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La avanzadilla empresarial por las 32 horas

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Septiembre 2022 / 105

Ilustración
Andrea Bosch

Ni conquista obrera ni reparto del empleo. La nueva narrativa a favor de la semana de 4 días la lidera un puñado de compañías en nombre de la transformación cultural y económica.

Abril de 1919. Tras una larga y sonada huelga que prendió en la principal productora eléctrica de Cataluña, conocida como La Canadenca o La Canadiense, el Gobierno español se convirtió en el primero de Europa en limitar la duración de la jornada laboral a ocho horas. Acortar el tiempo de trabajo fue una parte nuclear de la lucha del movimiento obrero en los siglos XIX y XX. 
Un siglo después, cuando se habla de reducir la jornada laboral se nos brinda una imagen distinta: un restaurante invirtiendo en máquinas que corten las verduras, en aplicaciones que permitan pedir los platos desde la mesa o en recetas que eviten tener siempre disponible a quien pueda freír unos huevos rotos. Parece chocante, pero iniciativas tecnológicas y organizativas como estas son las que han permitido a La Francachela, en Madrid, liberar un día de trabajo. 
María Álvarez, la empresaria que está detrás del cambio y de la plataforma 4Suma!, no habla de política laboral, ni de reparto del trabajo, ni de más empleos —aunque los haya creado—. Habla de "mejores empleos"; de "transformación cultural de las empresas"; de "compartir las ganancias de productividad con las trabajadoras [el 80% de su plantilla son mujeres]"; de "alinear  la organización con la digitalización y la conciliación". 

479: Son los millones de personas que en el mundo trabajan tantas horas (55 o más por semana) que se arriesgan a tener problemas de salud o incluso a la muerte, dicen la OMS y la OIT.


La Francachela rompe los esquemas de quienes niegan que la semana de cuatro días sea posible —más allá de los negocios de software y de las finanzas— en actividades como la hostelería, donde abundan las jornadas agotadoras.
La narrativa de la reducción de la jornada laboral y sus protagonistas han cambiado, igual que lo ha hecho el contexto: está hecho trizas el contrato social vigente desde la Segunda Guerra Mundial y sus viejas promesas de estabilidad y ascenso social; nuevos modelos empresariales basados en la precariedad; la emergencia climática muestra sus zarpazos, y, en el horizonte, una crisis mayúscula con relación a los cuidados y el paro tecnológico.

Palanca de cambio.

Hoy, un grupo heterogéneo de personas a menudo ligadas a la empresa, pero también a la academia, a la ecología, al feminismo y al movimiento sindical promueven la reducción del tiempo de trabajo de forma activa. Y su apuesta es un eslabón en una cadena de transformaciones: el impacto de la automatización y la inteligencia artificial, la inevitabilidad de disociar la necesidad de ingresos y el trabajo, un cambio de lugar  del propio trabajo en la vida y, con carácter más inmediato, objetivos ligados al bienestar y la conciliación. 
También asoma la inquietud medioambiental, que se arma de  proyecciones: el centro de investigación Autonomy estima que la semana de cuatro días en Reino Unido equivaldría a retirar 1,3 millones de coches de la carretera cada año.

'Gran dimisión' y salud

Parte del contexto lo conforman igualmente fenómenos como la gran dimisión o renuncia masiva de trabajadores insatisfechos, especialmente en EE UU. La pandemia y la conciencia de que la falta de tiempo es otra cara de la precariedad; y  el estrés laboral. La Organización Internacional de Trabajo (OIT)  alertó en 2021de que las largas jornadas aumentan el riesgo de muerte por cardiopatía isquémica  y accidente cerebrovascular. El debate en el Norte y el Sur es dispar. Cerca de 479 millones de personas trabajan más de 55 horas a la semana en el mundo. 

-43%: Es el porcentaje de caída de la media de horas trabajadas al año en España entre 1870 y 2018. En ese periodo, la renta per cápita aumentó el 1.641% (31.497 dólares de 2011)


El economista Joan Sanchis, asesor de la Generalitat valenciana en su plan pionero de apoyo a las empresas que reduzcan jornada sin recortar salarios [véanse las páginas 50 y 51], distingue tres grandes momentos en la historia por lo que respecta a la reducción del tiempo de trabajo: "El primero lo conforman las luchas de la clase obrera contra las empresas, con el Estado dispuesto finalmente a regular, a finales del siglo XIX y principios del XX. El tema quedó eclipsado por las guerras mundiales. Reapareció en plena construcción del estado de bienestar, sobre todo en Alemania y Francia, como vía de redistribución y como fomento del empleo. Hoy, el discurso es otro. En la amalgama de actores que defienden trabajar menos tiempo cobrando lo mismo encontramos, sobre todo, empresas, aunque en la iniciativa participan movimientos sindicales y  algunos gobiernos. Y mezclan argumentos ambientales, sociales y empresariales: retener talento, reducir el absentismo y, sobre todo, lograr una mayor productividad".

