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Pecado 7 // La receta perdida del crecimiento

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Octubre 2019 / 73

Más trabajo, más capital y más financiación permitían lograr un crecimiento vigoroso. Hoy, el motor se ha gripado. 

No hay nada más sencillo para lograr un buen crecimiento: ponga más gente —trabajo— con más máquinas o software —capital— y únalos más armoniosamente. Un último ingrediente: bancos y mercados que lo financien. Al capitalismo le ha salido bien esta receta durante siglos. Hoy, ya no lo logra. ¿Por qué?

Desde el punto de vista del trabajo, nos encontramos con la demografía. Mientras que a mediados del siglo XX el baby boom y la llegada de las mujeres al mercado laboral ampliaron el contingente de mano de obra, los flujos se agotan por el descenso de la natalidad. La población mundial en edad de trabajar (de 25 a 64 años) crece en menos de un 1% anual. Este crecimiento solo es del 0,5% en Estados Unidos. Y este verano hemos sabido que Italia llegó en 2018 a su nivel más bajo desde ¡1861! En España, hasta junio se registraron menos de 179.800 nacimientos, el peor dato desde que existen registros en 1941, lo que consolida la pérdida natural de población, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Excepto en África, al crecimiento le van a faltar brazos.

Ello debería llevar a las empresas a invertir en máquinas para sustituir el trabajo. Sin embargo, no se invierte. Y no porque no se disponga de medios financieros: en las tres últimas décadas, el reparto de las riquezas producidas por las empresas a nivel mundial ha sido cada vez menos favorable a los salarios y cada vez más a los beneficios. Con este increíble resultado: mientras que, en teoría, se supone que las empresas tienen necesidad de financiación para pagar sus inversiones, su ahorro representa el equivalente a cerca del 15% del PIB mundial, frente a menos del 10% en el caso de los hogares. 

Desgraciadamente, este exceso de ahorro no se utiliza para financiar la inversión, sino para distribuir dividendos que enriquecen a los accionistas y para invertir en los mercados y crearse una tesorería de precaución a la espera de la próxima crisis. Al mismo tiempo, para reducir su déficit presupuestario y sus deudas, los poderes públicos tampoco invierten.

 

LA BATALLA DE LAS INNOVACIONES

Para economistas como Paul Krugman y Lawrence Summers, con unas inversiones públicas y privadas por los suelos, unos salarios que aumentan poco y unas crecientes desigualdades, la demanda mundial disminuye sostenidamente y la actividad se ve entorpecida. Es la explicación del estancamiento por la demanda. 

Si el trabajo y el capital están por los suelos, ¿podemos, al menos, utilizar las cantidades de que disponemos con más eficacia? Desgraciadamente, no, responde el estadounidense Robert Gordon; es la explicación del estancamiento por la oferta. 

Salvo en el caso de África, al crecimiento le van a faltar brazos

Instagram, Netflix... esta innovación no hace más eficaz la economía

No carecemos de innovaciones, reconoce Gordon, simplemente Instagram o Netflix no nos hacen ser más eficaces… Los macrodatos sirven sobre todo para definir políticas comerciales con el objetivo de quitar clientes a los otros, el coche autónomo, que se supone nos va a liberar de conducir y de los embotellamientos, no llegará hasta dentro de 20 años y si la inteligencia artificial promete mucho, hasta ahora ha dado poco. Lo mismo opina el economista Patrick Artus, quien subraya la pérdida de eficacia de los gastos en investigación-desarrollo y la insuficiente cualificación de la mano de obra. 

Finalmente, como si todo ello no bastara, unas finanzas defectuosas añaden su grano de arena para gripar el motor. A partir de la década 1970, un progresivo movimiento de desregulación ha aumentado la inestabilidad financiera, multiplicando los episodios de extravío, hasta llegar a la crisis histórica de las subprimes en 2007-2008. La inestabilidad de las finanzas ya no es la excepción, sino que ha pasado a ser la norma.

Además, en un enorme trabajo de investigación coordinado por Michel Aglietta, un conjunto de economistas ha demostrado cómo el ciclo financiero, las subidas y las caídas del crédito, se impone al ciclo de los negocios. La amplitud de dichos ciclos no ha dejado de aumentar desde los años 1980 y cada vez están más correlacionados entre los países: las finanzas reinan en todas partes y a la vez, reforzando los periodos concomitantes de exceso y de insuficiencia de crédito. 

En las fases de abundancia, provoca burbujas inmobiliarias, bursátiles y, a continuación, inevitablemente la burbuja estalla hundiendo a los hogares, las empresas y/o los Estados en un difícil periodo de desendeudamiento debido a las disminuciones de los ingresos. 

El capitalismo contemporáneo arrastra una especie de falta de dinamismo que ha hecho que ya no sea la fuente de riqueza que fue en su tiempo. Ciertamente, esa ralentización es buena para el planeta. Pero el capitalismo no ha encontrado aún el modo de proporcionar prosperidad sin crecimiento.