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Para vencer, investigación y vigilancia

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Mayo 2020 / 80

Ilustración
Perico Pastor

La mayoría de los científicos creen que lo mejor es la colaboración para avanzar con la mayor rapidez posible. Es una cuestión de supervivencia.

Desde que el 10 de enero pasado investigadores de la Universidad de Fudan, en Shanghái, anunciaran la existencia de un nuevo virus parecido al SARS e hicieran pública su secuencia de ARN, centenares de miles de investigadores de todo el mundo han trabajado de un modo u otro para conocer mejor el patógeno en sí mismo, sus pautas de proliferación, sus acciones cuando se introduce en el cuerpo humano y, sobre todo, cómo combatirlo. Sin duda, ha sido la mayor movilización científica de la historia propiciada por las oportunidades que ofrece el intercambio instantáneo y masivo de información desde cualquier punto del planeta a través de las redes.

El denominado SARS-CoV-2 (por segundo coronavirus que causa síndrome respiratorio agudo grave) es mucho menos que una brizna de polvo. Habría que poner 80 millones de ellos uno junto a otro para cubrir la distancia de un milímetro. Se trata de una esfera de lípidos y proteínas que envuelve una hebra de ARN de solo 30.000 letras (equivalente a dos o tres artículos como este) que detallan suficientes instrucciones como para que el virus pueda replicarse (de 10.000 a 100.000 veces) cada vez que es capaz de penetrar en una célula y secuestrar su maquinaria. Es un ente de apariencia insignificante que saltando de humano en humano ha invadido el mundo en pocas semanas.

La aceleración de la difusión de las investigaciones ha sido un gran cambio

Es poco probable que haya una vacuna en la calle a finales de este año

Aunque algunos dirigentes de EE UU y China intentan convertir las investigaciones contra el virus en una carrera de dos superpotencias en pos de una vacuna que salve a la humanidad, la mayoría de los científicos consideran que lo mejor es la colaboración de todos para avanzar con la mayor rapidez posible, convencidos de que es una cuestión de supervivencia. Ya desde el principio, la propia publicación del genoma del nuevo virus fue un ejemplo de lo globalizada que está la ciencia. Los investigadores chinos que obtuvieron la secuencia del nuevo patógeno la publicaron en la página de (Global Iniciative for Sharing Influenza Data (GSAID), una fundación privada apoyada por las Administraciones de Alemania, Singapur y Estados Unidos. En este repositorio público había ya depositadas, al escribir este artículo, más de 11.000 secuencias del virus remitidas desde todo el mundo, centenar y medio desde España.

 

Internacionalización

Matt Apuzzo, dos veces premio Pulitzer, describía así la situación en un artículo de The New York Times, firmado junto con David Kirkpatrick: “En cierto modo, la respuesta al coronavirus refleja una comunidad médica que lleva tiempo internacionalizada. En el Hospital General de Massachusetts, un equipo de médicos de Harvard está probando la eficacia de la inhalación de monóxido de nitrógeno por pacientes del coronavirus.  La investigación se está llevando a cabo en colaboración con el hospital Xijing en China y un par de hospitales del norte de Italia. Los médicos de todos esos centros llevan años colaborando”.

Un gran cambio que se ha producido con el nuevo SARS ha sido la aceleración de la difusión de los resultados de las investigaciones. La publicación de artículos en las revistas científicas ha sido tradicionalmente un proceso lento. Antes de imprimir el paper, se procede a una minuciosa revisión por parte de los editores y de otros científicos para garantizar lo más posible su calidad. Este mecanismo, que en algunos aspectos ya estaba puesto en cuestión, ha saltado por los aires y los artículos relacionados con el coronavirus se prepublican en la web en cuanto están acabados para que se pueda utilizar su información de manera inmediata.

Incluso las revistas más tradicionales han acelerado vertiginosamente el proceso. El director de New England Journal of Medicine comentaba así en la web de Science este cambio: “Nosotros y los autores podríamos hacer un trabajo más cuidadoso si tuvieramos más tiempo. Pero ahora mismo los médicos están afrontando una crisis y la buena información disponible con rapidez es mejor que la información perfecta disponible cuando ya no es útil”. Ahora la revisión de los demás científicos se hace en vivo y en abierto y en algún caso que se ha producido una avalancha de críticas desfavorables el artículo se ha retirado.

80 millones de virus SARS-CoV-2 juntos miden 1 mm 

Este inmenso ejercicio de colaboración ya está empezando a dar sus frutos. Entre otras muchas cosas, se conocen bastante bien las vías de contagio, el mecanismo que utiliza el virus para entrar en las células y, a partir de ahí, los órganos que son más susceptibles de sufrir su ataque. Se conoce que ocho o diez días después de los primeros síntomas, el sistema inmunitario de algunos pacientes tiene una reacción exagerada que puede ser mortal. Día a día se comparte información para afrontar mejor la curación del enfermo con los sistemas y fármacos disponibles.

