Repartir los frutos de la recuperación
Superada la peor crisis económica de la democracia, ha llegado el momento de que los trabajadores recuperen el poder adquisitivo perdido. La estabilidad política y social está en juego
ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR
La recuperación de la economía española es un hecho, al menos en lo que se refiere a las grandes magnitudes. El producto interior bruto (PIB) ha encadenado tres años de subidas consecutivas —los dos últimos por encima del 3%—, y si las previsiones del Gobierno, el Banco de España y los organismos internacionales no se equivocan, al cerrar 2017 habrá recuperado todo el terreno perdido durante la crisis. La tasa de paro podría caer por debajo del 15% a finales de la década, un nivel aún altísimo para un país desarrollado, pero muy lejano del pico histórico del 27% alcanzado en 2013.
A diferencia de anteriores períodos recesivos, cuando el Gobierno devaluaba la moneda para mejorar la competitividad de la economía y revitalizar la actividad económica, en esta ocasión el peso de la recuperación ha recaído sobre los asalariados. Según el indice de precios del trabajo elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), entre 2008 y 2014 la retribución media de los trabajadores por cuenta ajena bajó un 0,7%, mientras que la inflación subió un 8,5% en el mismo período. Resultado: una pérdida del poder adquisitivo del 9,2% con respecto al comienzo de la crisis.
Una vez superado el peor momento para la economía española desde la restauración democrática, los sindicatos, muchos economistas y hasta el propio Gobierno consideran que ha llegado la hora de repartir entre todos los beneficios de la recuperación. Y qué mejor manera de hacerlo que con una subida salarial que permita a los trabajadores recuperar la capacidad de compra perdida durante los años de vacas flacas. Aunque con matices, casi todos están de acuerdo en que el incremento sea moderado y se adapte a un aumento de la productividad en cada empresa.
MINISTRO A FAVOR
“La moderación salarial de los últimos años se producía en unas circunstancias completamente distintas”, declaró el ministro de Economía, Luis de Guindos, en una entrevista con el diario Cinco Días a principios de abril. “La evolución salarial no debe ser ya la de una economía al borde del colapso”. El ministro puntualizó que el incremento no puede ser uniforme y que, en su opinión hay empresas que pueden subir más la retribución de sus trabajadores y otras que no pueden hacerlo tanto. “Los empresarios saben perfectamente lo que pueden subir en función de sus circunstancias y las de la economía”, sostuvo.
Como indicador de las intenciones empresariales, la CEOE ha puesto sobre la mesa una propuesta de incremento salarial de hasta el 2% en los convenios colectivos para 2017, más o menos en línea con las previsiones de inflación. En los tres primeros meses del año, sin embargo, la subida pactada en los convenios ha sido del 1,26% de media, lo que significa que los trabajadores corren peligro de perder poder adquisitivo, como ya ocurrió en 2016, cuando la subida media pactada fue del 1% y la inflación cerró el año en el 1,6%. Quienes también verán de nuevo menguada su capacidad de compra son los funcionarios, que tendrán que conformarse con un incremento del 1% este año tras varios ejercicios de estancamiento.
Los sindicatos exigen que los salarios suban por encima del índice de precios de consumo (IPC) para compensar el esfuerzo hecho durante la crisis. “Después de tres años de crecimiento económico, de recuperación de beneficios por parte de las empresas, de aumento de la productividad y de pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, es imprescindible que los salarios suban más que la inflación”, afirma Ramón Górriz, secretario de Acción Sindical de CC OO. “No cabe duda de que los trabajadores tienen que recuperar poder adquisitivo”. Las dos grandes centrales sindicales proponen subidas salariales que oscilan entre el 1,8% y el 3%, dependiendo de la situación de cada empresa. “Nuestras cifras se ajustan mucho mejor a la situación económica”, señala Górriz, quien subraya que una subida salarial tendrá efectos muy positivos sobre el consumo y, por lo tanto, sobre la economía en general.
Jordi García Viña, responsable del área laboral de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), explica que para la patronal, lo más importante es que las subidas de las retribuciones no perjudiquen la capacidad de las empresas para seguir creando puestos de trabajo. “Es evidente que nuestro país, con cuatro millones de desempleados, tiene que crear empleo”, dice García Viña, de la CEOE. “Es nuestro gran problema, especialmente en lo referido a los parados de larga duración y los jóvenes”.
La gran cuestión es si es posible subir los salarios sin presionar al alza la inflación, perder la competitividad ganada durante la crisis y ralentizar la creación de empleo. Los economistas del Banco de España creen que sí. “El esperado mantenimiento de crecimientos moderados de los salarios, en un contexto de repunte transitorio de la inflación en 2017, permitirá que siga observándose una evolución contenida de los costes laborales unitarios, lo que contribuirá al sostenimiento del proceso de creación de empleo”, afirma la entidad en su último boletín trimestral.
Son los salarios de aquellos trabajadores con escasa cualificación los que más han caído durante la crisis, y todo indica que también serán los que más tarden en recuperarse. Según un informe de la ONG Oxfam Intermón, el 10% de los españoles peor pagados vieron cómo sus salarios se desplomaron cerca del 28% entre 2008 y 2014, mientras que el 10% con los salarios más altos apenas vio cambios en sus niveles salariales.
