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La destrucción creadora

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Septiembre 2017 / 50

¡Stop, abandonad el cincel, olvidad los explosivos! La destrucción creadora no consiste en demoler todo lo que nos cae en las manos para aumentar nuestra cotización, como si de un artista contemporáneo en plena performance se tratara. Esta expresión paradójica la formuló, en los años 1930, el economista austriaco Joseph Schumpeter para describir las  transformaciones del capitalismo que estaban teniendo lugar ante sus ojos. Y, en concreto, el modo en que la innovación y los que la utilizan —los empresarios— reformaban sin cesar el sistema económico. La visión que él desarrolló era muy diferente de la idea de la economía, demasiado estadística, que entonces defendían la mayoría de sus colegas.


COSTES Y VENTAJAS

El proceso que describe Joseph Schumpeter causa, evidentemente, muchos daños —la destrucción— condenando a la quiebra a muchas empresas y al paro a gran número de sus empleados. Pero es la condición indispensable para que el sistema capitalista pueda jugar todas sus bazas —la creación—, gracias a la puesta a punto de nuevos productos y nuevos servicios, así como al desarrollo de nuevas empresas.

Si este proceso va acompañado de políticas públicas adaptadas —de formación de trabajadores, por ejemplo—, la dimensión creadora termina finalmente por ser superior a la dimensión destructora. Tanto en el ámbito del bienestar, gracias a la mejor oferta de productos y de servicios que hace posible la innovación, como en el ámbito de los empleos y los ingresos, gracias al aumento de la productividad que la acompaña.

La destrucción creadora permite barajar de nuevo las cartas con más seguridad

Es también este proceso el que permite volver a barajar las cartas con más seguridad y socavar las posiciones, en apariencia inexpugnables, de los gigantes de una época, como han experimentado en las últimas décadas, en el ámbito de la industria de la información, IBM o Microsoft con el surgimiento de los Gafa (Google, Apple, Facebook, Amazon).

A partir del momento en que se expandió la idea de destrucción creadora, el asunto de la investigación y desarrollo (I+D) adquirió una importancia fundamental en las políticas públicas, así como el de la propiedad intelectual, cuya finalidad era permitir a los innovadores sacar partido de sus inventos sin que sus colegas se los robaran, lo cual podría haber acabado con el flujo de innovaciones. Sin embargo, una protección demasiado estricta y excesivamente prolongada de dicha propiedad puede privar a la competencia de la posibilidad de mejorar dichas innovaciones. Cada uno debe de ser un poco destruido para intentar renacer en mejores condiciones.