Españoles / Periodistas, también
El naufragio de la prensa se refleja en una hornada de novelas con crimen de por medio salidas del corazón de las redacciones.
Uno de los sectores más devastados por la crisis es el de los medios de comunicación tradicionales, que en un lustro han visto caer sus ingresos más del 50%, justo cuando más endeudados estaban y mientras se hundía su modelo de negocio. Efecto: ya no queda ni un gran grupo que no esté bajo el control del poder financiero.
De las entrañas del periodismo y de este mundo en descomposición han salido varias novelas que a partir de un asesinato —o varios— reflejan también el hundimiento de la industria.
José Sanclemente, ex alto directivo de El Periódico de Catalunya y ADN, ahora en nuevos medios como eldiario.es y Alternativas Económicas, ya retrató la decadencia de los periódicos en Tienes que contarlo (2012) y luego siguió con No es lo que parece (2013), en donde la joven periodista Leire Castelló y su becario —crack del periodismo de datos— se atreven a ir mucho más lejos que las vacas sagradas. Y en un contexto en que el banco involucrado en todos los marrones sucios que deberían ser objeto del periodismo va a convertirse en propietario de la radio en la que trabajan. Todo muy real, salvo que en realidad el heroísmo periodístico suele pagarse caro.
Despedido —prejubilado— es el periodista sénior que sigue en el ajo tanto como el que más en Margen de error (2014), de Berna González Harbour —ahora al frente de Babelia de El País—, protagonizada por la comisaria Ruiz, más lista que todos los machos-Alfa que la rodean y que sigue la línea apuntada en Verano en rojo (2012). Prejubilada del periodismo es a su vez Diana Dial, la detective amateur inventada por Maruja Torres —Fácil de matar (2011) y Sin entrañas (2012)—, con el mismo talento y mordacidad que Maruja.
También optó por la novela negra para su estreno literario en 31 noches Ignacio Escolar, ex director de Público y ahora de eldiario.es, con un periodista como narrador de una trama sórdida de drogas, corrupción policial y decadencia periodística: “Por una vez no me quejé del naufragio de una redacción que ya lleva su tercer ERE en cuatro años, que paga mejor al informático que engaña a Google que al redactor que trae las noticias, que achatarra a los periodistas de los que aprendí y los sustituye por becarios que nunca tendrán a nadie que les pueda enseñar”. Con semejante estado del supuesto cuarto poder, nadie debería extrañarse de que en la novela ganen los malos.