Hay acuerdo en que las subidas salariales se adapten a la situación de cada empresa
Los sindicatos exigen incrementos por encima de la inflación
Es preciso evitar un rebrote inflacionista y que reduzca la competitividad
Otra consecuencia de la crisis es que las rentas del trabajo han perdido peso en la renta nacional en favor de las rentas del capital. El Informe mundial sobre salarios, publicado en diciembre pasado, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), revela que mientras que Canadá, Francia y Alemania, por ejemplo, han registrado ligeros incrementos en el peso de los salarios frente a las rentas del capital, ha ocurrido lo contrario en aquellas economías más castigadas por las políticas de austeridad y contención salarial, notablemente Grecia, Irlanda, Portugal y España.
Oxfam Intermón sostiene que España es hoy uno de los países europeos con mayor desigualdad de renta debido a que las diferencias entre los más ricos y los más pobres se han agrandado desde el estallido de la crisis, hace una década. Según las cifras de la ONG, mientras que en el año 2006 el 10% de los españoles con mayores ingresos disfrutaba de una renta 10 veces superior a la del 10% más pobre, en 2015 esta diferencia subió a 15 veces. Las desigualdades de renta sólo son mayores en otros dos países de la Unión Europea: Irlanda y Reino Unido.
MUJERES Y HOMBRES
La brecha salarial de género también se ha ensanchado durante los años más duros. Oxfam Intermón calcula que las mujeres ganan el 18,8% menos que los hombres, lo que significa que tendrían que trabajar cincuenta días más para conseguir el mismo salario. Otro de los colectivos más perjudicados por los ajustes salariales es el de los más jóvenes, con el 21% de trabajadores menores de veinticinco años en riesgo de pobreza y exclusión social. Según un informe de UGT, quienes están en ese grupo de edad cobran la mitad del salario que perciben los mayores.
Los sindicatos culpan en buena parte de la caída de los salarios y del aumento de la precariedad a las reformas laborales de los gobiernos del PSOE y del PP, especialmente la de 2012, puesta en marcha por el Gobierno de Mariano Rajoy nada más llegar al poder. Ramón Górriz, de CC OO, cree que es preciso aprovechar la minoría parlamentaria del PP para forzar la negociación de un acuerdo beneficioso para los trabajadores. “Es preciso ligar la cuestión de los salarios con la contratación para que haya más empleo estable y de calidad”, afirma el sindicalista.
FENÓMENO GLOBAL
Voces muy diversas advierten de que la creciente desigualdad entre los salarios más altos y los más bajos es un fenómeno global que puede tener repercusiones en la estabilidad política internacional. El propio Fondo Monetario Internacional (FMI) pone de relieve que la globalización económica y los avances tecnológicos han hecho caer los salarios en las economías desarrolladas hasta su nivel más bajo desde los años cincuenta del siglo XX. “La creciente percepción de que los beneficios del crecimiento no están bien repartidos ha dado alas a quienes se oponen a una mayor integración económica y ha dado alas a las tendencias nacionalistas y proteccionistas”, señala el organismo en su último informe de perspectivas.
España es, tras Irlanda y Reino Unido, el país de la UE con mayores desequilibrios de renta
Hay riesgo de que la desigualdad menoscabe la estabilidad política internacional
La brecha salarial entre hombres y mujeres se ha ensanchado durante los años más duros
Una encuesta de la multinacional de auditoría y consultoría fiscal, legal y financiera Grant Thornton, que recoge la opinión de 2.600 directivos de todo el mundo, alerta de riesgos similares, tras destacar que sólo el 20% de las empresas encuestadas piensan aumentar los salarios de sus trabajadores por encima de la inflación, a pesar de que la mitad de ellas prevé obtener mayores ingresos y beneficios en 2017. El informe advierte del creciente malestar existente entre los trabajadores por la disparidad entre los beneficios empresariales y los salarios, y apunta a que ese ha podido ser un factor clave en el resultado negativo del referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Ante las nuevas citas con las urnas previstas para este año en Francia y Alemania, el descontento con la desigualdad de ingresos podría desencadenar “nuevos reveses políticos”, en particular en países donde los niveles de desempleo ya son elevados, apunta el documento.
“Las empresas deben ser precavidas ante la percepción de que los salarios ajustados por inflación que pagan a sus trabajadores no aumentan en consonancia con la productividad”, apunta Álvaro Sanmartín, economista-jefe de Grant Thornton. “Aparte de la agitación política que esta percepción puede ocasionar, las empresas deben asumir el daño que puede imprimir en su reputación que sus trabajadores no se sientan retribuidos adecuadamente”. Sanmartín apunta que las empresas podrían, además, enfrentarse a la posibilidad de perder talento si la competencia logra atraer a los trabajadores cualificados ofreciéndoles salarios o participaciones en beneficios más altos. “A medida que aumente en todo el mundo el optimismo y las expectativas de ingresos y rentabilidad, también avanzarán las expectativas de los trabajadores de percibir aumentos salariales que reflejen no sólo el aumento de precios, sino también el crecimiento esperado de la productividad”, afirma el directivo.
En un comunicado conjunto difundido en vísperas del Primero de Mayo, UGT y CC OO alertaban de que el crecimiento de las desigualdades y de la precariedad están creando el caldo de cultivo para el crecimiento de formaciones políticas y movimientos retrógrados y extremistas. “Nos venden una situación de bonanza y estabilidad que las familias no perciben”, sostienen los sindicatos.
La subida de los salarios puede ser el primer paso para que quienes más han sufrido durante la crisis comiencen a notar que lo de la recuperación va en serio.