Ganar productividad

La productividad es la palabra más repetida, como riesgo o como oportunidad según se pronuncien los sectores contrarios al acortamiento o los que experimentan con éxito sus resultados. 
Los programas piloto, en el sector privado y en el público, están a la orden del día:  Irlanda, Islandia, Escocia, Nueva Zelanda... Reino Unido realiza ya una prueba con 70 empresas, durante seis meses, auspiciada por la plataforma no gubernamental 4 Day Week Global, Autonomy e investigadores de Cambridge, Oxford y el Boston College. En la web 4dayweek.io no solo se van subiendo casos de empresas que cuentan sus logros tras el cambio, sino que se anuncian vacantes para empleos de 32 horas. Valga decir que la mayoría de sectores tienen que ver con las nuevas tecnologías.
No hay un informe global que asocie directamente trabajar 32 horas con un aumento de productividad, más allá de  un montón de experiencias alentadoras.

Henry Ford
El magnate tiene que ver con el invento del fin de semana. En 1926 redujo la jornada de seis a cinco días. Así aumentó el uso y la demanda de automóviles.

El 40% de incremento de productividad de Microsoft Japón anunciado en 2019 es el gran reclamo del movimiento. También se realizan algunas encuestas, como la de la escuela de negocios Henley: entre los múltiples beneficios de la semana de los cuatro días esta apunta que las compañías que la aplican ahorran una cuantía equivalente al 2% de su facturación anual. 
Los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) desbaratan en todo caso que trabajar más tiempo implique forzosamente resultados positivos. La productividad por hora trabajada de países como Alemania, Noruega, Luxemburgo, Dinamarca, Países Bajos y Suecia está años luz de la de países con  una media de horas trabajadas al año muy superior: Grecia, Portugal, Polonia y España. De media, en España se trabajan 1.686 horas. Son muchas más que en Dinamarca (1.380), Noruega (1.384), Alemania (1.383), Países Bajos (1.434), Suecia (1.452), Francia (1.505), Finlandia (1.540) y Suiza (1.557). 
El objetivo 43 del informe España 2050 del Gobierno señala que en ese horizonte temporal la jornada se debería reducir "a niveles similares a los de la Unión Europea". La media de horas trabajadas en España es de 37,7 horas a la semana; en la UE es de 35,4. 

Horas, género y empleo

¿Qué ha pasado con el tiempo de trabajo desde la Revolución Industrial? Entre 1870 y 2018, en España se redujo mucho (el 43%), lo cual no impidió que la renta per cápita se incrementara en el mismo periodo el 1.641% (en horas anuales trabajadas). Una tendencia similar se produjo en Europa y EE UU. Sin embargo, en las últimas tres décadas (1990-2019), la curva a la baja de las horas anuales trabajadas se lentificó y solo bajó el 4%, a pesar de que la productividad aumentó en España el 29%, según recoge Sanchis en su libro Quatre dies (Ed. Sembra), con datos de la OCDE.

La cantidad global de horas que se trabaja puede depender de factores como la necesidad de llegar a final de mes en un contexto de estancamiento —y ahora pérdida— de poder adquisitivo. "La gente asume empleos precarios porque no hay empleos suficientes. Sería una solución que hubiera más debido a un reparto del trabajo", opina Maribel Ramírez, responsable de Acción Sindical de la CGT,  convencida de que "el reparto es muy necesario, de que las empresas tendrían algo menos de beneficios, pero tendrían, y de que la población se vería empoderada". Ramírez subraya el hecho de que los sectores ligados a la innovación se interesen por los cuatro días, frente al "silencio de la parte de la producción".

1.686: Son las horas anuales que, de media, se trabaja en España, cerca de 300 más que Dinamarca, Noruega, Países Bajos y Alemania, que son economías más productivas, según la OCDE.


Otras razones, como el género y la raza, también pesan en la evolución de las horas. Lo corrobora el Economic Policy Institute: de 1979 a 2016, en EE UU quienes pasaron a trabajar más fueron las mujeres hispanas. Los hombres trabajan menos horas que antes [véase gráfico]. 
Desde el feminismo se incide en la necesidad de acortar el número de horas diarias de trabajo, en lugar de acortar el número de días, porque los cuidados diarios no se resuelven con un día más de descanso. A la vez, voces contrarias a la semana de cuatro días alertan: "Exigirle a una persona que haga en cuatro días lo que hoy hace en cinco es una presión contraindicada por el bien de la seguridad y la salud laboral", apunta el secretario general de la patronal Pimec, Josep Ginesta, quien se pregunta "quién paga la fiesta" y "cómo se podría concentrar el trabajo en una fábrica donde todo está cronometrado". 
Entra aquí la cuestión de crear más puestos de trabajo. Según el estudio que los profesores de la Complutense Luis Cárdenas y Paloma Villanueva publicaron en 2021 en el Cambridge Journal of Economics, si en 2017 se hubiera reducido la jornada ya no de 40 a 32, sino a 35 horas semanales, primero en empresas de más de 10 trabajadores, y después al conjunto, se habrían creado 560.000 empleos adicionales. La economía habría crecido el 1,4% y los salarios, el 3,7%.

