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Madame C. J. Walker

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Pertenece a la revista
Noviembre 2020 / 85

Ilustración
Perico Pastor

Presidenta de un banco inclusivo.

Juntemos nuestro dinero, utilicemos nuestro dinero, usémoslo para que nos beneficiemos de él. Creemos un banco que transforme los céntimos en dólares". Cuando lanzó esta idea en agosto de 1901 ante los miembros de la Independent Order of Saint Luke (IOSI), una entidad de ayuda mutua situada en Richmond, en Virginia, Maggie Lena Draper Mitchell Walker (1864-1934) no sabía que iba a pasar a la historia como la primera presidenta fundadora de un banco de éxito. Nadie habría apostado en aquel momento por que una mujer pudiera conseguirlo. Sobre todo, si se trataba de una mujer negra.

Maggie era hija y nieta de esclavos. Embarazada a los 14 años, y encontrándose sola, su madre, Elizabeth Draper, se casó en 1868 con William Mitchell, quien, unos años más tarde, sería encontrado muerto en un río sin que se sepa qué le sucedió. 

Para ganarse la vida, Elizabeth lava y plancha la ropa de los blancos. Lo que llevará a su hija a decir más adelante: "Yo no nací con una cuchara de plata en la boca, sino con un cesto de lavandera sobre la cabeza".

Militante del asociacionismo

La joven pudo ir a la escuela y convertirse en instituriz antes de casarse, una boda que asegura el sustento de la familia —la pareja tuvo dos hijos— y que obligó a Maggie a dejar su trabajo, ya que en Virginia  las mujeres que se casaban no estaban autorizadas a conservar un puesto de profesora.

Para ocuparse, pasa mucho tiempo en las asociaciones de ayuda mutua de la comunidad negra, como la IOSL, entidad en la que va escalando todos los peldaños hasta alcanzar la dirección, en 1899. Esta orden se tambalea, tiene pocos miembros y las arcas están vacías. Sin embargo, su nueva líder desembarca con la cabeza llena de ideas : quiere que se hable de la asociación, en 1902 lanza un periódico que ella misma dirige, el St. Luke Herald, y también la imprenta que lo imprime. Y en su mente anida un proyecto: crear un banco*.

A Maggie Walker no le cuesta mucho tiempo darse cuenta de que a los banqueros blancos no les gusta la gente de color, en general, y las mujeres negras, en particular. No tienen ninguna oportunidad de que se les concedan créditos para emprender un negocio o, simplemente, para vivir. Un escándalo. De ahí que inicie las gestiones administrativas necesarias para abrir su establecimiento, toma clases de gestión y de contabilidad por correspondencia y pasa varias horas a la semana en las oficinas del Merchants National Bank of Richmond, cuyo patrón, blanco, apoya la causa de los negros. 

La autorización para la apertura del St. Luke Penny Savings Bank llega por fin, y la IOSL aporta el capital inicial. También se sugiere a la clientela que vaya a abrir una cuenta y también a comprar acciones. Ya el primer día se presentan en el banco 300 clientes, con depósitos que oscilaban entre los 100 dólares y los 31 céntimos...

El mensaje de la presidenta ha sido captado. La gran mayoría de las clientas son mujeres de raza negra. Maggie quiere mostrar a América y al mundo de principios del siglo XX que las personas de color pueden dirigir bancos y ser buenos clientes**. 

Por lo que respecta a la gestión, Maggie se asegura la presidencia, y las mujeres controlan tanto el comité de auditoría, que a su vez supervisan las operaciones bancarias cotidianas, como el comité financiero, que adopta las decisiones clave en materia de concesión de créditos. En las numerosas oficinas que la entidad abre por todo el país hay mujeres trabajando, lo que supone toda una excepción. Además, a diferencia del resto de bancos, se atiende a la clientela a la vista de todo el mundo, sin compartimentos. Fue una revolución. 

Créditos a mujeres

El banco ofrece pequeños créditos a las mujeres negras de clase obrera para ayudarlas a completar sus ingresos, sacándolas de las garras de los usureros. También concede préstamos inmobiliarios y ayudas a emprendedoras que desean desarrollar un negocio. ¿Cómo se selecciona a quién? Igual que en cualquier otra entidad, se tiene en cuenta el nivel de ingresos de la persona. Pero no solo eso. El comité de financiación busca información sobre las redes sociales en las que está inserta la persona que pide el crédito, considera y mide su respetabilidad, su ética del trabajo, su probidad... Y funciona. El nivel de morosidad es bajo. Cuando se da el caso, el banco recorre a la presión social y moral más que a la policía o a los tribunales, que encarnan fuentes de peligro físico para la comunidad negra.

La comunidad blanca no vio el éxito de este banco con buenos ojos. Debemos recordar el contexto: era el periodo en el que las leyes vigentes en el Estado de Virginia cambiaron para reducir el número de electores de raza negra, donde la red de tranvías instauraba la segregación racial, donde los comercios regentados por blancos entorpecían el desarrollo de las tiendas gestionadas por negros. 

Resistir al racismo y a la crisis

En 1910, el Estado de Virginia decide reforzar la legislación sobre el control de la banca. El trasfondo es una buena idea, pues en el sector se detecta todavía mucha falta de escrúpulos. Sin embargo, no todos los bancos son tratados de la misma forma. Mientras eran auditados la mitad de los bancos blancos, en el caso de las entidades negras fueron auditadas todas, cuando únicamente representaban un 1% de los activos totales. Algunas de estas entidades financieras se vieron abocadas al cierre. Pero no fue el caso de la de Maggie. Su gestión era considerada seria y profesional. Salvo un poco de autoritarismo, poco hay que reprochársele. Así se confirmó durante la gran crisis posterior al crash de 1929. Entre los 1929 y 1931, la banquera fusiona el  St. Luke Penny Savings Bank con otros dos bancos regentados por personas de raza negra, y mantiene la presidenta de la entidad resultante, que sale fortalecida y sobrevive.

Con el tiempo, el trabajo cada vez le va pesando más, y en los últimos años, Maggie se desplaza en una silla de ruedas debido a un problema en la rodilla y a una diabetes que la debilita. Piensa a menudo en su marido, al que su hijo mató de forma accidental tras confundirlo con un ladrón. 

Maggie Lena Draper Mitchell Walker puede estar orgullosa de sí misma. El número de miembros de la Independent Order of Saint Luke  se dispara,  y el banco tiene por delante una larga vida. 

Cuando a la banquera inclusiva le llega la hora de su muerte, el 15 de diciembre de 1934, ha logrado transformar los céntimos de ahorro de sus clientas en dólares de préstamos, pero sobre todo ha conseguido aportar dinero y confianza a centenares de mujeres  negras que han podido encontrar un lugar y afirmar su identidad en el marco de una sociedad sexista y racista.

 

*Carry On : The Life and Legacy of Maggie Lena Walker,  Maggie

L. Walker Historic Site, www.youtube.com/watch?v=QR3CexPZXEk

**Banking on Freedom. Black Women in US Finance Before the New Deal, por Shennette Garrett-Scott, Columbia University Press, 2019.