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La soledad de la gran potencia

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Noviembre 2016 / 41

EE UU no domina el mundo como hacía en el siglo XX, pero seguirá siendo la fuerza hegemónica durante décadas 

Rivalidad cordial Barack Obama brinda con el presidente chino, Li Xinping, durante una visita a Pekín.
FOTO: GOBIERNO DE EE UU

La hegemonía económica de Estados Unidos en el mundo ha dejado de ser aplastante, pero su superioridad sigue siendo indiscutible en el plano militar, tecnológico y educativo. Desde esa posición de fuerza, el próximo inquilino de la Casa Blanca deberá hacer frente a numerosos desafíos internacionales durante los próximos cuatro años. El más importante de ellos será la guerra contra Estado Islámico, también conocido por las siglas ISIS, el movimiento islamista radical que ha conquistado amplios territorios en Irak y Siria y que ha cometido atentados terroristas en múltiples lugares del mundo, entre ellos el propio Estados Unidos. El nuevo líder estadounidense también tendrá que lidiar con las aspiraciones del presidente ruso, Vladímir Putin, de aumentar su influencia en el Este de Europa y Oriente Próximo, y con la creciente competencia de China en los terrenos económico y militar. El cambio climático y el comercio internacional son otros dos asuntos que ocuparán buena parte de su agenda internacional. 

Una encuesta llevada a cabo por Gallup en 123 países muestra que el presidente de EE UU goza del índice de aprobación más alto de todos los líderes mundiales, con una media del 45%, por delante de los de Alemania, la Unión Europea, China o Rusia. Aunque su influencia haya caído desde el fin de la Guerra Fría —quizá el momento cumbre de su supremacía—, Washington sigue encabezando la compleja red de alianzas que sostiene el llamado orden  mundial. Ningún otro país está en condiciones de tomar el relevo. Estados Unidos seguirá siendo la única superpotencia, al menos durante las próximas décadas.  

Es cierto que la economía estadounidense ha perdido parte del enorme peso que tenía a finales de siglo pasado, al menos en términos de producto interior bruto (PIB), pero sigue siendo el motor del sistema financiero internacional. Más del 80% de las transacciones se llevan a cabo en dólares, una muestra de que el mundo confía en la moneda estadounidense como factor de estabilidad. Aunque EE UU fue el epicentro del desastre hipotecario y financiero que causó la Gran Recesión de 2008, sus autoridades lograron detener rápidamente la hemorragia y evitaron la catástrofe. Su economía se ha recuperado y, aunque no lo hace con el vigor de los años previos a la crisis, hoy crece más que la de las otras naciones desarrolladas. 


EL PODER DEL ‘FRACKING’

En materia energética, el país ha conseguido reducir en los últimos años su tradicional dependencia de los países árabes. Hoy es el mayor productor mundial de petróleo y gas natural, en buena parte gracias al rápido desarrollo de las técnicas de fracturación hidráulica o fracking

Puede que la economía china crezca a un ritmo muy superior a la de Estados Unidos y que el PIB del país asiático haya superado al estadounidense, pero el nivel de bienestar de la población del gigante asiático está todavía muy lejos de alcanzar los de Occidente. Según cifras del Banco Mundial, mientras que la renta per cápita de EE UU ronda los 55.000 dólares anuales, la china apenas supera los 14.200. 

Pero es en el terreno militar donde Estados Unidos no tiene rival. La superpotencia acumula el 37% del gasto militar mundial y dedica cuatro veces más dinero a sus fuerzas armadas que China, siguiente país de la lista. La superioridad estadounidense es también aplastante en el terreno de la tecnología y la innovación. De las 10 mayores compañías tecnológicas del mundo, 7 son estado-unidenses: Apple, Microsoft, Google, Intel, IBM, Cisco y Oracle. 

