La economía es una novela negra
El género nació en EE UU a raÍz de la ley seca, la represión sindical y la Depresión, pero después se rebautizó en Francia. Los autores narran la realidad desde la microeconomía.
Antes, los viejos policías decían cherchez la femme cuando querían seguir algún rastro, dice con mucha gracia el policía Méndez, de Francisco González Ledesma. Pero ahora la pista que seguir es la del dinero, la de los movimientos bancarios, la de los paraísos fiscales. “El dinero tiene una fragancia que atraviesa los países y los continentes”, concluye en El pecado o algo parecido.
ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR |
Edgar Allan Poe es considerado el inventor del relato detectivesco con su Auguste Dupin (Los crímenes de la calle Morgue, 1841). El más popular es Sherlock Holmes, que Arthur Conan Doyle creó en Estudio en escarlata (1887). Son obras y autores excelentes, con sus juegos de deducción, pero no tienen nada que ver con el vendaval que supuso la aparición de Dashiell Hammett y Raymond Chandler, que le dieron la vuelta como a un calcetín.
Ellos cambiaron la pregunta de ¿quién es el asesino? por la de ¿por qué se ha cometido un crimen? Introdujeron el realismo crítico y la denuncia de la corrupción y de la injusticia. La trama policial apenas tiene importancia. La decadencia de una clase alta podrida, la connivencia entre gánsteres, políticos y policía, la corrupción, la lucha de clases son algunos de los asuntos que abordan. Hicieron, además, una apuesta por la literatura de calidad.
La novela negra nació en Estados Unidos porque se dieron una serie de circunstancias concretas: la primera, la Ley Seca (1920), una enmienda a la Constitución, impulsada por ligas antialcohol, que prohibía la venta, importación, exportación, fabricación y transporte de bebidas alcohólicas. Fue peor el remedio que la enfermedad, pues surgió una boyante industria clandestina, un potente mercado negro y el crimen organizado.La segunda, la durísima represión de los movimientos sindicales con rompehuelgas que no dudaron en utilizar, al mando del empresario de turno, métodos gansteriles. La tercera, la Gran Depresión, que siguió al jueves negro de la Bolsa de Nueva York en 1929, que dio al traste con el consumo y la inversión, destruyó los ahorros de muchas familias y sumió en la pobreza a cientos de miles de ciudadanos.
El auge de los ‘pulp magazines’
Hubo otra coincidencia: el género negro nació con el auge de los pulp magazines (revistas hechas con papel de pulpa, muy baratas). Black Mask fue la que dio alas a la nueva narrativa negra. Acogió el subgénero hard boiled, origen de la novela negra, que Javier Coma, uno de los máximos expertos de nuestro país, traduce como “duro y en ebullición”.
El hard boiled rinde culto a la violencia y tiene un ritmo trepidante de acción. Su lenguaje es incisivo, sarcástico e irónico. Coma recoge la teoría de que esta corriente es la adaptación de la novela del Oeste a la gran ciudad norteamericana del siglo XX. Los sheriffs son los policías y los antiguos bandoleros, los gánsteres. Pero hay un hecho diferencial: la corrupción policial y administrativa. Dashiell Hammett pertenece a la primera generación hard boiled. Publicó en Black Mask, en 1923, Arson plus, primer relato de su investigador Continental Op. Raymond Chandler es el líder de la segunda generación y Ross MacDonald, de la tercera.
La Depresión propició un giro: el protagonismo de nuevos delincuentes no profesionales
Entre los británicos destacan David Peace, Lindsey Davis, Jake Arnott y Jonathan Coe
La Ley Seca motivó novelas tan estupendas como Pequeño César (1929), de W. R. Burnett, en la que rememora la figura de Al Capone y narra el inicio, ascenso y caída de Rico, un gánster. Muestra, además, el lumpen de la inmigración italiana. La Depresión propició un giro narrativo: el protagonismo de delincuentes no profesionales, explica Coma, que se buscan la vida como pueden, proscritos rurales que huyen de la hecatombe económica. Ahí tenemos un título representativo, El último refugio (1940), también de Burnett, protagonizada por el pistolero Roy Earle. Le dice a su compañera: “En este país el dinero lo tienen unos cuantos. Millones de personas no tienen ni para comer. No porque no haya comida, sino porque no tienen dinero”. ¿Les suena?
