoriales”.
“Habrá que reducir la jornada de forma muy paulatina, y con acuerdos que correspondan a la cultura y la situación de cada país”, agrega Florent Marcellesi, impulsor en España de la utopía de organizar la economía en una jornada reducida, hasta llegar a unas 21 horas semanales, promovida por la New Economic Foundation (NEF) de Reino Unido. “Algunas cosas de le experiencia francesa podríamos aplicarlas junto con acuerdos sindicales, y con los empresarios, que también podrían verse beneficiados por una reducción de jornada.
Para Anne Cuote, coeditora del libro 21 horas, de la NEF, en el que explican las bondades de reducir el tiempo de trabajo; con sólo 30 horas “resolveríamos un montón de problemas conectados: sobreempleo, desempleo, sobreconsumo, niveles altos de emisión de carbono, falta de tiempo para la sostenibilidad, cuidados y desigualdad”.
En Francia, la reducción del tiempo de trabajo en un inicio fue opcional, y fueron los mismos empresarios quienes se sumaron a la medida, para beneficiarse de los subsidios. El Estado pudo darlos en una época de bonanza económica, no en una crisis. Ya sean 35 horas, 30 o 21, lo que es imprescindible es la inversión del Estado.
REPARTIR LA RIQUEZA
“Para conseguir una reducción de la jornada necesitamos una reforma fiscal y la aplicación de una renta básica”, dice Lluís Torrens i Mèlich, economista e investigador del Instituto de Empresa IESE, que ha calculado acciones concretas que se deberían efectuar, combinando una repartición del trabajo y una renta básica universal que sirva para sopesar la bajada en los salarios. “Sin esto, lo que genera es lo que sucede ahora o con los minijobs: precariedad y pobreza. La renta básica se conseguiría recogiendo los impuestos de las grandes fortunas. No hay que hacer una revolución para ello. Si España impusiera unos impuestos como ya existen en otros países de Europa, esto ya se podría conseguir”.
La dura realidad es que ni el mundo, ni el Estado español parecen, por ahora, encaminados a estas ideas. “La sensación que tengo es que cada vez trabajará más tiempo menos cantidad de gente”, opina el abogado laboralista Román Gil, del gigante despacho de las empresas, Sagardoy. “A las empresas no les preocupa ahora mismo repartir el trabajo. Lo que les preocupa es ver cómo podemos ser más competitivos y más eficaces. Sería maravilloso que trabajáramos menos, pero tendría que haber una regulación internacional para no perder competitividad. La verdad es que hemos hecho muchos avances. Nunca en la historia se ha trabajado tan poco como ahora. Nunca se ha estado mejor en el mundo occidental”.
Para el Parlamento francés, las 35 horas dejaron un saldo positivo
En España, menos personas trabajan más que antes de la crisis
La productividad es lo que preocupa a los empresarios para aplicar una reducción de jornada. Si se miran las cifras generales de la OCDE (véase el gráfico) parecería que trabajar menos no implica ser menos productivo. En España se trabajan en total más horas que en Francia y que en Alemania, pero se supone que esas horas producen menos (no menos que en Alemania, si se mira entre los trabajadores a tiempo completo).
¿Significa eso que somos menos productivos que los franceses? Podría ser, pero los motivos no son necesariamente las horas de trabajo. Los expertos coinciden en que la productividad no es tan fácil de medir. “Es una ecuación matemática que está relacionada con el valor del trabajo, de los productos, con la capacidad de las máquinas, es complicado saber realmente cuál es”, reconoce Ramón Gorriz, secretario de Acción Sindical de Comisiones Obreras. “Una residencia de ancianos privada puede atender a los mismos usuarios con la mitad de trabajadores, y serían más productivos, pero la calidad de la atención sería completamente distinta”.
En todo caso, las cifras actuales son conocidas. El 23,7% de la población española quiere trabajar y no puede. Hay cerca de cinco millones de desempleados y quienes trabajan asumen toda la carga.
“En España se hacen más de 11 millones de horas extra cada semana, legales e ilegales”, calcula Ramón Gorriz, “Esto equivale a 320.000 empleos menos”.
El Gobierno de Reino Unido se ha inventado un nuevo tipo de contrato que llama directamente las “cero horas”. Eso implica que el empresario contrata y puede llamar al empleado según lo necesite. Los sindicatos, unidos en el Trade Union Congress, le llaman el contrato “cero derechos”.
Más que un paso al futuro, el horizonte parece una vuelta muy al pasado.
CRONOLOGÍA
Diez años tejiendo y destejiendo
1995
El sector del metal alemán pasa a las 35 horas semanales.
1996
La ley Robien otorga una ayuda a las empresas que reduzcan el tiempo de trabajo y favorezcan así el empleo.
1998
La ley Aubry I exnoera de cotizaciones sociales a las empresas que firmen acuerdos de reducción de tiempo de trabajo.
1999
La ley Aubry II vuelve a fijar la duración legal del trabajo de 39 a 35 horas semanales.
2002
Las empresas de hasta 20 trabajadores deben aplicar las 35 h. Tras un año, lo hace un 18%.
2003
La ley Fillon aumenta las horas extra de 130 a 180. Las cotizaciones más bajas ya no se condicionan a la reducción jornada o a la contratación.
2007
La ley Tepa sobre el poder de compra desfiscaliza las horas suplementarias.
2008
La ley que reforma el tiempo de trabajo amplía el uso de las horas extra (220) y permite negociar pactos de empresa distintos a los del sector.
2013
La ley sobre la protección del empleo autoriza a una empresa en crisis a pactos que mantengan el empleo (menos tiempo sin cambios salariales).