Las universidades e instituciones científicas de EE UU siguen siendo las más prestigiosas y las que atraen más talento internacional. Quince universidades estadounidenses figuran entre las 20 primeras de la lista que elabora anualmente la Universidad Jiao Tong de Shanghai. Casi la tercera parte del dinero destinado a investigación y desarrollo en todo el mundo se gasta en Estados Unidos. El cine y la televisión made in USA dominan los mercados audiovisuales de todo el mundo.

EE UU dispone además de una herramienta muy útil a la hora de ganarse el apoyo de países estratégicos: la ayuda económica internacional, que en 2014 superó los 35.000 millones de dólares. Israel, Egipto, Afganistán, Jordania y Pakistán encabezaron la lista de los beneficiarios.

La guerra contra el ISIS será el primer reto del nuevo presidente

Washington deberá cooperar con Pekín y Moscú

A pesar de su enorme poderío, Estados Unidos no podrá resolver solo los enormes desafíos internacionales que tiene por delante. Sin duda, el mayor está en Oriente Próximo. El número y la intensidad de los conflictos internacionales se han recrudecido con la llegada del nuevo siglo. La democracia, que logró avances significativos en Europa, Asia, América Latina e incluso en África en los años noventa, ha comenzado a retroceder en algunas zonas del mundo y las desigualdades de renta están aumentando en muchos países. Con el final de la Guerra Fría parecía que las luchas ideológicas que protagonizaron el siglo XX habían acabado con el triunfo de los sistemas democráticos de libre mercado, pero el surgimiento del islamismo radical ha acabado con esa sensación de seguridad.

La Administración de Barack Obama ha comprobado lo difícil que resulta reconquistar las zonas ocupadas por el ISIS en Siria e Irak, incluso con el apoyo de Rusia. La organización islamista cuenta con una sólida fuente de ingresos y continúa atrayendo a sus filas voluntarios extranjeros, muchos procedentes de países occidentales. El ISIS también ha comenzado a operar fuera de su lugar de origen sus fuerzas combaten hoy en Libia y Yemen.

Las discrepancias con Moscú acerca del futuro del presidente sirio, Bachar al Asad, a quien Washington quiere fuera del poder, son un obstáculo casi insalvable para acabar con la guerra en el país árabe. Una dificultad añadida para los intereses estadounidenses es la posición de Turquía, miembro de la OTAN, que ha optado por seguir su propio camino. Y por si fuera poco, Arabia Saudí, otro de los grandes aliados de Washington en la zona, apoya a uno de los bandos en la sangrienta guerra civil de Yemen.

Los ataques terroristas de París y California a finales de 2015 han puesto al terrorismo en el primer plano de las preocupaciones de los estadounidenses (véase el  gráfico), pero la mayoría de ellos no ve con buenos ojos que su país incremente su implicación en la resolución de los problemas globales. La memoria influye de manera determinante en esa actitud, pues cada vez menos ciudadanos de Estados Unidos tienen recuerdos de la Guerra Fría o la Segunda Guerra Mundial. Sí recuerdan, por el contrario, los felices años noventa, cuando la economía era boyante y su país no tenía enemigos internacionales de relieve. 

El nuevo presidente va a soportar una fuerte presión para impedir que el ISIS lleve a cabo nuevos ataques en territorio estadounidense y continúe amenazando la estabilidad en Oriente Próximo. El debate sobre la conveniencia de enviar tropas sobre el terreno para lograr esos objetivos seguirá abierto.

El veterano periodista y escritor Stephen Kinzer explicaba recientemente en The Boston Globe que los grandes desafíos de este siglo son globales, desde el terrorismo hasta el cambio climático, y que EE UU sólo podrá hacerles frente si actúa de manera conjunta con otros países. “Estados Unidos, sin embargo, casi nunca ha formado parte de una coalición de iguales”, escribía Kinzer. “Estamos acostumbrados a decir a nuestros socios qué deben hacer, y en esta nueva era, debemos persuadirlos y acomodar sus intereses”.