Una nueva sensibilidad social
Otra novela más, que no deberían perderse: Los sudarios no tienen bolsillos (1937), de Horace McCoy. El periodista Dolan, harto de los diarios amordazados y vendidos, en manos de financieros corruptos, decide publicar su propia revista para airear los trapos sucios. Acaba mal.
La novela negra nació en Estados Unidos, pero fue bautizada en Francia. En 1945, finalizada la II Guerra Mundial, el editor Marcel Duhamel, de la editorial Gallimard, comprendió que los tiempos habían cambiado, había una nueva sensibilidad y no se podían ofrecer a los lectores los relatos detectivescos de siempre. Incorporó la línea estadounidense. Su amigo y colaborador, el poeta Jacques Prévert, le dio el título para la nueva colección, la Série Noire. Black, noir, negro, ya para siempre.
En Francia nació la corriente neopolar en los años setenta, que insiste en la corrupción política y social. Su máximo exponente es Jean-Patrick Manchette. El caso N’Gustro se inspiró en un hecho real: el secuestro de Mehdi Ben Barka, líder de la oposición marroquí, por los servicios secretos marroquíes con la complicidad del Gobierno francés.
Los británicos no son tan proclives a la novela negra como sus primos norte-americanos, aunque hay notables ejemplos. David Peace ambientó su Red Riding Quartet en las hazañas del violador de Yorkshire, pero es también un retrato de la era de Thatcher. Huelgas mineras, además de malestar de la población, una policía racista, ineficaz y violenta y la corrupción a todos los niveles.
Los bajos fondos de Londres
Su colega Jake Arnott analiza en su trilogía The Long Firm (Delitos a largo plazo, Canciones de sangre y Crímenes de película) los bajos fondos de Londres entre los años sesenta y noventa del siglo XX, y la estrecha vinculación entre el crimen organizado y el mundo del espectáculo o las mil maneras de blanquear dinero.
Lindsey Davis opta por la novela negra histórica y sitúa la acción en la Roma del emperador Vespasiano (siglo I d. C.). Su detective romano Marco Didio Falco ha de habérselas, en El mito de Júpiter, con una banda mafiosa especializada en extorsión, contrabando, proxenetismo y asesinato.
Rafael Chirbes refleja en su obra una sociedad corrupta y las consecuencias del paro
Los escritores ‘negros’ son testigos de su tiempo y país y nos lo cuentan en clave de ficción
El también británico Jonathan Coe no escribe novela negra. Sus historias son políticas y da una visión muy aguda de su país. En ¡Menudo reparto! hace una descripción cruel de los manejos de la clase alta británica y de los estragos que el thatcherismo causa entre los menos favorecidos. El club de los canallas se centra en los años setenta, antes de Margaret Thatcher, tiempo de huelgas y de bombas del IRA. El círculo cerrado, en el nuevo laborismo de Toni Blair y en las consecuencias de los ataques del 11-S.
Como Coe, hay escritores que no utilizan el género negro, pero que cuentan historias muy negras que merece la pena tener en cuenta. Es el caso del periodista y escritor italiano Roberto Saviano, que en Gomorra ha hecho un soberbio trabajo sobre los negocios de la Camorra, la mafia napolitana. O el del español Rafael Chirbes. Todo el mundo debería leer Crematorio y En la orilla, dos novelas espléndidas sobre la crisis. En la primera, vemos cómo la corrupción recorre toda la sociedad. En la segunda, las consecuencias de la crisis, el paro, el miedo, la falta de ilusión, la sensación de que todo se ha perdido.
Los escritores negros cuentan sus historias desde la microeconomía, la que afecta a los ciudadanos. Son testigos de su tiempo y de su país y nos transmiten su visión en clave de ficción.
En este dossier sobre la economía en la novela negra aparecen muchos autores y muchas obras, pero son solo pistas que seguir. Hay muchos más.