"Si nosotras podemos... se puede"

En los años más duros para la hostelería por la pandemia, La Francachela tuvo beneficios. "Antes teníamos más gente haciendo más horas", explica María Álvarez (izda.), en la foto con su socia Elena García. Con el 25% más de pedidos, hoy gasta en salarios lo mismo que en 2019.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y 13 millones de horas extra 'gratis'

¿Reducir el tiempo de trabajo? En España, el debate se asoma como una paradoja. Las personas asalariadas trabajan 6,63 millones de horas extra a la semana, según los datos del segundo trimestre del año de la Encuesta de Población Activa (EPA). De ese total semanal, 3,27 millones de horas no fueron retribuidas, cifra que supone unos 13 millones de horas no pagadas al mes.
La cuantía de horas extra no pagadas ha ido a más, ya que en el primer trimestre del año totalizaban 2,88 millones de horas. De un trimestre al otro,
las horas gratis han pasado de suponer el 43% al 49%. Salvo el primer trimestre de 2020, a las puertas de la pandemia, nunca habían sido tantas, desde 2016. 


Las cifras sugieren que, en tiempos de incertidumbre, las empresas priorizan las horas extra a la contratación de más personal. Los 3,27 millones de horas extra no pagadas en una semana equivalen a 81.820 empleos a tiempo completo. Finanzas, energía, consultoría, hostelería y periodismo son los sectores más gorrones en horas. 

 

Ayudas a quien recorte el 10% la jornada, se digitalice y contrate

Solo el 12% de empresas españolas ve viable acortar la semana laboral manteniendo el salario, dice una encuesta de Adecco de 2021. Vienen a ser 400.000. Otro 14% se abre a ello si se aplica una reducción de la retribución, aunque esta no fuera proporcional, como practican Desigual y Telefónica. Pero las patronales, empezando por la CEOE, no recogen el guante, menos aún en un momento de costes disparados.
El ministro de Inclusión, José Luis Escrivá, no ve "margen" en España para implantar una jornada más corta, por falta de  productividad. La titular de Trabajo, Yolanda Díaz,  prefiere "fórmulas flexibles", mientras ultima un algoritmo que fiscalice las horas extra. Aun así, el Gobierno ha lanzado por presión de Más País una prueba piloto liderada por Industria que se prevé que arranque antes de fin de año. 
"Esto no es una política pública. Es un experimento para ver qué sucede en una empresa si se reduce la jornada sin bajar salarios, gracias a las ayudas públicas. Necesitamos datos", subraya Héctor Tejero, de Más País, convencido de que "en unos años se establecerá un nuevo patrón de tiempo de trabajo". Está por incentivar, no por imponer. Nadie menta como referente las 35 horas por ley de Martine Aubry en Francia, desnaturalizadas a golpe de excepciones.
Industria cuenta con 10 millones de euros para las empresas —se estiman en 150, con hasta 3.000 personas— que recorten al menos el 10% de la jornada, realicen inversiones de modernización y contrataciones adicionales.
"No tiene que resultarles más difícil a las pymes", asegura Tejero, vista la experiencia de Toldos Porrillo, Delsol y La Francachela —que han probado por su cuenta y aseguran cosechar resultados positivos en facturación, absentismo y ambiente laboral—, "sino que tiene más que ver con la cultura empresarial".
 
Pymes y polarización
El secretario general de Pimec, Josep Ginesta, no puede ver las cosas de modo más distinto. "El 85% de las empresas tiene menos de 10 trabajadores. La economía de escala que puedes generar es diferente si tienes una empresa con 10.000 personas, con 100 o... con 3". apunta. Para Ginesta, las 32 horas pueden funcionar en empresas que trabajen por objetivos o proyectos, o en el mundo de la tecnología, pero se pregunta cómo hacer en una cadena de producción o en la atención al público. Considera, además, "insostenible", que se subvencione a empresas para trabajar menos. "Las ayudas complementan el salario porque las empresas no pueden asumir algo así", remarca. Y alude a un riesgo: el de "ahondar en la polarización y desigualdad" entre empresas, como ocurrió ya con quienes podían o no teletrabajar. Nadie niega el riesgo. A la vez, nadie ha dejado de probar con el teletrabajo.