Los ensayos más urgentes se concentran en los medicamentos ya utilizados para otras enfermedades. Se trata de ver su efectividad, ya sea de uno en uno o en combinaciones de varios. En el momento de escribir este artículo, la Agencia Española de Medicamentos había tomado el control de nueve fármacos susceptibles de ser utilizados contra la covid-19 y evitar así que quienes los necesitan contra otras enfermedades se queden sin ellos.

A las pruebas con moléculas conocidas se suman decenas de investigaciones en busca de nuevos tratamientos o fármacos y, sobre todo, la búsqueda de una vacuna que permita recuperar de una vez la normalidad mediante la inmunización generalizada de la población. El número de proyectos de vacuna se acerca ya al centenar, pero nadie espera que pueda haber una en la calle este año.

 

Proeza  extraordinaria

Visto por alguien que está confinado en su casa, tener que esperar hasta 2021 para poder acceder a una vacuna se puede antojar una eternidad. ¡Falta un año o más para que la vida pueda volver a la normalidad! Pero tenerla en un año sería una proeza extraordinaria. Han pasado más de 40 desde que se conocieron los primeros contagios de sida y todavía no hay una vacuna para esa enfermedad. Otro dato que da idea del avance científico que se ha producido en cuatro décadas: el virus del sida, el VIH, no fue aislado hasta pasados cinco años de conocerse los primeros casos de la enfermedad, mientras que esta vez solo han pasado semanas.

Que la secuencia del virus se haya conocido con tanta rapidez tiene un valor enorme para el control de la pandemia. Gracias a esa información han podido hacerse desde el principio pruebas PCR para confirmar con bastante seguridad los casos de contagio. Algunos países asiáticos aprovecharon bien desde el primer momento ese conocimiento para añadir a las normas clásicas de higiene, protección (mascarillas) y distanciamiento entre personas, unas estrictas medidas de vigilancia —detección rápida de casos y control y aislamiento de los contactos de los contagiados— para mantener a raya la epidemia.

Porque en la lucha contra el virus es importante la investigación, pero también la vigilancia. Al no tener una buena vigilancia epidemiológica, la mayor parte de los países del mundo se han visto obligados a encerrar en sus casas a los ciudadanos para acabar con la expansión incontrolada del virus y evitar así el colapso de la sanidad.

 

Mecanismos de control

Como sucede también en otros países, tras mes y medio de confinamiento, la transmisión del virus, aunque atenuada, sigue descontrolada en España. Se desconocen las cadenas de transmisión (quién ha contagiado a quién) y, en consecuencia, no es posible aún una vuelta a una cierta normalidad. Corregir esto es la primera condición que pone la Organización Mundial de la Salud (OMS) para acabar con los confinamientos. La otra premisa fundamental es tener capacidad para analizar de manera inmediata todos los casos con síntomas (mediante pruebas de PCR), aislarlos y tratarlos. Y como veíamos en la referencia a varios países asiáticos, tendrá que haber mecanismos eficaces que permitan identificar los contactos estrechos que el contagiado ha tenido los días anteriores para poder ponerlos en cuarentena.

Pruebas PCR: pruebas que detectan el virus mediante la ampliación de su material genético

Esa búsqueda de contactos puede hacerse por personas, por medios digitales o mediante una combinación de ambos. El Gobierno español ya ha anunciado que esa tarea recaerá en gran medida en la atención primaria, lo que debería suponer un gran reforzamiento de ese servicio que, como la práctica totalidad de la Sanidad, está gestionado por las comunidades autónomas. Según un estudio efectuado por la Universidad Johns Hopkins, es una tarea que, tal como están las cosas en EE UU, requiere 30 personas por cada 100.000. Esa proporción significaría en España reforzar los servicios sanitarios en 14.000 personas. Como la sanidad pública es más potente aquí, quizás hagan falta menos, pero es evidente que se trata de una tarea que requerirá miles de personas hasta que la vigilancia vía teléfono movil no eche una mano.

La Comisión Europea y la OMS han recomendado que los gobiernos de los diferentes países adopten una tecnología digital común que deberá, lógicamente, cumplir con las normas de privacidad de la UE. Investigadores de diversos países hace semanas que trabajan en el desarrollo de un estándar basado en bluetooth, la conexión de radiofrecuencia de corto alcance que incorporan la mayoría de los teléfonos.

El propósito es que el móvil que uno lleva en el bolsillo intercambie vía bluetooth información con cualquier otro móvil con el que se cruce a, por ejemplo, menos de dos o tres metros de distancia, y permanezca junto a el durante un periodo de equis minutos. Si se dan las condiciones, cada móvil deberá enviar al otro una especie de tarjeta de visita digital. Las tarjetas se irán acumulando en el teléfono y en el caso de dar positivo en coronavirus, el móvil del contagiado tendrá información suficiente como para que se pueda alertar a todas aquellos móviles con los que se ha cruzado en un periodo acotado de tiempo. Para salvaguardar la privacidad, las tarjetas no deberían incluir ni información personal ni de ubicación. Solo un código aleatorio asociado al dispositivo.

 

A mediados de mayo

Este proyecto europeo es probable que acabe confluyendo con el que están desarrollando Google y Apple, basado igualmente en la comunicación vía bluetooth. Ambas compañías se han comprometido a poner a mediados de mayo a disposición de las autoridades sanitarias una pieza de software sobre la que montar las aplicaciones anticovid-19 que garantice la compatibilidad entre los móviles que funcionan con los sistemas operativos Android e iOS, la práctica totalidad de los teléfonos utilizados en Europa.

Alerta vía teléfono: Los móviles irán acumulando información de otros móviles con los que se crucen para, en caso de contagio del propietario, poder dar la alerta a los contactos con los que coincidió los últimos días

El reto técnico de garantizar que se controla la mayor parte de los contactos al tiempo que no se invaden áreas de intimidad es de notables dimensiones y su viabilidad a corto plazo no está garantizada. El único precedente disponible de una aplicación de este tipo es el de Singapur, que ha tenido escaso éxito al haberse instalado la aplicación solo el 20% de la población. Si en los países europeos no se dan incentivos para que la instale la inmensa mayoría de los ciudadanos, la app servirá de poco. Pese a sus esfuerzos, Singapur también ha tenido que recurrir finalmente a un confinamiento general.

Lo que ha dado mejor resultado es el sistema de rastreo y control puesto en marcha en Corea del Sur, pero las legislaciones europeas están muy lejos de permitir que pueda aplicarse aquí. La ley permite allí a las autoridades hacer un seguimiento permanente de los ciudadanos mediante la combinación de los datos de localización que están obligadas a facilitar las compañías de telecomunicaciones, los datos de las tarjetas de crédito y las imágenes de decenas de miles de cámaras de vigilancia. “En todos los edificios de Corea hay instaladas cámaras en cada piso, en cada oficina o en cada tienda”, ha relatado el filósofo coreano instalado en Alemania Byung-Chul Han en El País. “Es prácticamente imposible”, agrega, “moverse en espacios públicos sin ser filmado por una cámara de vídeo. Con los datos del teléfono móvil y del material filmado se puede crear el perfil de movimiento completo de un infectado”. Con toda esa información, cuando se determina que alguien está contagiado es posible poner en cuarentena con rapidez a sus contactos de los úlimos días.

Apple y Google trabajan en una aplicación para rastrear contagios por el móvil

El reto de frenar la epidemia sin invadir la intimidad es de notables dimensiones

Un sistema de vigilancia digital de estas características es ahora inimaginable en Europa, aunque a medida que pasen las semanas la tentación de recurrir a mecanismos autoritarios para controlar la situación va a ser muy fuerte. Los confinamientos acabarán pronto, pero tras ellos vendrá inevitablemente un periodo largo de difícil convivencia con el virus. En palabras de Angela Merkel, uno de los pocos jefes de gobierno en ejercicio que tiene formación científica, “no estamos en la fase final de la pandemia, sino todavía en el comienzo; viviremos con este virus largo tiempo”.

 

Nuevo orden 

Será una convivencia dolorosa porque las medidas de confinamiento han desatado una crisis social y económica solo comparable a la Gran Depresión de hace 90 años. El historiador israelí Yuval Harari describe así este momento en una entrevista publicada en La Vanguardia: “Estamos llevando a cabo inmensos experimentos sociales con centenares de millones de personas: industrias enteras han pasado a trabajar desde casa; universidades y escuelas han pasado a la enseñanza online; los gobiernos están inyectando billones en la economía y considerando aspectos como la renta básica universal. Ambos, gobiernos y personas individuales, están intentando hacer cosas que hace unos pocos meses hubieran sonado totalmente imposibles. En los pasillos del poder se oyen ideas locas. Pero esta ventana de fluidez es corta. Pronto un nuevo orden emergerá y se solidificará, y, por tanto, el momento de influir en la dirección de la historia es este”.